A finales de 2010, año y pico después de arrancar La Inercia, publicamos algo parecido a un manifiesto donde decíamos: “Esta web está ideada para escribir exclusivamente sobre Nacho Vegas” (también en nuestro programa político estaba enviar a Vegas a Eurovisión). A lo mejor era una exageración, pero dudamos que hayamos escrito más sobre otro músico. Vegas ha sido durante varias décadas uno de los pegamentos que unen a la cúpula de La Inercia, y ahora que saca disco nuevo nos reencontramos para comentarlo (desde hace unos cuantos lanzamientos, eso sí, con miedo) y, al final, renovar votos. ‘Mundos inmóviles derrumbándose’ nos han picado y nos tenemos que desquitar con otra playlist en nuestro Viernes Culturales. Ahí van 14 canciones, 7 elegidas por Adrián y 7 por Víctor, más un bonus track por cabeza sacado del nuevo disco, para descubrir (o volver a) el  mundo de Vegas.

Las 7 (+1) de Adrián

‘Brujita’

Sin ti está mal hecho el mundo.

Uno de los escasos temas de Nacho que se puede catalogar como una canción de amor más o menos convencional. Con ínfulas homicidas, sadismo y la certeza de que el futuro puede ser oscuro, pero convencional en cuanto a que es una oda a un ser querido. Contiene uno de mis versos favoritos de Vegas -aunque en realidad no es suyo, pues ‘Brujita’ es un poema de Ángel Guache– que encandila por su sencillez: “sin ti está mal hecho el mundo”.

‘Gang Bang’

“Si no pierdes al fin la razón sabrás que no hay más que una solución: ¡castración!”

Alguien la describió como un “vals para perturbados” y me veo incapaz de mejorar esta definición. Es una de las composiciones más evidentes de su repertorio, una pesadilla sórdida con un sugestivo acordeón en bucle sobre un ser incapaz de contenerse ante la tentación, y eso suele ser un problema cuando se escoge Ámsterdam como destino vacacional.

‘Noches árticas’

“Escucha en la oscuridad cómo resuenan las cajas de música. Inténtalas parar.”

¿Qué son las noches árticas? ¿Noches solitarias? ¿Noches frías? ¿Noches silenciosas? Sospecho que en realidad se refiere a noches repletas de polvitos blancos alineados en una mesa  -al fin y al cabo, Nacho ya dedicó una canción a esa droga aludiendo a su color-. Hipnótica donde las haya, principio perfecto para un disco imperfecto, siempre será la canción que me acompañó en algunas de las noches más árticas que me tocó vivir.

‘En la sed mortal’

“Y Dodó me observa, y yo le oigo rezar así: perdón por existir.”

Una de esas piezas larguísimas, casi infinitas, sin estribillo y de pluma selecta que Nacho se sacaba de la manga con aparente facilidad en sus primeros discos. No es tan imponente como ‘El ángel Simón’ ni tan canalla como ‘Historia de un perdedor’, pero es una de mis favoritas por absurda, por fascinante, por graciosísima, por Dodó, por el viejo que ha resuelto el misterio de la Santísima Trinidad, por la tierra y el agua y el fuego y la polución.

‘Las inmensas preguntas’

“Viví, sufrí y amé. Vale, ¿y ahora qué?”

Los Siniestro Total -grupo fetiche de mi adolescencia- se pusieron el disfraz de existencialistas cuando cantaron aquello de quiénes somos, de dónde venimos, adónde vamos. Las inmensas preguntas de Nacho no son tan trascendentales, pero también tienen una difícil solución. Se cuestiona nuestro venerado cantautor que qué nos queda cuando hemos amado, sufrido y vivido, y una posible respuesta, aunque no sé si le convencerá, es volver a escuchar esta canción una y otra y otra vez.

‘Ocho y medio’

Trato de encontrar una salida, pero no recuerdo ni por dónde hemos entrado aquí.”

Jamás una gotera dio para tanto. De título felliniano, pero en las antípodas del carácter festivo del italiano, ‘Ocho y medio’ es un compendio de imágenes (puñaladas) impregnadas de tristeza, desolación y muerte: el ángel llorando desconsolado, el pájaro gris, azul e inerte, la mancha en el colchón. Pobre Nacho: esa ruptura realmente debió doler.

‘Nuevos planes, idénticas estrategias’ 

“Y tengo un ambicioso plan: consiste en sobrevivir.”

El Nacho Vegas de ‘Desaparezca aquí’ es uno de mis favoritos: lúcido con la pluma, desatado en lo musical y con un sentido del humor finísimo. Virtudes que aparecen por separado en algunas de sus canciones y de manera conjunta en ‘Nuevos planes, idénticas estrategias’, un potencial hit en un mundo paralelo mejor que el nuestro. Es un crescendo continuo, trompetas y la la las mediante, con frases y escenas memorables que nos recuerdan que, como cantó el propio Nacho, “gente nace y gente muere cada día, los demás nos limitamos a estorbar”.

Bonus Track: ‘Ramón In’ 

“Sólo el viento gemía el día en que Ramón moría.”

Una vez escribí una carta a Nacho y le expliqué cómo sufrí por su metamorfosis en cantautor revolucionario. Nos dimos un tiempo, no sin dolor, hasta que llegó ‘Ramón In’. Más allá de la siempre estimulante influencia coheniana -a mí me recuerda a la preciosa ‘Joan of Arc’- me invadió la sensación de que estaba escuchando al Nacho de siempre, al de los antiguos discos, aquel que me emocionaba con facilidad. No sé si ‘Ramón In’ es el inicio de un nuevo ciclo o una canción más, y ya está. En todo caso, alzo mi copa hacia el cielo en un brindis por el Nacho que jamás pensé que volvería.

Las 7 (+1) de Víctor

‘El fulgor’

“Dimos forma a una extraña y hermosa y violenta canción.”

Las drogas siempre me han parecido un hobby aburrido y los drogadictos, gente poco memorable. El alcoholismo no es para mí y nunca tuve demasiada paciencia con el malditismo. ¿Por qué, entonces, mi devoción por Vegas? Escucho por milésima vez ‘El fulgor’ y lo tengo claro: por lo literario, por las estructuras que se expanden y desbordan, por la experimentación sonora y, quizá especialmente, porque usa todo eso para poner el dedo en un fondo de tristeza inefable que (creo) llevamos todos dentro. ‘El fulgor’ bien podría ser el himno del “pesimismo cósmico” del que habla el filósofo Eugene Thacker y describe con precisión las mejores canciones de su autor: extrañas, hermosas, violentas.

‘Canción del palacio #7’

“Y vivo así en mi palacio de papel, se está bien aquí, se está bien.”

Yo, que tengo como icono la torre de Montaigne, que envidio el retiro de Kamo no Chômei o Ramon Llull, que, como Sloterdijk, me resisto al bombardeo de la actualidad y que, en resumen, quisiera vivir en una biblioteca como hizo Umberto Eco, me siento reconfortado en el palacio de papel de Vegas. Es un refugio vulnerable para vulnerables, un lugar de resistencia y fragilidad en el que no cabe el cinismo. Se está bien aquí.

‘El salitre’

“Y ¿cómo recomenzar cuando hay tanto ayer aquí en mí?”

Una canción de ocho minutos que crece y estalla en lugar de repetir versos y estribillos, que huele a mar y a Moby Dick y que contrapone la dureza de vivir con un vitalismo tapado, hablando de avanzar por las derrotas que nos quedan por vivir: te lo compro todo, Nacho.

‘Hablando de Marlén’

«Adiós, Norteña, olvídame» …

En sus últimos discos, Vegas se dedica a retratar con desprecio a perfiles que no le gustan; antes, reservaba el desprecio para sí mismo (como en su gran himno, ‘El hombre que casi conoció a Michi Panero’, que sospecho que ni Adri ni yo hemos seleccionado porque ya es incuestionable) y escribía con compasión de los invisibles, de los torcidos, de los que viven y mueren a los márgenes. Marlén, como Ezequiel en ‘Maldición’, es uno de los habitantes más memorables de esa Norteña en la que Vegas ambienta muchas de sus ficciones, protagonista de una canción-relato que es toda rabia y ternura. Un cuento pequeño, triste y social.

‘Perplejidad’

“Como siempre culparé al destino porque de otro modo dime, ¿cómo si no lo podría afrontar?”

Primero, y para sorpresa de todos, qué bien le sienta a Vegas un coro infantil. Segundo, qué bien tener un himno para los que nos reconocemos perplejos, especialmente en estos tiempos de certezas furiosas y líquidas. Cada vez que no entiendo nada, y me pasa cada vez que por desgracia me cruzo un periódico o asomo a Twitter, suena este estribillo en mi cabeza.

‘La pena o la nada’

“Y entre el dolor y la nada elegí el dolor.”

Con una cita (parafraseada) de Faulkner, Vegas compuso uno de los mejores temas de ‘El tiempo de las cerezas’, un disco que fue todo un acontecimiento en esta santa casa. Vivir es elegir el dolor, esto es, aceptar que todos lloramos en algún momento como el negro escuchando a Van Zandt cantar ‘Waiting Around To Die’ (¿se ha cantado algo más bonito que eso?). En su momento creo que me quedé más con la pena, pero 15 años después la canción me parece casi un amor fati enérgico: elegir el dolor es hacerse cargo, aceptar que nos atañe a todos y no nos hace especiales a ninguno, y seguir contra la nada. Escuchando los mejores momentos de los nuevos discos de Vegas, creo que él ha tenido una evolución similar, y me alegro por él.

‘El ángel Simón’

“Ahora estoy cansado y hasta tengo miedo de mi propia vida y sé que lo tendré toda la puta vida.”

Poco antes de la mitad de su primer disco, ‘Actos inexplicables’, Vegas nos golpeó a todos con una de las mejores despedidas que se han cantado, un adiós que ni logra ni intenta resolver los conflictos del amor y el resentimiento, el trauma y el cuidado, de las cosas que se quedarán para siempre por resolver. Como no hay certezas, Vegas escribe, y le vuelve a quedar un himno perplejo, rabioso y tierno, una canción extraña, hermosa y violenta.

Bonus track: ‘El don de la ternura’

“No hay victoria que sea final ni derrota total.”

Abre con las cuerdas de ‘Lo que comen las brujas’ y parafrasea un verso de Raymond Carver y está cantada con cuidado, como quien maneja algo valioso y frágil. No sólo es mi canción favorita del nuevo disco de Vegas: la pondría en mi lista de esenciales. ¿Por qué, preguntaba arriba, mi devoción por Vegas? Por esa mezcla de tristeza, vulnerabilidad que no se esconde y vitalismo sobrio y escondido, una mezcla que ahora suena más plácida y calmada que nunca. En el fondo, Vegas siempre ha sido un blando y tierno, y como blando y tierno que soy nunca me podré alejar del todo de su música.