Veo la ilusión en la cara de Raúl antes de hacernos la foto con Paco Loco. Paco Loco, un imprescindible; músico de, entre otros, Australian Blonde y Paco Loco Trío y productor de casi todo el indie que vale la pena (Lori Meyers, Maga, Tachenko, Nixon, Joaquín Pascual, Bunbury, ¡Nacho Vegas! La lista es interminable). Paco se interesa por La Inercia y nos pregunta por esta crónica; sólo por eso ya subimos de nivel. Quién nos lo iba a decir esta mañana; la noche acaba en alto.
Paramos a Francisco de Borja Laudo Lapetra, o Bigott, de camino a la barra y le felicitamos por el concierto, por el sonido, por la energía. La fama de extravagante le precede (intenten leer una entrevista suya) pero él responde con alegría y algo de timidez, «qué bien, qué bien», y sonríe. Le dejamos atender a los fans y nos dirigimos a Paco Loco, en busca de la captura de la noche.
«¿Qué, qué os ha parecido?», pregunto a Raúl y a Enrique. Raúl conocía algo a Bigott, Enrique ha venido a ciegas. Están satisfechos, hasta entusiasmados. Hacemos comparaciones, hablamos del regusto a Jack Daniels y polvo del camino y pijadas así.
La banda al completo sale un par de veces más a hacer los bises de rigor, tradición que nunca dejará de sorprendernos. Raúl y yo intentamos imaginarnos a Beethoven haciendo lo mismo en su día, mientras sobre el escenario el zaragozano se ventila los hitazos que le faltaban para dejar al respetable extasiado del todo. No han faltado ‘Dead mum walking’, ‘Sparkle motion’, ‘Pachanga’ o ‘She is my man’.
El vivo ha acabado en un tiempo estándar (aún faltan los bises), pero sorprende la cantidad de canciones que han pasado por las tablas: parece que una de las especialidades de Bigott es liquidar los temas cuando aún están en alto, casi bajo el mandado punk del minutotreintaysiete. El último disco dura unos veintiséis minutos, y aquí pasan a toda prisa, sin discursos entre tema y tema. A por faena.
Bigott se marca algún bailecito estrambótico, de frontman sin complejos. La banda suena engrasadísima, compenetrada, los acompañamientos vocales femeninos son una delicia atmosférica, ¿y ahora Paco Loco toca un triángulo? No falta de nada, salvo una planta rodadora seca (¡tumbleweed!) que nos termine de llevar a Arizona.
El concierto empieza como un disparo, y no va a parar. La energía a ratos luminosa, a ratos cínica, siempre contagiada del americana más clásico, irradia desde los primeros acordes.
Sale Bigott a escena, el último, como una estrella. Tiene pintas de borracho de Kentucky, de desollador de serpientes, de loco de pueblo fronterizo, de solista de banjo, con sus barbazas y su eterna mirada de sorpresa y pena. Es un personajazo y se siente agusto en él.
«¿Ése es Paco Loco?», me dice Raúl asombrado, señalando con la barbilla. ¡Vaya si lo es! Acabamos de llegar a La Vaquería y ya se nos alegra la noche. Nos colamos entre barbas y peinados raros (la barba parece haber sustituido a las gafas de pasta definitivamente), listos para lo que venga.
Cenamos en casa Raúl, Enrique y yo; intento convencer a los dos primeros para que se apunten al concierto. Raúl y yo acabamos de escuchar entero (y grabar para el podcast) el ‘Metal Machine Music’ de Lou Reed, y nos quedan pocas energías. Aunque Bigott podría ser una buena medicina para los daños sufridos.
Entro en el bar de siempre y me reúno con Raúl, dispuestos a tomar el café de la mañana y pegarle un repaso a los planes inercios. Sacamos lista de temas, de posibles entrevistados, hablamos del concierto de esa noche. Una mesa de redacción la mar de profesional, ya ven. Esta noche acabaremos sacándonos una foto con Paco Loco, centro de gravedad del indie hispano, pero eso aún no lo sabemos.
V the Wanderer