La maravillosa editorial Satori nos trae esta antología poética de Kaneko Misuzu, traducida, editada y prologada por Yumi Hoshino y María José Ferrada. Una poesía que realza la cotidianidad de la vida y consigue que el lector comparta sus pasiones. Es de esos libros que son bellos tanto por dentro como por fuera. Con una edición bilingüe que nos trae una versión en rōmaji
Al detenernos en el prólogo, nos impacta una historia trágica, marcada por la infidelidad, la enfermedad y la vocación frustrada, que acabó en suicidio en 1930, antes de que Misuzu cumpliera 27 años. Esto no hace más que darle valor a su precioso trabajo. Si puedes crear belleza, pasándolo tan mal, solo debes recibir felicitaciones. Teru, que fue su nombre real, relató la cotidianidad de las pequeñas cosas, la hizo visible, bella. Algo que no deja de recordarme a la poesía de Walt Whitman, el poeta de lo cósmico.
Esta poeta es una de tantos artistas no reconocidos en vida. En el caso de Misuzu, los japoneses la descubrieron en 1984, después de una búsqueda de 16 años por parte de un poeta, Setsuo Yazaki, que la leyó por primera vez en 1966, cuando tenía 19 años. A partir de Yazaki, una larga cadena ha hecho posible que las palabras de Teru lleguen en castellano (y japonés) a una isla relativamente perdida del Mediterráneo, a este lector feliz. A todos los que lo han hecho posible, gracias.
Toni Frau Erchiga (@tfrauerchiga)