La revolución será musical o no será, y no será televisada, y sí será tweeteada, y puede que por una vez escape de las canciones de ska y pise las calles. La revolución, pese a esperada, nos pilla con estos pelos y nos obliga a recuperar himnos utópicos y manoseados. La revolución, como Alejandro Sanz, puede ser o no ser, pero ahí la tienen.

Salta un lunes a los trending topics de Twitter como una lluvia de agosto y lo hace bajo el nombre de #spanishrevolution. El hashtag es llamativo y exagerado, hijo de Wikileaks, Anonymous y toda esa vaina, pero funciona. Yo, que llevo tiempo envidiando a los islandeses, me alegro. Como dice el amigo Javi, lo malo del exilio es comprobar que fuera se vive mejor.

Enseguida toma los medios y las radios desempolvan a Labordeta, Ismael Serrano o Amaral entre llamadas de optimismo recién descubierto. Serrano me amuerma pero ‘Canto a la libertad’, como siempre, me conmueve mogollón. Qué grande el de la mochila, qué faltos de personas universales nos estamos quedando en la península. Por ahí suena ‘The Times They Are A-Changin», ese himnazo.

Me enchufo ‘Children of the Revolution’ y miro las acampadas con curiosidad y fascinación. ¿De verdad estamos todos de acuerdo? ¿De verdad, en este sitio perdido de Europa en el que se discute sin escuchar en bares y sofás, la gente se une con un mensaje común? Queremos una política limpia, representativa, activa, dicen. Decimos.

Aparco un pelín el escepticismo y voy con Jordi y Enrique a la acampada de Tarragona. Jaime me llama, entusiasmado; sus padres y él están al pie del cañón desde el primer momento. Andrés se pone el casco de guerra y se dirige a la embajada española en Londres con otros 300 Spaniards. Ahí vamos todos.

Miquel apunta ‘The Angry Mob’ de Kaiser Chiefs como tema motivacional y Carlos añade ‘Winds of Change’, con ese silbidito entre hortera y épico que aún hoy me deja dividido. La tarde del jueves Raúl y yo vamos a la playa, en #acampadainercia, a hacer ver que tocamos el ukelele y releer ‘Política de hechos consumados’ de Nacho Vegas, que pese a la sordidez excesiva no está tan mal como recordaba.

Luego aparcamos la revolución por asuntos más mundanos (Raúl, que ha de ser presidente de mesa, tiene que leerse un ladrillo. Yo tengo a la gata convaleciente). Isma, de Extracto de Lúpulo, pasa la noche en la Plaça de la Font. A la tercera vez que unos borrachos le despiertan a gritos, recoge los bártulos y decide acampar en su puta casa.

El viernes vamos a la plaza una buena tropa en comandita. La reunión se abre con una chirigota que de lejos suena muy estándar y luego lo de los otros días: el sindicalista, el okupa, los gritos y las arengas a la tropa. Los que estamos a más de dos filas no oímos una mierda, se vota a mano alzada y se añade lo que sea (¿prohibición de los terremotos?) al manifiesto. Antes de ir a dormir, escaldado, pillo a un tipo colgando carteles de Esquerra ya entrada la jornada de reflexión.

Empiezan a verse por las acampadas antisistemas, perroflautas y manifestantes de oficio; la cosa peligra. Mientras todos miran a Sol con alegría, se paren asambleas (que sustituyen el voto por el aplausómetro), comités, manifiestos. Muchos han oído «revolución» y han sacado a pasear sus paranoias privadas.

Se habla de legalizar la marihuana o abolir el ejército o echar al Rey: propuestas muy realistas en las que todos estaríamos de acuerdo. El Comité de Feminismo exige el aborto libre y gratuito. Otros que se prohíba. Los de Horticultura (digo yo) plantan un huerto en mitad de la plaza. Se jodió el invento.

Pronto el «no nos representan» pasa de hablar de los políticos a los acampados. El bombardeo de disparates crece y me indigno con los indignados. A Especialistas Secundarios les gustaría el giro. Recuerdo que vivo en la tierra del «conmigo o contra mí», en la patria que hizo del ataque al vecino su patrimonio y de los tertulianos vociferantes sus portavoces. Ah, qué pereza.

Ya en jornada electoral, Enrique y yo vamos a ver a Raúl, postrado tras una sosísima mesa electoral. Vamos a seguir dilapidando nuestra fortuna en cafés con leche y nos cuenta que todo está aburrido, predecible. El resultado de las elecciones me amodorra tanto como el delirio ombliguista de las acampadas. La revolución se pasa de revoluciones o se queda corta.

Mensage rebolucionario en el muro de una acampada: abajo la RAE

Llega la semana después y los del retiro okupa siguen ahí, cambiando peticiones sensatas por comunas cerradas, pero no todo está perdido. Algo hemos hecho, algo ha debido de quedar claro. Pérez Reverte y Punset, poco perroflautas ellos, aplauden el movimiento. Tal vez sea esta la semilla de una sociedad formada, analítica, cívica, de unos políticos ejemplares y honestos (los hay: puedo decir que conozco a varios. Falta que sean la norma, no la excepción).

A lo mejor vamos camino de esto, quién sabe. Yo, por si acaso, ya he propuesto al comité de Cultura añadir al manifiesto una reivindicación antigua, pero necesaria: el año que viene, Nacho Vegas a Eurovisión.

V the Wanderer