Los estudios científicos siempre han tenido su hueco en los medios de comunicación. De vez en cuando asomaban la cabecita en la prensa, como sucede con el inicio de las rebajas o los temporales de frío y nieve. Y es lógico que así sea, porque si hay investigaciones interesantes que pueden cambiar nuestras vidas qué menos que dedicarles una noticia. Que el trabajo de los científicos goce de un cierto espacio mediático en los medios generalistas es por lo tanto necesario. No obstante, en los últimos años, coincidiendo con la banalización del periodismo y la era del infotainment, la cuestión se ha sobredimensionado hasta el punto de que prácticamente a diario algún estudio científico se cuela entre las noticias destacadas del día.

Tan solo hay que echar un vistazo a la prensa digital o al timeline de Twitter. No es complicado encontrar alguna información relacionada con el resultado de una investigación. El titular «Un estudio científico demuestra que» se está convirtiendo en un clásico, casi una muletilla, al mismo nivel que «X revoluciona las redes». La investigación científica nunca había tenido tanto protagonismo, y sin embargo la ciencia jamás había sido tan maltratada. La ecuación es aparentemente contradictoria, pero es fácil de resolver si añadimos el elemento restante: la trivialización de la ciencia. Si estos estudios están triunfando e interesan a todo el mundo no es porque la sociedad haya adquirido de repente un alto interés en la investigación científica, sino porque los medios de comunicación han convertido la ciencia en algo superficial, equiparándola al mismo nivel que el fútbol o los cotilleos. La ciencia no es entendida como desarrollo humano, sino como puro entretenimiento.

Si los estudios científicos se reproducen como cucarachas en los medios (principalmente los digitales) es por una razón muy simple: dan muchas visitas ya que tienen facilidad para convertirse en virales. Los diarios online no entienden de códigos deontológicos, sino de visitas y clics. Y si el público está ávido de estudios, ellos se los proporcionarán, aunque haya que dejarse la ética periodística y el respeto por los expertos por el camino. Y es que en estos artículos el rigor científico es lo de menos. Y no hay ningún problema en ocultar una parte de las conclusiones de la investigación para conseguir un buen titular. Si debemos desconfiar de todas las noticias relacionadas con estudios que aparecen en los medios es precisamente porque el tratamiento de la información no está supeditado a su verosimilitud científica, sino a los titulares atractivos y contenidos entretenidos. Volvemos a la vieja máxima de las leyendas urbanas: que la verdad (o, en este caso, la exactitud y la seriedad de una investigación) no estropee una buena historia…prensa2

Pero… ¿cómo hemos llegado hasta aquí? ¿Por qué las noticias relacionadas con estudios científicos son un éxito mediático y las personas están tan dispuestas a leerlas y compartirlas? ¿Por qué nadie se plantea la veracidad de la información? Aquí van algunas de las claves:

Titulares llamativos: El titular es el elemento más determinante para que el usuario decida leer o no la noticia. Si éste es llamativo, la probabilidad de que entre en el artículo aumenta considerablemente. De ahí que la mayoría de noticias relacionadas con estudios científicos busquen los aspectos más sorprendentes y curiosos. Ejemplos (todos son reales): «Mirar los senos de una mujer por diez minutos al día prolonga hasta en 5 años la vida de los hombres», «Hombres con penes grandes son más propensos a que les sean infieles, según un estudio», «Ver deporte en televisión es bueno para la salud»,  “Un estudio demuestra que las mujeres mayores de 25 años no atraen a los hombres”, «Un estudio revela que el chocolate negro puede ayudar a adelgazar».

El problema de esta práctica no es tanto llamar la atención, que sería algo hasta cierto punto justificable, sino el hecho de que en muchas ocasiones el propio texto de la noticia matiza lo que se expone en el titular. En algunos casos, incluso, lo desmiente (que la verdad no te estropee un buen titular). En la mayoría de ocasiones el titular es una conclusión secundaria dentro del estudio, que está dedicado a otro asunto. Y así, con una elegante pirueta, volvemos a uno de los principales problemas del periodismo actual: convertir la anécdota en noticia, y la noticia en anécdota.

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La ciencia es incuestionable: Si tantos usuarios comparten estas noticias en sus redes sociales es porque están convencidos de que son ciertas, ya que se basan en estudios científicos hechos por investigadores adscritos a universidades o centros de investigación. Es curioso cómo una sociedad tan poco interesada por la ciencia siempre concede a ésta el atributo de ser incontestable. Es el mismo caso que el de las personas mayores que jamás dudan de lo que sale en la televisión porque «si fuera mentira no lo dirían». Tendemos a atribuir a la ciencia la cualidad de ser incuestionable, cuando en realidad si ha podido desarrollarse a lo largo de los siglos ha sido porque los investigadores no han dejado de equivocarse una y otra vez.

Compartimos estudios científicos en nuestras redes sociales bajo la premisa de que «si lo dice la ciencia, será verdad», de la misma manera que se justifican los milagros de Jesucristo porque «si lo dice la Biblia, será verdad», lo que no deja de ser perversamente irónico. Esto deja traslucir que somos una sociedad con un pobre espíritu crítico y con tendencia a la ingenuidad, y eso explica muchas más cosas de las que creemos.

Estudios adaptados a las necesidades de las personas: Las noticias sobre estudios científicos son como nuestras abuelas: siempre nos dicen lo que queremos escuchar. Hay tantísimas investigaciones y tantísimas conclusiones sobre ellas que cualquier persona que habita en el mundo, sea cual sea su contexto y sus circunstancias, puede encontrar un estudio que se adapte a lo que necesita. ¿Estás acomplejado por tu obesidad? Tranquilo, porque un estudio científico asegura que los gordos son mejores en la cama que los delgados. ¿No te gusta hacer la cama? Cojonudo, porque según un estudio es antihigiénico ya que los ácaros se deshidratan y mueren. ¿Odias a la gente que escucha reggaeton? Normal, porque según un estudio son un 20% más estúpidos que la media. Y así con todo.

Por eso los estudios científicos son tan populares en las redes sociales. Refuerzan nuestra opinión, aportan un punto de vista positivo sobre nuestros traumas, facilitan la empatía con aquellos que piensan como nosotros, etcétera. Cómo no voy a compartir un estudio en mi muro de Facebook que demuestra científicamente aquello que yo vengo defendiendo toda la vida. Y sí, lo más probable es que exista otra investigación que contradiga a ese estudio, pero eso ya es otra historia…

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La revolución de los estudios científicos ha implosionado con tanta fuerza que incluso la revista Science redactó en 2014 un documento titulado «20 consejos para interpretar afirmaciones científicas» con la intención de facilitar la comprensión de los resultados que se exponen en este tipo de noticias (y fomentar, ya de paso, la lectura crítica). El Cuaderno de Cultura Científica los adaptó posteriormente para hacerlos todavía más sencillos. Los consejos son de corte clásico pero muy interesantes: tener en cuenta las mediciones y el tamaño de las muestras, vigilar la extrapolación de datos y las generalizaciones, o un factor tan básico como es que los científicos son humanos, con todo lo que ello conlleva (pueden equivocarse o tener algún interés en que los resultados de la investigación vayan hacia una u otra dirección). Science no olvida uno de los clásicos errores que cometen los medios de comunicación cuando analizan resultados científicos: que la correlación de dos hechos no siempre implica causalidad, y por eso que los gordos sean unos grandes amantes o que los reggaetoneros sean más estúpidos que la media son afirmaciones que debemos poner en duda (aquí está muy bien explicado).

En definitiva, sospechemos de todos los estudios científicos que aparecen en los medios, aunque nos hagan sonreír, vayan en beneficio de nuestro aspecto físico o carácter, o demuestren que nuestra opinión es la correcta. Dudemos de manera sana y natural, sin caer en la negación absoluta; dudemos con el único objetivo de no caer en la trampa de la mentira. Desconfiemos, en fin, de todo, incluso de esa investigación que sueño que alguien lleve a cabo algún día cuyo titular en los medios sería, creando una paradoja que rozaría la perfección, «Un estudio científico demuestra que hay que desconfiar de los estudios científicos que aparecen en los medios».