Por si las decenas de listas de lo mejor de 2014, de resúmenes del año, de felicitaciones y de mensajes cuñadiles por Whatsapp no se lo han dejado claro, el año se acabó. Por aquí somos muy tradicionales y lo despedimos brindando, viendo competiciones de gossos d’atura por la tele con resaca y con mogollón de buenos propósitos. Vale, tres buenos propósitos. Y quizá no sean buenos. Con tres propósitos. Bueno, mejor sugerencias o ideas que propósitos firmes. Eso, con tres ideas. Feliz año nuevo.
El propósito de Withor
LA FEMME – ‘NOUS ÉTIONS DEUX’
¿Un propósito para 2015? Seguir descubriendo, aunque sea de tanto en tanto, canciones tan buenas como ésta.
¿Un deseo (factible) para 2015? Seguir descubriendo, aunque sea de tanto en tanto, canciones tan buenas como ésta.
¿Un deseo (algo menos factible) para 2015? Seguir descubriendo, aunque sea de tanto en tanto, canciones tan buenas como ésta (y que ustedes las disfruten al menos tanto como yo).
El propósito de V
JULIO IGLESIAS – ME OLVIDÉ DE VIVIR
Yo ya tengo la vida más o menos montada y no quiero cambiar demasiadas cosas, a no ser que pudiera pedir pasarme el ‘Battletoads’. Mientras eso no suceda, afronto los años nuevos con la misma idea: dejar de hacer cosas. El problema de nuestras vidas no es que nos falten actividades nuevas, es que hacemos demasiadas. El 2014 lo empecé queriendo dejar de correr y, tras acabar una maratón en enero, casi lo conseguí. Para dejar de comer carne acabé con dos o tres granjas de cerdos. Este año que empieza me gustaría dejar de leer noticias, dejar Twitter, a lo mejor hasta echarme al monte digital y cerrar mis perfiles de Facebook y MySpace (algunos todavía mantenemos la llama). Bajar persiana y acallar a los otros y sus infiernos, impedir de una vez que la actualidad mate el presente. Quiero, en resumen, leer menos, que cada vez me suena más parecido a leer mejor.
El propósito de Raúl
PABLO CABONELL – EL ÚLTIMO MONO DE LA NASA
Hay quien sostiene que, en realidad, nuestro año vital-mental comienza en septiembre y no en enero. Quizás por la reminiscencia escolar, los buenos propósitos deben lanzarse cuando empieza el cole y llegan los fascículos. No creo demasiado en fechas separadoras ni en hitos puntuales; o sí creo, vamos, pero a posteriori. En la vida, igual que pasa en la Historia, habría que decretar los finales de etapa con 20 o 30 años de retraso, o un par de siglos con los que tener perspectiva para decretar, en ese continuum, cuándo acaba la Alta Edad Media y empieza la Baja. Con toda esta indolencia, ya sabrán que aquí a modestia no nos gana ni Dios: tenemos suficiente con: 1) pasar el tiempo de forma entretenida; 2) seguir porfiando, si se puede, en la brecha del terrorismo intelectual; y 3) estancarnos en vidas felices, con cotas de gloriosa mediocridad, y no desdeñar la involución. (y, el objetivo más factible de todos, aquel viejo sueño de Adri: 4) ser futbolistas internacionales por Italia, jugar la final de un Mundial y que nos expulsen por macarras).