¿Está usted malamente por el cambio horario? Despéjese su jet lag vital-emocional con estas tres canciones reconstituyentes.

La elección de V the Wanderer

EWAN McGREGOR, NICOLE KIDMAN, JAIME ALLEN – ELEPHANT LOVE MEDLEY

Últimamente estoy de un romántico tontorrón e incomprensible, y eso que sacrifico niños a los dioses del metal religiosamente. Será el tiempo o la época de alergias, pero me descubro escuchando a James Blunt o metiéndome en películas de Richard Curtis con la cabeza gacha como el que va de putas. Son las condiciones ideales para recaer en Moulin Rouge!, una de mis cintas favoritas o, al menos, de las que más impacto me han causado en su estreno. Melaza, sacarina, glucosa, etcétera mezclados con dosis insanas de arrebato, pasionazas y exceso.

Porque ojo, el exceso no es lo mismo que lo hortera o lo kitsch. Lo hortera pierde el sabor por saturación mientras que lo excesivo, como Queen, Muse o algunas pelis de Luhrman, siguen luciendo gusto por mucho que lo hagan a todo volumen y sin desvíos. Lo kitsch es el tren de la bruja; lo excesivo, el expreso pendular del norte. No es lo mismo Agatha Ruiz de la Prada que Danny Boyle. A mí me va tanto la poética callada y gélida de un Kurosawa o un Ozu como un buen trallazo de exceso de vez en cuando.

No encontrarán mejores excesos, ni mejores romanticismos tontorrones, que en esta Moulin Rouge!, tal vez el único motivo por el que a Luhrman se le permite seguir haciendo cine. Véanla y atrévanse a decirme que no se emocionan en ningún momento, que no sienten ganas de alzarse de un brinco y cantarle al amor, a la alegría, a la vida que me ha dado tanto. Y entre toda esa banda sonora monumental, hoy me quedaría (mañana ya veremos) con el maratón de sincretismo pop que se cascan McGregor y Kidman en lo alto de un elefante (¿lo ven? ¡exceso!), pasando de Wings a Bowie y tiro porque me toca, rematando con dos narices con Dolly Parton y un tenor dejándose el pecho.

Si me pillan con el día bueno, se la puedo cantar del tirón; hasta tal punto me obsesiona. Ahora me viene a la mente una madrugada de borrachera en Berlín, cantándola a dueto con unas canarias que salieron de no sé dónde, y empiezo a temer que cualquier día de éstos mezclo romanticismo, tontuna y hierbas mallorquinas y ya tenemos concierto montado.

La elección de Raúl

VÍCTOR MANUEL – CUÉLEBRE

Tenía 13 años y no podía creer lo que estaba escuchando: el sosote e insulso Víctor Manuel cantando una letra inquietante sobre un animalejo mitológico. Veía por televisión la multitudinaria gira ‘El gusto es nuestro’ (1996), una reunión de astros: Ana Belén, Miguel Ríos, Serrat y el citado Víctor Manuel. Entre un repertorio clasicón, un bombardeo más o menos rancio de canción ligera, apareció aquel tema que me asombró por lo insólito. Hablaba del cuélebre, esa criatura legendaria en los ríos asturianos, a caballo entre un dragón y una serpiente alada, con escamas y ascuas incandescentes en los ojos.

Con esas pintas Víctor Manuel le dedicó al bicharraco esta canción que a mí me parecío descontextualizada: podría incluirse en los pasajes más oscuros de Lucas XV pero chirriaba hasta lo grotesco dentro de aquel arsenal histórico prefabricado de melodías españolas burguesas. Entre ‘La Locomotion’ y ‘Contamíname’, aparecía ‘Cuélebre’, asustándome y haciéndome gracia al mismo tiempo, intrigándome. Por ponerme tontamente freudiano, quizás de ahí venga mi aversión a las lagartijas, por imaginarme yo de chico a esa criatura bastarda con la piel del revés serpenteando en lechos fluviales y maquinando maldades, mientras vigila tesoros, que es su gran cometido.

Con vientos solemnes y un formato de ‘crooner’, el tema bien podría tener por ahí alguna guitarra abrasiva o atmosférica que le dieran un aire lúgubre, pero no, está todo bajo control, sin alejarse demasiado del folclore, sin encajar demasiado bien fondo y forma, sin abrazar la zona más tétrica de la historia, ni transportarte a la Asturias más enigmática. Yo no sabría decir ninguna otra canción de Víctor Manuel, pero intuyo que entre temas de mineros y el montón de declaraciones de amor ñoñas, ‘Cuélebre’ es la rareza, si quiera porque cuanto más la escucho más la veo para niños, para un opening de serie chunga de dibujos animados en los 90 en la televisión astur. Lo veo.

La elección de Withor    

MANOLO ESCOBAR – GOLES SON AMORES

Siempre asociaré la música –y la persona- de Manolo Escobar a una imagen muy concreta. Mi padre conduciendo el viejo R-11, mi madre a su lado con el mapa abierto, y mi hermana y yo, con 8 o 10 años, en los asientos traseros. Aquellos largos viajes a Jaén iban acompañados de una banda sonora muy determinada: la copla. Cierto es que con distinciones. De mitos como Antonio Molina o el Fary, pasando por subproductos con olor a gasolina cuya mejor representación bien podría ser Cecilio.

No es que tuviésemos un gusto musical exquisito en aquella época (pienso en mi walkman con Paco Pil y en el de mi hermana con Laura Pausini a todo trapo), pero aquellas canciones sonando durante ocho horas seguidas podían hacerse pesadas. Y dentro de este conglomerado, recuerdo alegrarme especialmente cuando el elegido para sonar por algunos de mis padres era Manolo Escobar. Dentro de la no excesivamente amplia variedad de artistas que podían llegar a sonar en mi coche, él era mi favorito (creo recordar que las simpatías de mi hermana se dirigían hacia El dúo dinámico).

No quiero caer en la costumbre de loar al finado,  pero lo cierto es que siempre he tenido simpatía por el personaje. Incluso llegué a ver en alguna ocasión ‘Goles son amores’, una de las bizarradas más grandes que jamás se han parido en nuestra santa televisión (y de la que, injustamente, casi nadie ha hablado estos días). La combinación era perfecta: Manolo Escobar cantando de tanto en tanto, algunos goles para justificar el formato, una simpática tonada, entrevistas a futbolistas en plan barra de bar en las que se hablaba poco de fútbol, y las Mamachicho vestidas con los trajes de los equipos aún más ceñidos de lo habitual. Sólo por esta genialidad lynchiana, Escobar se ha ganado un huequecito en el panteón de los grandes.