James Horner (el compositor de bandas sonoras tan enormes como Aliens) tiene un enervante tic, una cadena de cuatro notas que repite en todos sus trabajos. Viene a ser algo así como «parabará» y se supone que crea tensión, aunque el desgaste juega ya en su contra. Fui a ver la versión esa de Pocahontas de Cameron y ahí estaba, oliendo a refrito como el resto del score (maldición, como el resto de película). No pasa nada. Si uno de los juntacorcheas más famosos del cine falla, llego a casa y pongo a Michael Giacchino. Que lo mola todo.

Me enchufo un poco a los metales de Speed Racer y ya está mejor la cosa. Temas como «Go Speed, Go!» giran como un motor desbocado y suenan a diversión, psicodelia y a heroicismo infantil. Perfecta lección de movimiento y tono, de elevación del material original gracias a unos arreglos y un tempo bárbaros. El acompañamiento de Giacchino define y aclara esa maravillosa tontería de los Wachowski: es el hijo domado de Barbarella y los Autos Locos.

Ese frenesí de viento podría ser marca de la casa. Se encuentra fácilmente en otros dos temas a la carrera paridos para sendas obras Pixar: «100 Mile Dash» de The Incredibles y «100 Rat Dash» de Ratatouille. (Apunte: no sé si los títulos de Giacchino, plagados de referencias, aliteraciones y juegos de palabras regulínes, son para alabarlos o meterles caña.) La misma vitalidad, el mismo clasicismo renovado, pero con más ternura y un puntazo de elegancia.

En The Incredibles, por ejemplo, se pega unos gustazos de jazz gloriosos. Una relectura (¿reescritura?) de John Barry  y los primeros 007 en la línea de lo que Howard Shore hizo con Herrmann en After Hours, de Scorsese. Sigue dándole a los 60 vistos desde la estilización y el hipercinetismo actual. Pastiche, estilo, subversión, innovación: lo que haría un tío con tablas, vamos.

Sus tres scores para Pixar (¡añadan Up!) muestran a un compositor inteligente entregado al material. En la peli de las ratas flota sobre los tópicos parisinos sin contagiarse, acordeones incluídos. Buena prueba es la canción final, «Le Festine». La música para la del viejo y los globos es evocadora, clásica sin anquilosamientos y, tal vez, la más emocional de las tres.

Es esta capacidad de Giacchino para ser clásico, atemporal, sin perder brío ni dejar de probar cosas nuevas lo que más me fascina. Compuso el tema de monstruos más brillante en mucho tiempo, «Roar!», un regalo que aparece en los créditos, y sólo en los créditos, de la normalita Cloverfield. Un corte abrumador, fiero, con la orquesta en máxima intensidad y un desparrame coral medido y bien puntuado.

Y entramos así en la otra mitad de su corpus, la de sus colaboraciones con J.J. Abrams. A saber: Alias, Mission:Impossible 3, Star Trek y, por descontado, Lost. Muchos de ustedes tendrán ya incrustado en la cabeza ese último golpe de metales que zanja sus temas, y los capítulos, en la serie isleña.

Es en esta obra, por extensa, donde mejor encontramos la identidad sonora de Giacchino: percusiones trepidantes, trabajo exhaustivo en la instrumentación (anécdota: para Lost utilizó tañidos de trozos del fuselaje de un avión), dominio de la frase musical limpia y la variación, tensión y liberación. Piezas como «Of Mice and Ben» bien podrían ser un decálogo para compositores.

Componer para narrativas audiovisuales es jodido. Aquí no valen los egos, las excusas vanas, el arte incomprendido. Hay que acompañar y, si se puede, potenciar. Hay que aportar coherencia, describir de forma precisa lo mismo un sitio que una forma de andar, aumentar, suavizar, corregir. Crear ritmo y contar historias de puta madre. Un compositor es un narrador casi antes que un músico.

Un buen narrador musical cobra protagonismo sublimando el trabajo de todo el equipo, y no apartándolo a codazos.  Sumas, sinergias, esa mierda. Sólo entonces se le permite el lujazo de que su música sea escuchable (y escuchada) fuera de contexto, que le dé por jugar con géneros, movimientos y contradanzas.

O sea, que un movidón. Pues ahí está Michael Giacchino, que lo clava todo punto por punto. Sin «parabarás».

V the Wanderer