Ojalá pudiera, pero no lo consigo. Lo estoy intentando, pero sin éxito. Tras cada pequeño avance, vuelvo a retroceder, y cada vez con más fuerza. Lo reconozco: ahora mismo, lo estoy haciendo. Es, simplemente, superior a mí. No puedo evitarlo. No puedo dejar de escuchar el disco de Vampire Weekend.

Y no es la primera vez. Antes me pasó con el de Animal Collective, antes con Manel, antes con Cut Copy… Es, simplemente, mi manera de consumir música.

Cundo algo me gusta, lo cojo y no lo suelto, hasta que lo destrozo. Lo agarro con tanta fuerza que acaba feneciendo, ahogado. Pero… ¿es esta la opción correcta?

Retrocedamos en el tiempo. Mi manera ‘destroyer’ de escuchar música, de disfrutar hasta matarla, no es nueva. Ya empezó con el primer disco que compré, el mítico (todos tenemos un pasado) ‘Energia positiva’ (reconozco que pensaba que el nombre era ‘Dimensión divertida’), de uno de los pocos genios de la música que ha parido Tarragona, Paco Pil (que tampoco tiene calle propia. Todavía).

Aunque parezca imposible, la música era aún peor que la portada

Aunque parezca imposible, la música era aún peor que la portada

Recuerdo escuchar cientos de veces aquella cinta, hasta rallarla (topicazo!). En aquel momento, en cambio, y a riesgo de sonar senil, los tiempos eran distintos. No era tan fácil conseguir tal o cual disco. No era fácil descubrir grupos nuevos a diario. Por eso, cualquier cinta que caía en mis manos estaba condenada a morir en mi radiocasete de puro desgaste. No podía elegir. No había otras opciones. Y todos estábamos igual.

El internete, Kazaa, Napster y su evolución natural, Spotify (recordad, sólo los más fuertes sobreviven) cambiaron la percepción del mundo, del universo y, a la vez, las vertientes de consumismo musical. Con toda la música del mundo a golpe de click, era estúpido escuchar una y otra vez el mismo disco. Cada vez que escuchas un grupo, estás dejando por descubrir otro, quizás igual de bueno. Escuchar muchas veces lo mismo no es, definitivamente, nada cool hoy en día.

Pero oigan, yo sigo con lo mío. Me gusta mi manera de escuchar música. Me gusta degastar las canciones. Disfrutar de una canción, exprimirla al máximo, hasta llegar al punto de odiarla por sobreexposición en mi cerebro. Soy un inadaptado, y no me importa. Cierto es que se puede dejar en reposo durante un tiempo y luego recuperarlo, pero entonces, sinceramente, no es lo mismo.

Algunos dirán que las cosas buenas hay que racionarlas, porque si no acaban cansando. Quizás tengan razón. Otros dirán que acabar hastiado de algo que amas por no saber controlarlo no es una opción coherente. Oye, pues sí. Y otros (los últimos) dirán que llevar 268 escuchas del disco de Vampire Weekend en apenas cinco días no es sólo no disfrutar de la música, sino que además es insano e incluso estúpido. Pues vale tío.

Yo sigo a lo mío. Escribo este artículo escuchando a los Vampire. Y no puedo evitar pensar que este exterminio del cancionero que hago es, sin duda, la opción más lógica. A mí, por lo menos, me hace disfrutar. Aunque reconozco que, en este mismo momento, estoy empezando a cansarme de escuchar a los putos Vampire…  ¡Que pase el siguiente!

withor