Se trata de un recurso fácil y gastado, un cliché en mayúsculas y con todas las letras, y pese a todo todavía es una imagen poderosa. Su elemento central es un corcho -mejor si es una pared- atiborrado de fotografías, documentos y retales varios, unidos entre sí por hilos que intentan establecer un vínculo donde a priori sólo existen elementos inconexos, convertir un collage disparatado en la pista definitiva que permita a su creador encontrar la solución al enigma -generalmente un asesino o el capo de alguna trama corrupta-. Existen dos modelos de persona que pueden llevar a cabo esta metodología: policías desesperados pegados a una botella que se obsesionan en demasía con un caso que no consiguen resolver, y lunáticos amigos de la conspiración que creen a pies juntillas que la verdad está ahí fuera. 

El protagonista de ‘A hand with many fingers’ no es ni uno ni otro, más bien todo lo contrario: un archivista que pretende resolver un episodio intrigante que tiene lugar durante la Guerra Fría sumergiéndose entre las cajas de cartón llenas de documentos clasificados de la CIA. El juego de Colestia es algo así como un thriller sosegado, que sustituye la espectacularidad y los grandes giros de guión por la comparación de documentos, la lectura atenta de fichas y la búsqueda obstinada de combinaciones de nombres, lugares y fechas que puedan tener un significado más allá de las apariencias. ‘A hand with many fingers’, que tiene algo de ‘Papers, please’, es en definitiva un antithriller que reivindica la figura del funcionario gris a la hora de resolver el enigma más universal que existe: ¿quién lo hizo?