Después de desgastar los reproductores digitales y analógicos en busca de una tonada que superara nuestro exigente control de calidad y tras una deliberación enfermiza, individual y secreta de casi siete días, informamos de que la redacción, los colaboradores, los fotógrafos, el diseñador, el comercial, el becario, el adjunto del becario, el director general y el ilustrérrimo Consejo de Dirección de esta santa página han elegido estas tres canciones que les servirán para combatir o mitigar cualquier mal que les perturbe.

La elección de Raúl

GABINETE CALIGARI – AL CALOR DEL AMOR EN UN BAR

Manejaban al principio una estética sombría (no hay más que ver de dónde viene el nombre del grupo) y tenían canciones que hablaban de obediencia, dominación y nazismo. Pero la fama de castizos chulapos se la ganaron conscientemente con títulos como éste, aunque siempre fueron tipos serios y sobrios, madrileños resabiados de patillas como garfios, puro en boca, siete de la tarde en Las Ventas y que Dios reparta suerte.

Se trata de una tarantela, que es un ritmo napolitano bien festivo y bailable, muy española, construida con mandolina y saxo. De hecho, no es más que un homenaje a los bares, a esos antros de tapas y cañas, tragaperras y tele encendida, que asisten al retrato dibujado por la letra: el camarero leyendo el As, invitar a una señorita y el amor forjado en interminables conversaciones nocturnas al cobijo del alcohol tomado en breves pero repetidas dosis. Tópicos, es cierto, pero no por ello menos verdad, porque aquí las cosas (las peleas, los contratos, la amistad, ¡el amor!) se resuelven mejor delante de una cerveza o un cortado.

Esta canción estuvo a punto de ir a Eurovisión en los años 80. Habría sido memorable la puesta en escena del trío más chulo de toda la Movida, que trascendió la etiqueta del rock torero para atizarle a todo tipo de géneros, desde el tango al cha cha cha, por supuesto. Los Gabinete, nacidos en la independencia cercana, en parte, a la contracultura (comenzaron su carrera grabando discos a medias junto a Parálisis Permanente) constataron más tarde que el folclore también molaba.

La elección de Withor

BLACK – WONDERFUL LIFE

Viernes de madrugada. Bar Museum. Tarragona.

Un par de jovenes, provistos de guitarra y xilofon, empiezan a tocar una canción. Al principio es irreconocible, como debería ser en toda buena versión. Pero llega un momento en el que a todos se nos activa el cerebro: ahora ya nos suena, aunque aún no reconocemos ni el nombre ni el grupo. El ‘click’ definitivo llega con el estribillo, ahora ya sabemos la canción, aunque no el grupo, y todo el bar se anima a corear el irresistible estribillo ‘No need to run and hide , it’s a wonderful, wonderful life’. Delicioso, coreable, los cigarros y el alcohol marcan el momento, en el cual todo el bar piensa, a la manera del gran Montes, ‘porque la vida puede ser maravillosa’.

Sábado por la mañana. Mi casa. Tarragona.

Tengo resaca y me duele la cabeza. Reviso el paquete: fumé demasiado. Revisó el dinero que me queda en la cartera: bebí demasiado. Vuelvo a escuchar la canción y gracias a youtube descubro que el grupo se llama Black. Primera noticia. La canción original es grande: buena voz, un sintetizador bien ajustado, un estribillo de esos que nunca se olvidan. Sin embargo, soy incapaz de no echar de menos la versión de ayer, sin producción, con una voz que no llegaba a los registros altos, y con un sonido pésimo. Pero tenía algo especial, algo que la hacía diferente. Quizás fuera el alcohol, la compañía, el buen ambiente o las risas. No lo sé. Lo que tengo claro, es que escuchándolo ahora, sábado por la mañana, con resaca y en mi casa, mi visión es muy diferente: la vida ya  no me parece tan maravillosa.

La elección de V the Wanderer

EDDIE VEDDER – LONG NIGHTS

En las largas noches en que el mundo entero nos aísla con su manifiesta alteridad, descubrimos que no somos más que frágiles motas arrastradas por el viento, cayendo en una soledad insalvable. Si se parecen ustedes a mí, decidirán abrazar esa melancolía, esa añoranza, dejar de negar lo innegable y sentirse a salvo.

O como dice Vedder: «Have no fear, for when I’m alone I’ll be better off than I was before

El disco íntimo y reflexivo de la voz de Pearl Jam se salta a menudo por ser una simple banda sonora. Material compuesto por y para ‘Into the Wild’, o lo que es lo mismo: indivisible de la película de Sean Penn, de la figura de Chris McCandless, del texto de Jon Krakauer. Un disco expandido, sumado por todos los puntos cardinales.

En dos minutos y medio, ‘Long Nights’ lo resume con sumo acierto. Triste melodía para una letra que asegura encontrar tranquilidad en el abandono, contradicción andante y de aire ermitaño. Cargada de graves, de tempo apesadumbrado, con la resonancia que ha hecho de Vedder una de las voces clave de la música norteamericana. Abrazo al anhelo de caer, de vivir, de dejarse morir en un rincón solitario del mundo. Sensata tristeza, alivio en la propia insignificancia.