Si algo bueno nos ha traído la peak TV, es la sobresaturación de mediocridades felices, de series olvidables que llenan ratos muertos y nos hacen felices sin dejar huella. El signo de los tiempos de Netflix y los demás jinetes del streaming no es la calidad, sino la putonormalidad. Aquí van 7 de las series más mediocres que, pese a todo, nos ha gustado ver este año:
(Des)encanto, temporada 1 (Disenchantment, Matt Groening, USA, 2018)
(Des)encanto es una de esas obras que nacen con una increíble losa encima por ser de quien son, que son repudiadas por no estar a la altura de unas expectativas imposibles. Que la nueva serie de Matt Groening no tiene (ni puede tener) la envergadura de Los Simpson es algo de sentido común, dado que la gran familia americana es un inabarcable monstruo pop. (Des)encanto es una serie más comedida (sólo diez capítulos en su primera parte) y abiertamente más triste, e incluso cruel por momentos, lo cual lo aleja de quien espere un Los Simpson fantástico. Y eso lo acerca a Futurama (lo cual es bueno), aun sin alcanzar la brillantez de aquella. (Des)encanto es divertida, tiene un mundo rico y un trío protagonista que cae bien, pero le falta algo para brillar. Tal vez necesite más tiempo para explorar esas aristas que deja entrever y desplegar todo su potencial, pero de momento se queda en intento. Y si no lo consigue tampoco importa. (Des)encanto está bien como está, sin destacar demasiado pero dejándose ver a gusto. Que ya es más de lo que Los Simpson consigue desde hace años.
Castlevania, temporada 2 (Adi Shankar, Warren Ellis, USA, 2018)
La adaptación animada de Castlevania producida por Netflix es tan regulera que el año pasado, y pese a tenerla en lista, olvidé incluirla en esta sección. ¿Qué mayor señal de loputonormalismo puede haber? Se ve con agrado y se nota que se esfuerza (quizá demasiado), pero no puedo con su estético de imitación occidental de anime, su escritura aplantillada y pretenciosa y su tono grave, impostado. La segunda temporada, estrenada este año, se mantiene igual, alargando el material y explicitando todavía más su intención de ser un Juego de tronos animado (doble pereza). Viendo cómo están las adaptaciones de videojuegos, todavía hay que dar las gracias.
Future Man (Howard Overman, Kyle Hunter y Ariel Shaffir, USA, 2017)
En esta versión soez de Regreso al futuro, Josh Futterman pasa de ser un bedel gamer sin cuenta en Twitch a tener el destino de la humanidad sobre sus hombros. La sombra del tándem Seth Rogen/Evan Goldberg planea sobre esta parodia a-veces-graciosa de los viajes en el tiempo. Queda para la historia el episodio en el que los protagonistas deben infiltrarse en la smart house de James Cameron. Los zascas al visionario director de Mentiras Arriesgadas se suceden cual roast y eso es motivo de celebración siempre.
Mención especial merecen todas y cada una de las tramas de Wolf (brillante Derek Wilson). Su desarrollo como personaje queda marcado por su particular viaje a los infiernos: los ochenta en Los Angeles. Enamorado de la moda juvenil, el vóley playa y las power ballads de Corey Hart, Wolf abandona su vida de sacrificios en la resistencia por la del protagonista de un tema city pop. Hulu ha renovado la serie una temporada más, así que atentos a nuevas entregas que seguro podrán entretener los ratos de plancha.
El cuento de la criada, temporada 2 (The Handmaid’s Tale, Bruce Miller, USA, 2018)
El cuento de la criada fue una de mis series preferidas de 2017, por adaptar de forma magistral el libro de Margaret Atwood a la idiosincrasia de la ficción televisiva. Diez episodios casi perfectos, sin relleno que estire la trama artificialmente, es un ejercicio de contención poco habitual. Y en el plano formal destacaba por el uso del primerísimo primer plano, con el que atrapaba a una perfecta Elisabeth Moss, transmitiendo al espectador la claustrofobia e impotencia de la protagonista.
Pero todo eso ha desaparecido en esta segunda temporada, ya que sin el libro de Atwood como guía, la serie no parece tener muy claro hacia donde ir, llevando a la protagonista (que sigue siendo lo mejor del programa) de un intento de huida frustrado a otro, estirando la duración de la serie mediante insulsas tramas secundarias y planteando una crueldad impostada que nada aporta más allá de impactar al espectador. Con todo se deja ver, porque sin decir nada nuevo, mantiene esa llama de rabia ante las injusticias de un mundo que, por desgracia, se parece demasiado al nuestro.
Baja por enfermedad (Sick Note, Nat Saunders, James Serafinowicz, UK, 2018)
La premisa argumental es tan absurda que su inclusión en la lista era casi una obligación moral. Sick Note nos introduce en la vida de Daniel, un pobre desgraciado al que le diagnostican cáncer por error y cuando se descubre el pastel decide simular que padece la dolencia porque todo el mundo lo trata genial desde que está enfermo. Sick Note podría ir más lejos y recrearse en la hipocresía social que hay detrás de la gran c, pero esquiva esos caminos empedrados y apuesta por la comedia absurda de enredos y mentiras. Su problema principal es que se apoya en exceso en la indudable vis cómica del gran Nick Frost, pero su personaje es demasiado caricaturesco y no acaba de convencer. En todo caso, Sick Note es divertida y de consumo rápido y placentero, condiciones que ab aterno han sido necesarias para obtener la denominación de LoPutoNormal, y no seremos nosotros los que rompamos esta antigua tradición.
Altered Carbon (Laeta Kalogridis, USA, 2018)
Mientras veía Altered Carbon no dejaba de pensar en incluirla en esta lista. Tenía todos los elementos de un LoPutoNormal… o eso debí pensar en su momento porque es tan olvidable que me veo incapaz de recordar qué quería decir sobre ella. Algo sobre el típico protagonista duro e impasible y de lo viejas y sobadas que son sus ideas para ser sci-fi. Pero por algún motivo se dejaba ver. En su momento lo tenía muy claro, ahora el espacio que ocupa Altered Carbon en mi memoria está en blanco. Y eso no deja de confirmarla como LoPutoNormal.
Versailles, temporada 3 (Simon Mirren y David Wolstencroft, Francia y Canadá, 2018)
Mi anuncio de perfume favorito llega a su final tras una temporada irregular. El apabullante comienzo, en el que se abre una prometedora trama sobre el hombre de la máscara de hierro, acaba desinflándose en sus esfuerzos por dotar a Luis XIV (George Blagden) de una tercera dimensión a todo trapo. En apenas diez episodios el Borbón solar pasa por todo: de la euforia por la victoria militar a la paranoia por los nuevos enemigos creados; de las ilusiones de expansión a la furia represiva contra el pueblo; del enamoramiento con su favorita a las dudas continuas en sí mismo. La catarsis del rey se soluciona con uno de mis mecanismos dramatúrgicos favoritos: el conocido salto Noriega / James Blunt. Nos llevamos de este viaje al fantástico trío de personajes compuesto por el Duque de Orleans (Alexander Vlahos), el Chavalier de Lorena (Evan Williams) y la princesa Palatina (Jessica Clark). Ellos son la bomba de calor y humanidad en el templo de la frivolidad.
Encerrados (Benjamín Ávila, Argentina, 2018)
El planteamiento de Encerrados es como mínimo prometedor. Son capítulos independientes cuyo único nexo en común es que todas las historias están protagonizadas por personajes atrapados en algún lugar (físico o metafórico) en contra de su voluntad. Debido a ello, todos los episodios comparten dos peculiaridades: hay muy poca acción y en cambio mucho espacio para que la mitológica verborrea tanguera campe a sus anchas. El problema de la serie, como otras de formato similar, es que se alternan los relatos excelentes (pocos), los normales (la mayoría) y los infames (alguno hay), pero al final todos acaban pareciéndose demasiado entre sí. El resultado global es fallido, no obstante, nos deja muy buenos momentos, sobre todo cuando la serie deja de lado las boludeces experimentales y apuesta por el humor negro. ¿Viste?