Hace siete años, cuando empezamos esta ya clásica (mentira) sección, nos llamaron locos (también mentira). Hoy, con esta santa casa sentando cátedra sobre la mediocridad, pueden encontrarse vídeos (perdón, «video-ensayos») en YouTube con títulos como «A Mild Celebration of Good Enough Movies», mientras que el maravilloso podcast australiano The Weekly Planet entrega al final de cada año el premio «Just A Movie». Hemos ganado. El loputonormalismo es hoy Ley. Y así, con esta victoria de las cosas que ni fu ni fa, de lo que vemos por echar el rato hasta que el maldito coronavirus nos quite de en medio, de la cultura que se disfruta tan felizmente como se olvida, podemos volver a bajar con el vulgo y traer una celebración más del cinquillo raspado. Empezamos con estas 23 películas que no nos arrepentimos de ver, en gran parte porque nos habíamos olvidado de haberlo hecho:

Rescate en el mar rojo (The Red Sea Diving Resort, Gideon Raff)

 

Thriller humanitario basado en hechos reales que quiere ser Múnich u Hotel Rwanda y por poco se queda en Argo. Las plantillas del entretenimiento de prestigio hollywoodiense están aquí aplicadas al milímetro y por ello se deja ver con agrado (Netflix es el avión del streaming), aunque se borra sobre la marcha y resulta imposible distinguirla de otras películas similares, en las que probablemente salga también Ben Kingsley.

Víctor Navarro Remesal – @vthewanderer

 

White Snake (Bai she: yuan qi, Amp Wong, Zhao Ji)

 

Basado en el celebérrimo relato tradicional chino La serpiernte blanca, este largometraje se debate entre momentos de gran belleza plástica y un guion que replica los elementos más maniqueos del cine de animación de Disney: humor facilón, historia de amor edulcorada y, por supuesto, un perro parlante tan irritante que uno se pasa la película rezando para que lo maten lo antes posible. En un intento absolutamente estéril por distanciarse del gigante norteamericano, la producción se decanta por introducir elementos más subidos de tono: desde una secuencia inicial con tintes lésbicos a connotaciones sexuales más específicas. Sin embargo, White Snake se convierte en un wannabe, en un ejercicio de quiero y no puedo que deja al espectador exhausto cuando llega a los títulos de créditos. Fondos preciosistas y una animación mediocre, diseños de personajes interesantes con una psicología de personajes digna de un encefalograma plano, son las signas de identidad de una historia tan anodina como desequilibrada y olvidable.

Laura Montero Plata – @lmonplata

 

El Camino: A Breaking Bad Movie (Vince Gilligan)

 

El gran problema de El Camino es su propia razón de ser. ¿Era necesario responder qué pasó con Jesse Pinkman cuando logró escapar de los nazis? ¿Existía en algún rincón del mundo una persona con problemas de insomnio o ansiedad por desconocer si Pinkman siguió ejerciendo como camello o si rehizo su vida y firmó una hipoteca? El Camino es entretenida y la buena mano de Gilligan sigue estando ahí, pero cuando finalizó se me puso cara de Rubianes  y pensé: po bueno, po fale, po malegro. No conviene olvidar que la verdadera continuación de Breaking Bad ya existe desde hace años. Se titula Better call Saul y no hace falta ser un nostálgico de Heisenberg para disfrutarla.

Adrián Muñoz – @adriwithor

 

Fast & Furious: Hobbs & Shaw (David Leitch)

 

Para alguien que ha defendido a muerte la imaginación narrativa de la saga Fast & Furious, su última entrega es un encefalograma plano. Los diálogos de humor entre Dwayne Johnson y Jason Statham son excesivamente forzados, el malo malísimo no es que disponga de mucho carisma y las escenas de acción, oiga mire, son menos burras que en otras cintas de la saga. Pero Hobbs & Shaw cuenta con una espléndida Vanessa Kirby (más heroínas de acción, por favor) y con la dosis de testosterona suficiente como para que las dos horas largas de proyección se pasen en un periquete.

Enrique Canovaca – @canocavade 

 

Yesterday (Danny Boyle)

Creo que nada define el putonormalismo como Yesterday. Danny Boyle, con el automático puesto, cambia las sobredosis de heroína que tan bien le fueron en Trainspotting por sobredosis de sacarina, lo que hace que Yesterday parezca artificial y prefabricada, como si la película hubiera sido concebida para ser un taquillazo en el planeta Neutral de Futurama. Imagina que alguien te explicara el slogan de una taza de Mr. Wonderful durante 116 minutos y tendrás Yesterday: todo es tan increíblemente buenista, positivo, optimista y, a la vez, tan terriblemente previsible y vacío de contenido que, en el mejor de los casos, la verás, pasarás un rato entretenido y la olvidarás según termines de verla. Huelga decir que la banda sonora está bastante bien (solo faltaría), pero eso sí, no esperes que Yesterday te produzca ninguna emoción distinta a escuchar un disco de grandes éxitos de Los Beatles.

Alfredo Camba – @udg_studios

 

Downton Abbey (Michael Engler)

Esta suerte de OVA autoconclusiva de Downton Abbey (o de Abbey Road, como se la conoce entre los miembros sexagenarios de mi familia) era una apuesta sobre seguro. El fandom del clasismo televisivo respondió con entusiasmo a la llamada del Barón Fellowes, su creador, y en las semanas antes de su estreno la preventa de entradas superaba con holgura a la de Érase una vez en Hollywood. Poca broma porque la película ha acabado recaudando más de 190 millones de dólares. Todo un mérito para un filme calculadamente afectado, milimétricamente sentimental y, en consecuencia, tan frío y reconfortante como un cheque regalo del Corte Inglés.

Antonio Loriguillo – @Anlololo

 

Rambo: Last Blood (Adrian Grunberg)

Se diría que hay dos Sylvester Stallone: uno que empieza a rebufo de los 70 y quiere ser un cineasta áspero y de prestigio, actor de la escuela Pacino, y otro que surge del reaganismo en los 80, sobremusculado y animalesco, que quiere robarle papeles a Schwarzenegger. El primero es el que hizo la primera Rambo y reapareció, en gran parte y por sorpresa, en la cuarta; el segundo se pasó las entregas del medio disparando metralletas desde la cadera sin apuntar y sin moverse. Rambo: Last Blood quiere ser del primer Sly y para eso usa tiempos muertos, diálogos graves y caras tristes, pero se queda en una entrada torpe en la filmografía del segundo. Más versión telefílmica del Taken de Liam Neeson que secuela de John Rambo, a Last Blood la salvan algún gesto cafre y absurdo (como Rambo cargando con una cabeza desde no se sabe cuándo hasta que la cámara le pincha y la puede tirar por la ventana de un coche en marcha) y un tercer acto que se convierte, sin querer, en el remake geri-action de Solo en casa. Una bestia humana masacrando malos muy malos es un placer primario que siempre celebraré, y más si es así de ridículo.

Víctor Navarro Remesal – @vthewanderer

 

El Hijo (Brightburn, David Yarovesky)

Quien esté un poco molesto porque tal vez la segunda entrega de Doctor Strange pierda su elemento de terror después de perder a Scott Derrickson por “diferencias creativas”, que sepa que El Hijo es una combinación perfecta de uno de los subgéneros predilectos del terror, el slasher, y la narración clásica del superhéroe. Tan clásica que es Superman 1:1. Una pareja de granjeros del medio oeste americano que no puede tener hijos se “encuentran” con un niño espacial en una nave espacial aparcada en su patio trasero. Como era de esperar (porque tanto director y guionistas como los espectadores se conocen bien la historia), el niño tiene superpoderes. Pero al contrario que su primo Kal-El, el protagonista tiene tal falta de empatía por la vida humana que, unido a cierta sugestión alienígena activada al encontrarse con su nave, lo hace convertirse en un trasunto de Jason con superpoderes. El hijo, además de mostrar unas muertes muy imaginativas y violentas, está cargada de humor negro, mala leche y bastante tristeza y desesperanza. También muestra un supervillano que no necesita ni traumas ni insiste en lo mala que es la sociedad y lo incomprendido que es como justificación (necesitaba una puya al Joker). Y cuando el film parece que va a tirar por el camino fácil, se lanza en picado al oscuro pozo del alma del protagonista. Entonces, ¿qué hace en LoPutoNormal? Pues su condición de cinta pequeña, con cero aspiraciones a ser más que una película de terror entretenida y que se disfruta igual que se olvida. Entre esta y Annabel 3 se ha quedado un muy buen año de buen cine de terror festivo.

Mateo Terrasa – @MacMathiu

 

Aladdin (Guy Ritchie)

Quizá la adaptación live action de Disney que tenía más probabilidades de estrellarse estrepitosamente: mal marketing, un presupuesto no tan estelar para recrear un universo fantástico, huecos actorales imposibles de llenar…  Y, a pesar de todo, el resultado es una película más que disfrutable, sin llegar a algo como The Jungle Book (2016). Es decir… una candidata ejemplar y orgullosa para LoPutoNormal del año. ¿Las razones? Un director con buen pulso para orquestar acción y movimiento que acierta cuando tiene que hacerlo (es imposible no sonreír con un Friend Like Me casi tan loco como la versión animada); el atrevimiento de alejarse (quizá menos de lo que debería) de su antecesora, adaptándola y actualizándola (se agradece que Jasmine ya no sea la princesa de antaño); y, para qué negarlo, un Will Smith que ha nacido para el papel, que no solo sabe de dónde viene el personaje, sino que a su vez aporta otra capa propia. Tanto abarca en nuestra cabeza la sombra del Genio que casi nos hace olvidar el descomunal pinchazo que es Jafar.

Daniel Besalduch – @dbesalduch

 

Escape Room (Adam Robitel)

Hablamos de la Escape Room que dirigió este 2019 un tal Adam Robitel, no de la Escape Room de 2017 de Peter Dukes ni de la Escape Room del mismo año de Wil Wernick (que aquí, en un gesto de misericordia con el espectador confuso, se tradujo como 60 minutos para morir). Todas estas, que quede claro, son diferentes de No Escape Room (Alex Merkin, 2018), lo que quiere decir que técnicamente no son la misma película, aunque no me hagas decir cuál es cuál. Cube y Saw allanaron el camino para las escape room físicas y ahora esta nueva hornada de explotaciones nos pide que imaginemos una escape room en la que el peligro es real; o sea, que imaginemos Cube y Saw. Esto es rizar el rizo de la falta de imaginación. La vi en un avión y me sirvió para echar dos horas entretenidas entre una cena blanda y una siesta incómoda, lo cual le da automáticamente el título de LoPutoNormal Cum Laude. Este año Robitel estrena Escape Room 2 y ya la tengo apuntada para mi próximo vuelo largo.

Víctor Navarro Remesal – @vthewanderer

 

Érase una vez en… Hollywood (Once Upon A Time… In Hollywood, Quentin Tarantino)

Seamos objetivos. Si Érase una vez en… Hollywood estuviera dirigida por Ron Howard diríamos que es una película menor y facilona sobre el glamour de la industria del cine. Pero como todo lo que toca Tarantino se acaba convirtiendo, por arte de magia, en un producto de culto, afirmaremos que se trata de una cinta entretenida y muy bien dirigida pero con un regusto pasajero. Los personajes interpretados por Di Caprio y Robbie son caricaturas insulsas, la lectura de fondo es muy autocomplaciente y, aún así, la tensión se mantiene a la espera de una de esas grandes escenas climáticas que siempre nos regala Tarantino. Al final no llega, pero ahí está Brad Pitt para salvarnos del tedio.

Enrique Canovaca –  @canocavade

 

Héroes humildes (Ponoc Tanpen Gekijō: Chiisana Eiyū: Kani to Tamago to Tōmei Ningen,
Hiromasa Yonebayashi, Yoshiyuki Momose, Akihiko Yamashita)

Studio Ponoc intenta con su segundo largometraje seguir posicionándose como sucesor de Ghibli. Tras el descalabro de Mary y la flor de la bruja, el equipo ha decidido probar suerte con historias cortas, con la esperanza de que su ineptitud como guionistas pase más desapercibida al tratarse de un formato más breve. La estrategia suerte su efecto hasta cierto punto, aunque no impide que el espectador se duerma parcialmente con la primera historia y no termine de entender cuál es la moraleja de la segunda –probablemente el director siga haciéndose la misma pregunta. El tercer relato es el único que consigue salir airoso del desafío, con una premisa insólita, trepidante y manejada con maestría. En una industria como la del anime, obsesionada con replicar el éxito de El viaje de Chihiro o de Your Name, Modest Heroes se posiciona como LoPutoNormal; después de todo para apreciar las buenas películas es necesario bucear en un mar de mediocridad y, de eso, esta película tiene más de dos tazas.

Laura Montero Plata – @lmonplata

 

Padre no hay más que uno (Santiago Segura)

Comedia familiar de tema social que al menos tiene a su favor no ser francesa (“[X] millones de espectadores en Francia, todo un subgénero de LoPutoNormal). La argentina Mamá se fue de viaje, de 2017, tuvo el año pasado ¡tres! remakes internacionales (éste, uno mexicano y otro italiano), porque cuando un guión te sale así de redondo es una pena usarlo sólo una vez. No me atrevería a comprobar en cuál de las cuatro versiones se chilla más, pero al menos aquí puedo decir que la escalada de desastres es bastante correcta, los actores le ponen ganas, la tesis tiene buenas intenciones y como comedia pasa, más o menos, la prueba de las seis risas.

Víctor Navarro Remesal –  @vthewanderer

 

Alita, Ángel de combate (Alita, Battle Angel, Robert Rodriguez)

Alita es el ejemplo perfecto de por qué más películas deberían aprender de Mad Max: Fury Road: con buena acción y un universo potente… tienes muchas papeletas de restar si añades algo que prive al espectador de eso. En este caso, ese algo es una relación juvenil sosainas. La película de Rodriguez brilla cuando adapta el envoltorio fascinante de Yukito Kishiro, y tiene todos los ingredientes para convertirse en un icono: las escenas de acción, la protagonista y sus motivaciones y el universo. Sin embargo, cae cuesta abajo cada vez que una trama juvenil aparece en pantalla y nos recuerda que está moviendo el relato; también molesta (a menor nivel) el personaje de Christoph Waltz, empeñado en romper cada resquicio de subtexto, haciendo que una protagonista interesante pierda muchos interrogantes. A pesar de ello, si entrecerramos los ojos durante algunas partes e intentamos borrar de nuestra memoria algunas otras, Alita se puede disfrutar, y continúa teniendo escenas de vértigo… lo que significa que bien se merece estar por estos lares.

Daniel Besalduch – @dbesalduch

 

Her Blue Sky (Tatsuyuki Nagai)

Hay algo en los cielos radiantes de cierto tipo de anime que me resulta muy reconfortante, y Her Blue Sky deja claro desde su título que apuesta por ese tipo de confort. Comedia dramática adolescente con romances frustrados, reencuentros, aspiraciones artísticas (aquí, banda musical), amistades inolvidables, gente que sale corriendo sin decir adiós, caras graciosas de desconcierto gritando “¿eeeh?”, paneos al cielo como puntuado y otros tantos tropos que esperamos, o incluso exigimos, los que decidimos ver un anime como Her Blue Sky; todo encajado con prisa en la vía abierta por el éxito de Your Name, no vaya a ser que cambien las modas: ésa es la manta cálida que le pido a  una peli como ésta y ésa es la manta cálida que me da. 

Víctor Navarro Remesal – @vthewanderer

 

Midsommar (Ari Aster)

Midsommar me recuerda al periodo en el que Jan, el autor de Superlópez, empezó a publicar álbumes que sucedían en los sitios a los que se iba de vacaciones. Que si Bulgaria, que si México, que si Camprodón. Pues a Midsommar le pasa lo mismo. No se puede evitar la sensación de a Ari Aster le ha pagado la oficina de turismo de Suecia para hacer un publirreportaje muy caro: “¡Mire que costumbres más pintorescas y peculiares! ¡Se han tirado dos ancianos por un acantilado y se han hecho mierda contra el suelo! ¡Visite Suecia!” Lo cierto es que, dejando a un lado los artificios de costumbrismo regional nórdico, los coros y las danzas, los rituales lisérgicos y los abundantes pucheros de Florence Pugh (aprovecho para acuñar el término “Pughchero”), la película viene a ser un correcto remake de The Wicker Man con exceso de metraje y un par de escenas de terror razonablemente majas. Hay hasta disfraz de oso y todo. Lo único malo es que dentro de él no está Nicholas Cage.

Alfredo Camba – @udg_studios

 

Frankenstein’s Monster’s Monster, Frankenstein (Daniel Gray Longino)

¿Y esto? Además de haber intentado rescatar a Hellboy en una más que probable LoPutoNormal que no he visto, David Harbour es un secundario currante y simpático (Kinsey, Revolutionary Road) que de repente se marca una locura metaficcional y ¿autoral? con esta Frankenstein’s Monster’s Monster, Frankenstein. Bien por él y sus experimentos, por aprovechar el margen que le da el éxito para jugar a lo raro y lo autorreferencial, aunque acabe sin llegar a ninguna parte. Se agradece también que Netflix le pague el intento y los juegos de espejos siempre divierten, pero no hay nada en este mediometraje que no hicieran antes (y mejor) Garth Marenghi’s Darkplace o Inside nº 9.

Víctor Navarro Remesal – @vthewanderer

 

El emperador de París (L’Empereur de Paris, Jean-François Richet)

Flamante nominada a los premios César de 2018 a mejor diseño de producción y vestuario, la película de Jean-François Richet consigue un logro aún más memorable: convertir a la historia de Vidocq en el mito más reguleramente adaptado de la historia del cine. Las similitudes con la tróspida película de Pitof (2001) son aún más inquietantes: un reparto solvente (aquí con Vincent Cassel, allí con Gérard Depardieu), unos valores de producción incontestables y, lamentablemente, un importante castañazo en términos dramatúrgicos. De entre la tibieza general destacamos especialmente el carisma de Le Duc (James Thierrée), soldado de rancio abolengo y perfecto equilibrio de rudeza y caballerosidad.

Antonio Loriguillo – @Anlololo

 

Annabelle vuelve a casa (Annabelle Comes Home, Gary Dauberman)

El warrenverso, el universo de terror que gira en torno a la familia del Iker Jimenez americano, crece con la tercera entrega de Annabelle. Tal vez la única película de este universo que está al nivel de las dos The Conjuring (mediocre, pero con buen hacer de James Wan), Annabelle vuelve a casa muestra el lado más festivo del terror: un divertidísimo tren de la bruja con fantasmas en abundancia. La película construye una malsana atmósfera desde el inicio, pero sin olvidar su carácter cómico y festivo; prepara y ejecuta muy bien los sustos dentro de los tropos explotadísimos del género; y muestra un buen montón de fantasmas que, esperemos, no tengan su propia película.

Mateo Terrasa – @MacMathiu

 

Parchís: el documental (Daniel Arasanz)

Netflix se ha especializado en producir o distribuir documentales sensibleros sobre la nostalgia cultural. Parchís: El documental no es más que el resultado de juntar a unos cuantos señores y señoras, a punto de cumplir los 50, que recuerdan qué bien se lo pasaron a finales de los años 70 y principios de los 80 con un grupo infantil que supuso un antes y un después para la industria musical española. Falta conflicto en el relato, se nota que dominado por las intenciones de los protagonistas de no querer herir sus recuerdos, y aún así fascina el retrato de una época con imágenes de archivo o la actitud vampira de unas cuantas discográficas. Se trata de un producto que alimenta el apetito audiovisual pero no genera excesivo placer.

Enrique Canovaca – @canocavade

 

El rey león (The Lion King, Jon Favreau)

Resulta impresionante el nivel de detalle y realismo al que el cine está llegando chequera mediante. Las imágenes de la nueva versión de El rey león son fascinantes por la incredulidad que generan, en tanto que imágenes por ordenador más reales que la realidad misma. El amanecer en la sabana es majestuoso, una obra de arte digital que despierta el sentido de la maravilla, al igual que esos animales tan reales que parecen sacados de un documental en 8k. Pero estas mismas imágenes digitales hiperrealistas generan cierto rechazo cuando esos animales intentan expresar emociones, cantar y “bailar” como en la película original. Porque ese realismo aleja a El rey león de Favreau del lenguaje de la animación, eliminando el color, el movimiento, la fantasía y toda la vitalidad que hacían de aquella una película magnífica. Una canción como “Yo voy a ser el rey león”, una explosión de colorida imaginación, aquí se transforma en un paseo por una charca. Y así con todo. Los animales están demasiado cercanos a la realidad como para creérmelos. Y para eso, para ver a animales reales hablando y emocionándonos ya están las dos entregas de Babe, que con mucho menos consiguen mucho más.

Mateo Terrasa – @MacMathiu

 

Pokémon: Detective Pikachu (Rob Letterman)

Tras decenas de pelis animadas destinadas a un nicho pequeño, la mayor franquicia del mundo (?) se lanza al live action (la moda) para intentar abarcar a un público más general. ¿Y qué arma escoge? Aprovechar el tirón de Ryan Reynolds. Es tanto la definición de high concept como la de seppuku cinematográfico. Para sorpresa de todos, el ejercicio funciona a pesar de las carencias propias de un proyecto tan atado y destinado a todos los públicos. Porque sí, la peli es más que previsible (¿quién esperaba lo contrario?), pero tiene suficientes aciertos para alegrarnos el día: un dúo protagonista envidiable, una trama estúpida que sabe aprovechar el conocimiento que el espectador tiene de los pokémon para el chiste, y un universo que al fin se olvida de entrenadores y gimnasios para probar otra cosa distinta. Detective Pikachu es la peli de Pokémon LoPutoNormal que no sabíamos que necesitábamos.

Daniel Besalduch – @dbesalduch

 

Green Book (Peter Farrelly)

De Green Book nos olvidamos todos cuando hicimos nuestras propuestas para esta lista y me volví a olvidar cuando, después de recordarla por culpa de los Óscars, decidí incluirla y me senté a escribir mis entradas. Ahora he tenido que abrir el documento una vez que lo creía finiquitado y tengo miedo de distraerme antes de acabar este párrafo y volver a olvidarla. Que una película así de simpática y transparente se resista tanto a la memoria es señal inequívoca de loputonormalismo, y más si tiene el sello de calidad regulera que dan los Óscars. No es la película favorita de nadie pero ni siquiera los que la criticaron sacaron fuerzas para cargársela del todo. Se ve con agrado, Viggo Mortensen engordó para protagonizarla, sale Mahershala Ali recordándonos que le hemos visto en películas mejores, tiene el buen tempo de las mejores road movies y subraya mensajes tan importantes y complejos como que, eh, el racismo es malo. Y gracias a ella uno de los hermanos Farrelly, responsables de poner a Jeff Daniels en un retrete con diarrea y firmar con ello una de las mejores escenas del cine de los 90, tiene el premio más codiciado de Hollywood.

@vthewanderer