Una ejecutiva de Netflix, que parece sacada de una secuela descartada de Zoolander, define el producto de su plataforma como «gourmet cheeseburger». «Mid» es un insulto común en redes. Wednesday, Avatar, The Last of Us son algunos de los títulos más exitosos del año. Lo tibio, lo mediocre, lo meh domina nuestra cultura, y parece que por fin el mundo entero empieza a pillar lo que aquí llevamos diez (ojo, ¡diez!) ediciones reivindicando: que lejos de llevarnos las manos a la cabeza, deberíamos celebrarlo. La verdadera foto del año está en lo montonero y ahí vive el espíritu de nuestros tiempos, ahogados en contenido, en bailecitos de TikTok y en textos generados por programas avanzados (mal llamados IAs) que no se distinguen de los humanos porque nos hemos acostumbrado a que los humanos escribamos mal. Aquí van unas cuantas películas, series, juegos y cómics que dan buena cuenta del momento cultural que nos ha tocado vivir.

Antonio Loriguillo (Animelario)

· SERIE: FROM (John Griffin). ¿Un enclave al que va a parar gente sin un lugar en el mundo y del que nadie puede salir? ¿Una amenaza cambiaformas que acecha a los humanos al anochecer? ¿Saltos en el tiempo sin más justificación que crípticos rituales? Pese a lo estimulante de la premisa, lamentablemente FROM no toma la vía buñuelesca y sí al abramsiana (que no lindelofina). No hay más que ver la carusa más y más crispada de Harold Perrineau (el Michael de Lost, protagonista aquí) a lo largo de los diez predecibles episodios. Su rostro parece contraerse más de lo que requieren algunas escenas, como si se estuviera preguntando continuamente si lo que verdaderamente está en un bucle sin aparente salida es su carrera.

· DOCUMENTAL: Salvar al rey (Santi Acosta). 2022 ha sido un buen año para el subgénero true crime monarquía española edition. Al margen del siempre oportuno enjabonamiento con dinero público de alguna tele autonómica y de los reportajes-rosa de larga duración de Mediaset sobre la reina y sobre una infanta y su ex marido -con el fantástico título de Cristina de Borbón, rota de amor-, este año parece marcar el inicio de un redoble en la atención mediática a las responsabilidades del rey emérito. Los Borbones: Una familia real (Aitor Gabilondo, ATRESmedia: 2022) y Salvar al rey no cuentan nada nuevo. Su narración no es innovadora ni memorable (si acaso sí que genera cierta disonancia ver ahora indignados a tertulianos profesionales que llevo viendo en televisión desde que yo tengo recuerdo), pero dada la cantidad de barrabasadas por glosar de manera ordenada y dada la ausencia de referentes producidos en España se trata de un título mencionable. Larga vida y prosperidad a esta vía de investigación.

· ANIME: Bleach: Sennen Kessen-hen (Tomohisa Taguchi, Pierrot). La sorprendente vuelta de Bleach al anime tras más de una década de parón comienza de forma arrolladora en lo visual. La mano de Tomohisa Taguchi se deja notar en un montaje sin piloto automático y en las excelentes secuencias de acción de la pelea Yamamoto/Yhwach y el tan esperado duelo a muerte entre los Kenpachis. Pero parafraseando al cronista deportivo del año, Bleach es Bleach y el argumento centrado en los orígenes del acélguico Ichigo -culebrón más propio de Amar en tiempos revueltos que de un (otrora) puntal de la Jump– acaba por pesar más que la verdadera fortaleza de la franquicia: el diseño de personajes de Tite Kubo. La adaptación continúa en julio con una segunda temporada, un hecho que me provoca la misma satisfacción que tener pan congelado un domingo con todo cerrado.

· PELÍCULA: Don’t Worry Darling (Olivia Wilde). El mind-game thriller siempre entraña un riesgo innegociable: que toda la carpa de expectación levantada con cada una de las lagunas de saber de sus protagonistas se venga abajo por una resolución burda. El mundo de ficción que proponen Wilde y la guionista Silberman es atractivo, sus misterios/imágenes intrigantes y los momentos más coenianos son disfrutables gracias a un casting inmejorable. Una auténtica lástima que la resolución, como en el caso de FROM, siga sin encontrar caminos más estimulantes que los que llevan proponiendo desde hace más de una década series tan populares como Black Mirror o Westworld.

Víctor Navarro Remesal (Miriorama)

· PELÍCULA: Sonic the Hedgehog 2 (Jeff Fowler). Al final el Sonic feo tuvo su momento de gloria en 2022 gracias a Chip ‘n Dale: Rescue Rangers, así que los que lo defendemos podemos enfrentarnos a Sonic 2 sin mucho rencor ni añoranza y disfrutar de una cinta familiar hecha con plantilla de hace 20 años, con unos muñecos animados correctos y un porcentaje sorprendente de metraje dedicado a una boda en Hawaii. No es lo peor que se ha hecho de Sonic este año.

· PELÍCULA: The Lair (Neil Marshall). ¿Te acuerdas de The Descent? ¿Eh, Neil Marshall, te acuerdas de cómo hacer un clásico del terror contemporáneo que no necesita ser elevado y abandonar las virtudes de su género? ¿No? ¿Y de Dog Soldiers, aquella peli carpenteriana tan maja y divertida con la que te conocimos muchos? ¿Tampoco? Bueno, al menos en The Lair intentas darle vidilla a las pelis de monstruos ambientándola en Afganistán. Te ha quedado una fiesta de clichés sin gracia, casi una parodia; una cosa que parece de Paul WS Anderson, pero sin el porcentaje de locura a la Uwe Boll que hace que el amigo WS merezca la pena. Te ha quedado otra medianía: te vamos guardando sitio en el panteón de LoPutoNormal.

· SERIE: She-Hulk: Attorney at Law (Jessica Gao). Tras tocar techo en diciembre de 2021 con Hawkeye, las series de Marvel han pasado en 2022 a ser un suelo fértil para el mínimo esfuerzo, el amateurismo y la autocomplacencia. She-Hulk no es la peor de ellas (Miss Marvel) ni la más decepcionante (Moon Knight) y tiene un par de capítulos buenos (el de Wong y el de Daredevil) que suben el nivel hasta rozar el aprobadillo, y además sus capítulos son tan cortos que acaban antes de que uno pueda molestarse de verdad. Con todo, tiene mérito hacer una sitcom legal de superheroes que falle en el espectáculo, en el drama judicial y en la comedia.

· VIDEOJUEGO: SHOT2048 (Yuji Naka). Antes de ser acusado de chanchullos financieros y esquivar la cárcel por los pelos, Yuji Naka, el creador de Sonic, cogió un par de assets genéricos y se cascó una mezcla de 2048 con canicas para móvil. Sería justito como juego de estudiante pero me ha llenado buenos ratos de espera, y todavía de vez en cuando saco el móvil y disfruto de sus físicas lamentables.

· SERIE: Willow (Jonathan Kasdan). Willow encapsula de maravilla el espíritu de LoPutoNormal: una mediocridad reconfortante, ni bien hecha ni mal hecha, de la que no disfrutas pero que tampoco sienta mal poner un rato cada semana, como un lugar cómodo al que volver cuando uno no le pide más a la vida que no molestarse mucho. Actores pésimos en la línea de la fantasía épica moderna (Peter Jackson, ¿qué han hecho con tu legado?), paisajes bonitos, escenas de acción sin planificar ni ensayar, efectos genéricos y movidas de magos y espadas y reyes que todos nos sabemos. Ojalá una serie así de El señor de las bestias.

· VIDEOJUEGO: Return to Monkey Island (Ron Gilbert, Terrible Toybox). Décadas de idolatría al Autor para descubrir que sí, Gilbert tenía muchas ganas de volver a Monkey Island, pero ni él sabía para qué. Puzles normaletes, una autorreverencia que choca de frente con los cimientos mismos de la comedia y el ya manido giro de la paternidad en un juego que, sin embargo, es amable y vale para echar un par de ratos y acordarte del Mi Merienda y los 286. El final, atroz, da bastantes ganas de hacer literal aquello de la muerte del autor y pasarle la franquicia a alguien que sepa qué hacer con ella.

· VIDEOJUEGO: Mominesweeper (hap inc.). Cada juego nuevo de hap inc. es una alegría y a Mominesweeper le he echado mis buenos ratos felices, pero no nos vamos a engañar y negar que este estreno es tan sólo un Buscaminas tematizado. Lo cual no es poco, eh.

· PELÍCULA: Slash/Back (Nyla Innuksuk). La idea de un Attack the Block inuit en el Ártico justifica de por sí el visionado y hace que la peli caiga simpática todo el rato, pero le faltan pulso en el montaje y el blocking (seguramente, por un presupuesto muy limitado) y sentido del crescendo y el clímax (y para eso no hace falta dinero). Además, demasiadas veces tiene miedo de que el subtexto no se entienda y lo pasa al texto: sí, ya sabemos que la peli no sólo va de aliens sino de aceptar la identidad, las tradiciones de tu comunidad y la mandanga fina. No me insista y póngame más bichos con pellejo colgando, por favor.

· SERIE: The Book of Boba Fett (Jon Favreau). Star Wars ha sido una fiesta de irregularidad desde que se empezó a hablar de Universo Expandido y este año lo ha demostrado: nos ha dejado una de las mejores series de 2022 (Andor), y una de las peores (Obi-Wan Kenobi). En el medio ha quedado la que todo el mundo ha olvidado, Boba Fett. Yo la disfruté bastante por Temuera Morrison, los bichos, lo pulp y el toque cutrecillo de tebeo sin pretensiones que tan bien le sienta a Star Wars y tan poco quieren sus mega-fans.

· PELÍCULA: A Christmas Story Christmas (Clay Kaytis). Otra secuela tardía o legacy sequel, esta vez de una película inexplicablemente querida en Estados Unidos. A Christmas Story es un Cuéntame norteamericano donde todas las viñetas tienen poca gracia y están mal rematadas, y en ese sentido, A Christmas Story Christmas está a la altura de su original. Su humor blando y su nostalgia bobalicona, sin embargo, hacen que las dos se dejen ver. Aceptaría mañana mismo secuelas ambientadas en los 80 o 90.

· VIDEOJUEGO: Resident Evil RE:Verse (Capcom). Po fueno, po fale.

· SERIE INTERACTIVA: Trivia Quest (Daniel Calin, Vin Rubino). Siempre a favor de los quiz. Con Cat Burglar me lo pasé muy bien y este Trivia Quest, mucho más normalito, me entretuvo y me vino muy bien para clases de guión interactivo. Sigue por aquí, Netflix.

· ANIME: Thermae Romae Novae (Tetsuya Tatamitani). Las dos películas de Thermae Romae son de mis comedias contemporáneas favoritas (es que vaya conceptazo, tú) y el manga en el que se basa está más que bien. Novae debería estar igualmente bien, pues cuenta lo mismo, pero ése es el problema: ya nos lo sabemos y las dos versiones anteriores lo cuentan mejor. Además, ¿por qué Novae decide tomarse un relato sobre viajes en el tiempo entre la Roma clásica y el Japón moderno, centrado en los baños públicos, tan en serio?

· VIDEOJUEGO: God of War Ragnarök (Eric Williams, Cory Barlog, Santa Monica Studio). Hago trampa, porque no lo he jugado, pero en 2022 sí jugué el anterior, el cuarto God of War, y todo lo que he visto del quinto es indistinguible. God of War (4) es un juego muy espectacular, pulido y disfrutable sin el sentido del espectáculo desquiciado de su saga, con las mismas hechuras de todo el AAA contemporáneo (cámara al hombro, looting, crafting, árbol de habilidades), el doble de duración  de lo que debería, grietas estrechas por las que pasar para que la máquina vaya cargando, puzles flojitos de relleno, padre triste con niño repelente y música de pensar fuerte el sentido de la vida. ¿En qué momento el AAA pasó de ser un producto para adolescentes descerebrados para dirigirse a adolescentes intensitos, con todo mustio y pomposo? Y, sobre todo, ¿cómo podemos salir de este atolladero? ¿Habrá que pasar por alguna grieta o resolver algún puzle ambiental regulero?

· NO FICCIÓN: Midnight Asia (Joe Evans). Otra de esas series de Netflix que son poco más que un travelogue muy bien fotografiado y donde todo es maravilloso, pero si te apetece ver la vida nocturna de ciudades como Tokyo, Taipei o Seúl, lo vas a gozar seguro.

· PELÍCULA: Day Zero (Joey de Guzman). Zombie Movie: The Movie pero hecha en Filipinas, con cuatro duros, en medio del confinamiento coronavírico y con un protagonista (Brandon Vera) que le pone muchísimas ganas. ¿Cómo no vas a quererla?

Óscar Senar (Viñetario)
Ni obra maestra ni puta mierda. Un terreno intermedio poco transitado, porque es fácil ensalzar lo que ya todo el mundo reconoce como bueno, y es aún más fácil -para algunos- sumarse a patear en el suelo aquello que es bazofia sin discusión. Pero entre una categoría y otra tenemos ese agradable terreno de loputonormal, y estos son tres mangas que este año han estado ahí:
· MANGA: Sazan y la chica del cometa (Yuriko Akase). La división de cómic de Héroes de Papel ha apostado por algo tan de cajón como poco común: hacerse un catálogo reconocible. Títulos como Gestalt o Adou, o el más asombroso Breve Historia del Robo Sapiens, indican su ojo para traerse de Japón títulos que quizás no son prioritarios para las grandes editoriales del sector, pero tienen su interés. En el caso que nos ocupa, Sazan y la chica del cometa, publicar un manga a todo color, frente a lo que pudiera parecer, entraña su riesgo en un mercado con un cliente muy habituado al blanco y negro. El color a acuarela es precisamente el punto fuerte de esta space opera, que recuerda poderosamente a los animes ochenteros, y que tiene otras virtudes como la aventura desenfadada o unos personajes carismáticos. Con todo, se nota que es el debut de su autora, Yuriko Akase (1990), quien confiesa en el epílogo del segundo (y último) tomo que esta era en realidad una historia corta que se vio obligada a alargar.
· MANGA: Zom 100 (Haro Aso y Kotaro Tanaka). Otra serie de zombis. Esta con humor. Pues bueno, pues vale. El caso es que Zom 100 cumple sobradamente con el objetivo de entretener y divertir, con un protagonista que se hace simpático al momento con su peculiar visión de la pandemia de no muertos: si el mundo se acaba, por lo menos no tengo que ir a trabajar y por fin puedo dedicarme a lo que me importa de verdad. Así que pone por escrito su lista de «100 cosas que hacer antes de convertirme en zombi» y las va cumpliendo mientras trata de no morir devorado por sus antiguos jefes o compañeros de colegio. En su periplo, va recorriendo Japón con su mejor amigo, vigoréxico y exhibicionista para más señas, una taciturna chica ‘preper’ y una alemana a la que la movida le ha pillado de turismo en Japón. El guionista es Haro Aso, el creador de Alice in Borderland, que no la hemos leído pero tiene serie en Netflix y algo significará eso. De momento, la serie sigue abierta con 11 tomos y, en su línea de cachondeo, la lista de deseos se va ampliando sobre la marcha.
· MANGA: La librera calavera Honda-san (Honda). ¿Pero si te gusta el manga cómo no te vas a comprar un manga que va de una librera que vende manga en Japón, el país del manga? Manga, manga, manga, manga. Este 2022 ha sido el año de la explosión del manga en España, con cifras de edición (y de ventas, se dice) que superan ampliamente las previas a la pandemia. Fandogamia no se ha subido a la ola, más que nada porque ya estaba subida, pero sí se ha atrevido a traer un título extremadamente meta, en el que la autora narra sus experiencias como trabajadora en una cadena de librerías, con un montón de detalles que son universales en el negocio (las visitas de comerciales, las reposiciones, los clientes impertinentes, etc.) y otros propios de la idiosincrasia japonesa. Una obra simpática a la que le pesa su extrema especialización -no hay más trama que la de explicar el funcionamiento de la tienda y el mercado- y un innecesario alargamiento hasta los cuatro tomos que la completan.
César Fernández-Corroto Martin (La taberna del androide)

Este año sólo me vienen a la cabeza dos entradas para esta lista, y las dos son un loputonormal con un «pero» al final, obras que desde mi punto de vista caen en la categoría que reivindicamos aquí, pero que al mismo tiempo tienen algún factor extra que pueden hacerles subir peldaños dependiendo del espectador. Aquí van:

· ANIME: Urusei Yatsura (David Production). Este remake/reboot/retell, como prefieras llamarlo, de la obra de Rumiko Takahashi llega 41 años después de su primera adaptación al anime y lo hace conservando en su mayor parte la historia original pero con un estilo visual mucho más moderno. Hay que decir a favor de David Production que se nota mucho cariño y conocimiento del original y de las múltiples adaptaciones que ha tenido en diferentes medios; basta con ver el primer opening y ponerse a contar referencias. Desgraciadamente, creo que el peso del archivo les lastra a la hora de ofrecer algo más que una capa de pintura sobre el guion original. Hay algunos cambios, pero se mantiene incluso la estructura de dos historias cortas dentro del mismo episodio, algo que la versión de los 80 terminaría por abandonar en favor de la estructura episódica estándar a la que estamos acostumbrados y que permite desarrollar mejor cada capítulo. De todas formas, tiene un par de puntos positivos a mencionar: el primero es que tiene momentos de brillantez que exponen de una manera más efectiva que el original las situaciones en las que el protagonista se quita la careta con Lum y deja entrever sus sentimientos, y el otro es que por lo que me comenta gente que no había visto la original esta nueva versión resulta muy divertida, así que si nunca la viste, puedes empezar por aquí, pero recordando después echarle un vistazo a la del 81.

· VIDEOJUEGO: Stray (BlueTwelve Studio). El juego del gato que acaparó el discurso mediático durante el verano, llegando a figurar entre los juegos del año en numerosas listas. Es uno de esos juegos que me generó un gran impacto al empezarlo, para luego mantenerse en un nivel medio hasta finalizarlo. Pensando en él pasados unos meses llego a la misma conclusión que cuando lo terminé: se trata de un juego con un primer nivel muy bueno, un diseño muy vertical y detallado que invita a la exploración y aprovecha al máximo las peculiaridades de su protagonista, pero que pasado ese punto no consigue engancharme de la misma manera. Decir que es ideal para los amantes de los gatos me parece una perogrullada, pero sí  es cierto que logra capturar las animaciones de su protagonista de una manera muy creíble. Le juega también a favor no ser demasiado largo ni especialmente difícil, un juego muy agradecido en su introducción que no consigue mantener el nivel pero que tampoco se estrella al final. En resumen, un candidato claro para esta lista.

David Oña (IGN)

· SERIES: Star Wars (LucasFilm). Aquí voy a hacer trampas porque, en realidad, no voy a meter en el mismo saco a todo el Star Wars de 2022, ni voy a hablar únicamente del Star Wars de 2022. Pero este año se ha estrenado un producto que, a mi juicio, ayuda a situar las coordenadas de la franquicia galáctica en el mapa estelar de la pequeña y gran pantalla: Andor. Hace ya un buen tiempo que aprendí a convivir con la Star Wars actual. Basta con moderar expectativas y aceptar el halo de mediocridad que emana de la última trilogía y que, poco a poco, ha ido contaminando figuras ilustres como la de Obi-Wan, u otras mitificadas, como la de Boba Fett. Por el camino, han quedado secuencias para el recuerdo: Boba a lomos de un Rancor, Obi y Anakin entrenando en Coruscant, o Vader impidiendo que un transportador despegue. Pero los guiones caprichosos, las direcciones torpes y las producciones apresuradas han llevado la galaxia al territorio del conformismo y, con el tiempo, han quedado claras dos cosas: que el Stagecraft no es la piedra filosofal, y que la saga no puede vivir de iconos; ni de Ian McDiarmid, ni de Temuera Morrison, ni siquiera de Ewan McGregor y Hayden Christensen (juntos otra vez). Ninguno de ellos logró, con su lustrosa presencia, rescatar productos abandonados al fanservice, nacidos de la voluntad de aprovechar el tirón de sus personajes sin importar si había, o no, algo que contar. La serie de Tony Gilroy, por su parte, no descansa sobre los hombros de Diego Luna, en parte porque Diego Luna (o su personaje, más bien) no era nadie en Star Wars. Por lo que Andor lo apuesta todo a aquello que quiere contar —a su discurso, y a la coralidad de sus personajes y tramas—, manejando con acierto la tensión, sin olvidarse de la buena acción ni del sentido de la maravilla, y demostrando con sus aciertos lo alejada que se encuentra Star Wars del lugar que ocupó antaño. Y es que hoy por hoy Star Wars, como franquicia, es loputonormal.

· PELÍCULA: Doctor Strange in the Multiverse of Madness (Sam Raimi). Tengo la convicción de que a la secuela de Doctor Strange el título le viene grande. Raimi lo intenta, y casi lo consigue, pero no puedo evitar pensar que, entre cameo y cameo, la cinta se olvida de alzar el vuelo y desaprovecha su multiverso (algo que otras películas, y videojuegos, han sabido gestionar mejor este año). Tan acertada en su coqueteo con la serie B, como indulgente con el uso del Stagecraft, se eleva con sus necroformas y sus duelos musicales mientras muestra que, quizá, algo más de locura no le habría venido mal. Comedida.

· PELÍCULA: Super… ¿Quién? (Super-héros malgré lui, Philippe Lacheau). Se estrenó en Francia en 2021, pero esta comedia llegó a nuestro territorio en 2022, por lo que diría que entra rozando el palo, pero entra. Aprovechando el tirón de las capas y las máscaras, Lacheau tira del clásico recurso de la amnesia para edificar una trama que sitúa, con un acierto casi quirúrgico, sus gags humorísticos. Es previsible y formulaica, y tan inocente como tontorrona, pero gana enteros a medida que se desmelena, arrancando carcajadas con la frecuencia suficiente como para que uno no tenga tiempo de aburrirse. De eso se trataba.

· PELÍCULA: Avatar: The Way of Water (James Cameron). Creo que le hacemos un flaco favor al blockbuster cada vez que insistimos en aquello de que no se le debe pedir más. Al blockbuster se le debe pedir que sea un buen blockbuster, ni más, ni menos. Y eso incluye parámetros que van más allá del espectáculo visual. Obviando la pataleta, lo último de Cameron ha vuelto a poner de manifiesto que él, como creativo pseudoindependiente, sigue contando con la capacidad de convocar a las masas y, personalmente, celebro que siga reclamando su espacio en Hollywood. Otra cosa es que lo vuelva a hacer mediante la filigrana técnica (el HFR en este caso), que ejerce como gimmick cinematográfico, y sirve de excusa para edificar discursos sobre revoluciones vacuas. Eso sí, a la secuela de Avatar no le puedo negar que, con su clímax, le da a la Marvel pos-Endgame una lección sobre cómo articular un tercer acto bombástico (no es Maverick, pero acabé muy dentro). Pero ni con ese regusto agradable logra hacerme olvidar sus deficiencias de guion, su torpe gestión de algunos personajes, o esa atrocidad formal de combinar dos velocidades de fotogramas en una misma cinta. De su discurso sobre la familia mejor no hablamos; “un padre, protege”.

· VIDEOJUEGO: Ghostbusters: Spirit Unleashed (IllFonic). El juego asimétrico vuelve de la mano de IllFonic con una propuesta tan simple como honesta. Alejado de los sistemas de monetización que parecen estar irremediablemente vinculados al videojuego online, Spirits Unleashed cimenta su rotundidad en torno a su extrema simpleza y a su habilidad para interpretar la ficción en la que se basa. Su Fortnitismo estético puede producir alguna que otra reacción alérgica, pero más allá de ello, hay una colección de sistemas y mecánicas tan simples como efectivos. Eso sí, no sé cuánto aguantarán sus servidores.

· VIDEOJUEGO: Resident Evil Village: Shadow of Rose (Capcom). Una especie de versión miniaturizada de Village en la que el tópico se da la mano con lo absurdo, algo que no acaba de sentarle mal. De hecho, juguetea de forma acertada con lo onírico mediante los poderes de Rose (la hija de Ethan), y se permite explorar nuevos enfoques —para la saga— en lo que a puzles se refiere. Sin embargo, Resident Evil es una marca que nunca debería tomarse muy en serio a sí misma, y ese es el gran pecado de Shadow of Rose, que en cuanto se pone moderadamente serio, se cae el invento.

· VIDEOJUEGO: Souls Hackers 2 (Atlus). La secuela de la secuela de Devil Summoner, y enésimo spin off de Shin Megami Tensei, aterriza en 2022 mirando más hacia Persona que hacia la saga demoníaca. Desligado de las exigencias comerciales de los ladrones de corazones, y de la carga identitaria de los demonios de Tokio, Souls Hacker se permite licencias para experimentar con algunos de los aspectos de un sistema de combate que, por otra parte, resulta plenamente reconocible. Mazmorreo puro con el que he disfrutado y, en esencia, café para cafeteros.

Mateo Terrasa (@MacMathiu)

· VIDEOJUEGOS: Cada año observo las escasas novedades que he jugado, algo que complica la confección de mi lista de LPN. No obstante, han llegado a mi mano dos medianías que cubren todo el espectro de la mediocridad: de la calidez templada de la buena medianía al frío que deja tras de sí la que apenas roza el aprobado. El primer caso, lo he vivido con Vampire: The Masquerade – Swangsong (Big Bad Wolf Studio), un juego de rol centrado en el diálogo un tanto limitado, tanto en la escritura como en lo tecnológico, pero correcto en todo. Y ambientado en Mundo de Tinieblas, siempre un plus. El segundo caso es un habitual en mis listas: The Quarry (Supermassive Games) es el nuevo intento de Supermassive por replicar los logros que, con reservas, consiguieron con Until Dawn (2015), un remix de cine de terror mamarracho jugable. Pero el avance tecnológico no se replica en la escritura y narrativa, tan pobre y poco imaginativa que solo se hace soportable jugando en compañía, el gran logro jugable de las «películas interactivas» de la desarrolladora.

· PELÍCULA: Troll (Roar Uthaug). Un blockbuster USA de principios de los 2000 perdido realizado en Noruega en 2022. Una chorrada entretenida y (no lo suficiente) desvergonzada que cruza el cine de catástrofes de Roland Emmerich de los 90 y el blockbuster de aventuras situado entre La momia (1999) y Transformers (2007), con los magníficos parajes noruegos de fondo.

· PELÍCULA: Moonfall (Roland Emmerich). Y siguiendo con Emmerich, su última película es la cosa más desvergonzada y conscientemente estúpida del 2022: su cine de catástrofes elevado al 11, scifi muy loca (carne para conspiranoicos), con buen ritmo de chorradas por minuto. Esta sí, Roland.

· PELÍCULAS: Sonic the Hedgehog 2 (Jeff Fowler) y Uncharted (Ruben Fleischer). Más adaptaciones pochas de videojuegos. Para la secuela de Sonic no se han esforzado mucho y han tirado por el clásico engorde de la fórmula: Sonic 2 es lo mismo, pero sumando a Tails, Knuckles y un entregadísimo Jim Carrey. Lo malo, como pasa tantas veces, más no significa mejor. Y la primera no era demasiado buena. La Uncharted de Tom Holland intenta, pero nunca consigue, llegar a la espectacularidad de las entregas del videojuego, aunque funciona como inofensivo, y olvidable, pasatiempo cinematográfico palomitero. Se agradece lo corta que es en estos tiempos de blockbusters infladísimos.

· PELÍCULAS: Channing Tatum. Soy bastante fan de Channing Tatum, sobre todo desde que no quieren vendérnoslo como nuevo rostro carpetero (imagino que la edad ayuda a esto). Este año tanto The Lost City (Aaron Nee, Adam Nee) como Dog (Channing Tatum, Reid Carolin) son dos buenas cintas de gama media: una comedia romántica de aventuras ochentera y una road movie (algo lacrimógena) con perrete. Ninguna pretende hacer nada que pase a la historia y por ello son tan disfrutables.

· PELÍCULA: Day Shift (J.J. Perry). Otra película cercana al bien que, en su consciente intrascendencia (que se pierda en el algoritmo de Netflix también ayuda), se sirve de ejemplo perfecto de un buen LPN: divertida, bien realizada (dentro de los estándares de plataformas) y olvidable. Lo mejor: se toma su propia ficción en serio, algo que, por desgracia, no abunda en tanto audiovisual algorítmico que solo sirve para tapar un hueco en el contenido de la semana.

· SERIE: Trainwreck: Woodstock ’99 (Jamie Crawford). Reflejo de un momento concreto de la cultura pop que recurre mecanismos muy manidos de las docuseries, y el murder mystery, para narrar a golpe de impacto. Y, como no, también a la nostalgia. Pero como adolescente que a principios de los 2000 escuchó muy intensamente a Korn y Limp Bizkit, más que nostalgia siento una (igual de) intensa vergüenza.

· SERIE: The Cuphead Show ( Dave Wasson, Jared Moldenhauer, Chad Moldenhauer). Entretenida, pero de espectáculo visual inferior al videojuego en el que se inspira. Muy útil como entretenimiento para vuelos cortos.

· SERIE: Space Force (Steve Carell, Greg Daniels). Simpática sitcom, blandita y cómoda, que nunca consigue explotar su filón de sátira USA, aunque sí calibra bien el comentario meta sobre la bajada de presupuesto y cancelación de la segunda temporada. Eso sí, magnífico reparto.

· SERIE: Dragon Quest: The Adventures of Dai (Toei Animation). Gracias a este revival de mi adorada Les aventures de Fly he podido ver el final de esta historia de la que de pequeño solo vi una cuarta parte (lo que recogía el anime, nunca leí el manga). Volver a ver a Crocodine (ese enorme cocodrilo bípedo rosa con armadura y hacha) y Hyunkel (el clásico antihéroe anime) siempre es bien recibido, pero el último tercio de la serie (lo que se ha emitido en 2022) solo ha confirmado uno de los grandes problemas del shonen de peleas: lo pesados que se hacen todos al estirar el desenlace por encima de sus posibilidades. Y, con todo, ver el nuevo capítulo de Dai era lo primero que hacía cada sábado por la mañana.