Qué nos gusta el innuendo. Poner aquí un «melones» o allá una referencia velada al coito. El sexo, como el amor o Slash, está en todas partes. En ese plátano de Camerún de macrofrutales proporciones. En esas bonitas rimas numéricas. En una vieja y un viejo que van para Albacete. En el ordinal y cardinal de esta entrada. En usted, en nosotros, en nuestros corazones. Van ahí tres temas con o sin subtexto eróticofestivo.

La elección de V the Wanderer

NICK CAVE & THE BAD SEEDS – O CHILDREN

Molaba aquello de traducir los nombres de figuras importantes a sus homónimos hispanos, universalizando sus logros y virtudes: Guillermo Shakespeare, Carlos Marx, José Luis Carod-Rovira, Arnaldo Schwarzenegger. A mí me hace especial gracia Nicolás Cueva, en tanto que pierde toda todita la bohemia urbana y la poética del australiano Nick Cave. Y es mucha.

‘O Children’ resume bien los ingredientes: chirridos, pianos y coros; nocturnidad, tristeza, derrota, lamento culpable; pérdida infecciosa como el sabor de la resaca, masticada a las tres de la mañana en el fondo de algún bar que no aparece en guías de viaje. Vida comida a trompicones, mal vivida pero al menos usada, desolación de superviviente, voz rota por las lágrimas y el whisky.

Nicolás Cueva puso con este temorro el punto y (definitivo) final a ese disco inmenso que es ‘Abattoir Blues / The Lyre of Orpheus’. El punto, también, a su traducción del mito órfico, esa historia de la inseguridad, el amor, la valentía, el egoísmo y el abandono, ese mapa del corazón humano. Virtudes y defectos universales en un tema que de tan logrado, tan perfecto, resulta doloroso e inextirpable.

(La curiosidad final: ‘O Children’ dio nombre también a la reformación de la banda ‘Bono Must Die’, que luego fue ‘Orphan’ y finalmente ‘O.Children’. Algún día puede que los vean pasearse por aquí, con sus hermanamientos de Cave y Joy Division.)

La elección de Raúl

VIVE LA FÊTE –  BAISER CANON

Todavía recuerdo la locura de concierto en Cambrils: aquel desmelene punk, un pitote guasón con la cantante huyendo del escenario, los músicos intercambiándose los instrumentos y el público subiéndose a tocar. Estos belgas son jóvenes, locos e irresponsables. Ya lo dice el explícito bautizo en galo del grupo, que hace las veces de manifiesto: viva la fiesta; y la pista de baile, los soniquetes sintéticos y el dance de plastilina. Luego, en el backstage, saludamos a los músicos, aunque se escabulló la cantante, la rubísima Eels Pynoo, responsable de ese no-sé-qué sensual y sexual que siempre da el francés, en un repertorio donde abundan las bases electrónicas y poperas.

Parece que los juerguistas Vive La Fête, artistas de la banalidad y la melodía, no están muy bien de la cabeza, y eso mola, o al menos motiva que se tomen el negocio en plan amateur o a sí mismos tan poco en serio. Está guay que a golpe de delirio escénico desmonten su supuesto glamour. Lo hacen también en esta movida y plástico-festiva canción más orgánica, más medio-tiempo y menos electrorock que de costumbre, donde gobierna un pianillo, los silbidos, los vientos, la voz desenfrenada, agudísima a veces hasta el falsete, de la tipa, que hasta tiene tiempo de ponerse a rapear. No sé si Cano le llegó a enviar por mail al teclista las fotos de aquel marciano post-concierto en los camerinos. Tampoco sé por qué recomiendo esta canción ligera, sin la menor trascendencia, neutramente hedonista, con la que está cayendo. Entretenido en la ingenuidad ando. Buscadme allí.

La elección de Withor

CREEDENCE CLEARWATER REVIVAL –  EFFIGY

La historia y el misticismo musical nos hace creer que hay ciertas bandas cuyo legado debe ser conocido por todos. Grupos míticos cuya discografía habría que conocer. Canciones que amar sin concesión a rechistar ni reprobar. Los Creedence Clearwater Revival (mola más ‘los Credence’, pero hay que respetar) bien podrían formar parte de este universo tan restringido como codiciado.

Sin embargo, por razones que se escapan de mis facultades, nunca hasta ahora había hincado el diente a los hippies. Y eso que son el grupo favorito del Nota. Quizás su aura mítica entre los powerflower me echó para atrás. O quizás la sensación de ser una referencia, pero minotaria. Sea como sea, una cosa esta clara: Creedence Clearwater Revival debe ser una de las bandas míticas con menos canciones popularmente conocidas. O eso me parece a mí.

La situación cambió a principios de esta semana. Cuando yo ya ni los recordaba. Pero alguien me dijo: ‘Oye, pon los Creedence’. Dudé. Son muchos años. Caía un mito. Play. ¿Qué me encuentro? Pues que el Nota tenía razón. Un aire sesentero que enamora, unas guitarras de las que yo no se escuchan (tópico!!!!) y, lo más importante, sus canciones te impregnan de una cierta sensación de paz, de música que ya nunca volverá a ser compuesta, de una década que jamás volverá. El misticismo, pues, está justificado. Me doy por vencido. A partir de ahora, entro en el selecto grupo que pasará a conocerlos como ‘Los Creedence’.