Una vez Luis Prado, clasicómano, pianista y cantante de Señor Mostaza, me confesó en una entrevista que su primer recuerdo musical era cuestión de contrastes: por un lado, la Ramona Pechugona, a cargo de Fernando Esteso; por otro, las óperas de Rossini que le ponía su madre.

En un alarde de introspección retrospectiva, he querido rescatar mi (breve) memoria primigenia musical, esos fotogramas iniciales que pasarán ante mí en pdf, segundos antes de que muera ebrio de éxito y don Perignon en una suite. Pues bien, también tengo dos apenas indiscernibles: La Bamba, de Los Lobos, que en aquel momento sonaba por todas las partes y a mí me parecía que era la única canción que existía entonces, que era como un acontecimiento puntual y excepcional que alguien hubiese hecho una canción. La otra era ‘Final countdown’, de Europe, pero no la recordaba con ese nombre. Para mí simplemente era la canción de ‘Yurop’.

En otro alarde de imprevisible desplante, prefiero no seguir hablando del correoso pasado (el inmediato pretérito viene apuntado por una comunión que no dio musicalmente para un artículo. A destacar simplemente el hecho de que después de un salmo con guitarra en la iglesia casi me pongo a aplaudir, por la inercia de un concierto). A lo que iba: ni nostalgias pastel ni crónicas perdidas ni canciones de Ismael Serrano. Quiero apuntar, por una vez, hacia el futuro, que nos va a deparar en breve, por ejemplo, el nuevo disco de El Columpio Asesino. Está muy bien seguir la evolución de la grabación en twitter y otras redes sociales. Se me hace la boca agua cuando leo “no hay manera de que suenen esas guitarras”. Imagino qué animaladas estarán haciendo mientras tú lees esto.

El futuro es también la gira de los cuatro jinetes del apocalipsis: Loquillo, Calamaro, Bunbury y Urrutia, que promete ser histórica y que, como dice Juan Puchades, habrá que reforzar las tablas del escenario para sostener tanto ego. Parece que el tetraproyecto va cuajando. El futuro es más grupos paralelos de Jack White y más festivales blancos para toda la familia (¿de verdad hay rock in rio?, me pregunto ahora mientras veo por la tele con el volumen al 0 el concierto de unos tal ‘McFly’ moñas moñas).

El futuro (¿ya no es lo que era?) es el regreso de Miguel Ríos a los directos (anda estos días retirándose pero me juego la dignidad a que regresará), otra gira mastodóntica de los Stones, más reediciones de los Beach Boys, un Sabina un poquito más de vuelta de todo, el álbum inédito de Elvis, otro previsible discazo de Nacho Vegas, más mierda sobre Michael Jackson, ver a Los Planetas en Cambrils, comprarse más Rolling sobre moda, cien artículos más de La inercia (algunos sin tema, como éste, y otros con un montón más de paréntesis, como éste), los ‘Yurop’, que vuelven pero nunca por dinero, otro grupo indie neoyorquino que petará el mundo gafapasta, saber tocar cada vez menos la guitarra (que el diablo farsante me devuelva mi alma pero que ya, por favor), la muerte de Brian Wilson, etcétera.

¿Y el presente musical?: para mí, escribir esto (que tú, lector atribulado, lectora voraz, lees ahora en tu presente) con una mano en un Winamp bastante ‘beatleiano’ (otra vez el pasado que vuelve) y un ojo perplejo viendo en Casal Rock cómo los viejos cantan ‘Give it away’, de Red Hot Chili Peppers. Y no se atragantan. Y eso ya es mucho.

raúl