Estimado lector, nunca-suficientemente-valorada lectora: nuestro amor por usted es tan interminable como la sucesión de Fibonacci. Es usted nuestro rayo de sol. Le invitamos, pues, a seguir existiendo y a no perderse estas tres maravillosas tonadas.

La elección de Raúl

NAÏVE NEW BEATERS – JUST ANOTHER DAY

No soy muy de festivales pero por entonces supongo que respiramos el súmmum y abrazamos la cuadratura del círculo: descubrir un grupo en la madrugada, mientras la cosa decaía y no había demasiadas esperanzas en reflotarla a base de bandas desconocidas que apuraban lo oscuro cuando los cabezas de cartel ya se habían lucido y bebían cervezas en la barra. ¿Acaso no es ese, el de dejarse epatar por lo nuevo, el objetivo del público que va a ver cómo se juntan una tarde-noche siete o diez grupos indies en unas tablas? Fue en el Palmfest (hoy empieza, y habrá que aplaudir una vez más la valentía) de hace dos años, y estos tres franceses enloquecidos incendiaron un poco la playa de L’Hospitalet de l’Infant a golpe trallero y bastardo de electro, guitarras rock sueltas y algo de rap, todo entre el humor (aquel castellano rudimentario y entrañable) y el bombazo fácil pero lleno de descaro.

Nos marcaron aquellos tres personajes estrambóticos y saltarines como cabras montesas desbocadas: el dj Eurobelix, el cantante, David Boring, y el guitarra, un pelos llamado Martin Luther BB King, sacados de un manicomio, en una mezcla entre la cucamona de Jim Carrey y los sombreros de Jamiroquai. Era energía inyectada en vena, desinhibición carismática en la pista, celebración de la fiesta, valga la reiteración. Y pasó que los mitificamos. Que nos bajamos el disco y, ya lejos de las andanzas del escenario, nos gustó. Que vimos los videoclips y molaban esas coreografías cercanas a Sacha Baron Cohen haciendo el tonto. El hallazgo había cuajado. Habíamos descubierto un grupo, en conjunción nocturna, y la razón de ser de los festivales de verano hollaba, claro, su pleno esplendor.

La elección de V the Wanderer

CROWDED HOUSE – FOUR SEASONS IN ONE DAY

Algunas noches se tuercen y enredan en madejas de perdición pero otras se corrigen a última hora con modestos golpes de gracia. Pon que me voy a dormir, tras otro día de encierro a las teclas y habiendo finiquitado un capítulo rebelde, y oigo guitarras, risas y menciones a Nueva Zelanda a través de mi ventana. Pon que me asomo a saludar al patio vecino y me invitan a pasar unos minutos y de ahí hasta bien entradas las cuatro de la mañana.

Paul es neozelandés nacido en el Líbano, toca la guitarra con agilidad y desenvoltura atlética y ama el flamenco. Cristina es tarraconense, orgullosa de ser de barrio y canta flamenco como si volcara en él un entusiasmo y una curiosidad que no le caben en la mirada. Alargamos en familia la sobremesa de una barbacoa nocturna, ya bien digerida cuando llego, mientras Paul estrena una guitarra manufacturada con mucha artesanía por mi tío y su primo, padre de Cristina.

Hablamos de Nueva Zelanda, de sus gentes, de su recóndito hechizo, de sus sonidos. «Tócate algo de Nueva Zelanda», pide alguien, y Paul me pregunta si conozco a Crowded House. «Sí, un poco», le contesto, y se arranca con un himno de los de Neil Finn al variable clima de allá abajo pero también al cambiante sino que nos tiene a todos a la deriva. Deben de ser las dos de la mañana y será que mis sinapsis pedían aire, pero la amable tonada y la noche inmóvil se me echan encima como un rescate. Uno de esos rescates vitales que la macroeconomía nos está haciendo olvidar, de esas reafirmaciones de que no todo está perdido y de que vale la pena asomarse al patio una noche cualquiera de verano.

La elección de Withor

MANEL – LA GENT NORMAL

¿Cuántas buenas versiones puede soportar un temazo? No muchas, ciertamente. Hace algún tiempo hicimos el experimento con el ‘paint it black’ de los Rolling y la investigación profunda de V acabó con más de 20 vesiones para el asombro de todos. La mayoría, eso sí, calcos de la original y sin mucho jugo que ofrecer, más allá de ver cómo resolvían el reto de sustituir al sitar.

De hecho, lo más corriente es que acaben existiendo la original y la versión por excelencia. Y ya está listo el debate sobre cuál es la mejor. No es anormal tampoco que una versión acabe sustituyendo a la original en el imaginario colectivo. Si hasta el mismo Trent Reznor reconoció que ‘Hurt’ ya no era una canción suya, sino del gran Johnny Cash.

Últimamente me ha dado por escuchar la versión de ‘Common People’ que los Manel transformaron en ‘La gent normal’. Y me gusta mucho. Con un ritmo más pausado, con ese toque tan personal que equivale a matasellos, consiguen lo que se supone es el leitmotiv de una versión: ofrecer algo nuevo respetando a su canción madre. Y si quieren algo más perverso, ahí está el pelotazo de Shatner provocaerecciones. Y el bueno de Jarvis, sonriente con sus gafas de pasta, observando cómo va creciendo su cuenta corriente. ¿Todavía es gente normal?