¿Qué escuchará el Papa? ¿Llevará su iPhone para aligerar los vuelos? ¿Sintonizará Radio3 a bordo del papamóvil? Nosotros, que somos campechanos y cercanos a nuestra humilde manera, gustamos de imaginar que Su Santidad aprobaría la recomendación de estos tres temas.

La elección de V the Wanderer

BARCLAY JAMES HARVEST – FOR NO ONE

Tal vez fuera el nombre, que ni engancha, ni da lugar a unas siglas memorables ni se lo pone fácil a la nemotecnia. Tal vez fuera la ausencia de un frontman carismático o un guitarrista que robara el protagonismo. Quizá las portadas no tuvieran suficiente pegada. No lo sé. BJH (¿lo ven?) entraron en Harvest casi en el mismo momento que Pink Floyd, con una propuesta de rock progresivo muy similar. Y ahí lo tienen: hacia arriba fueron los unos, hacia nadie sabe dónde los otros.

Su trayectoria revela un caso ejemplar de eternos segundones. Lograr un hitazo para después pasar inadvertidos durante dos o tres discos, alcanzar el puesto 31 de los Top 30, llenar una gira y verse solos en la siguiente, triunfar aquí y dejar de triunfar allá… Cuentan con decenas de discos de estudio, de recopilatorios, singles, directos, y siguen, más o menos, en activo, aunque para ello se hayan tenido que escindir en tres bandas: Barclay James Harvest featuring Les Holroyd, John Lees’ Barclay James Harvest y Barclay James Harvest through the eyes of John Lees. Los nombres siguen mejorando.

¿Y qué ofrecen BJH, más allá de su intrahistoria? Pues rock progresivo paradigmático, músicos muy sólidos, gran uso de la progresión y movimientos propios del género y de sus tics sinfónicos (aquí manda el melotrón). ‘For No One’ vale de carta de presentación, a pesar de no estar entre sus casi-éxitos: buenas guitarras, armonías interesantes y una llamada a la paz y el crecimiento personal de libro de autoayuda. Épica inocentona, inofensiva, melancólica. Eso es BJH: casi cincuenta años soñando con un mundo mejor, a pesar de que ellos mismos se quedaran siempre a un paso del progreso.

La elección de Raúl

SÉBASTIEN TELLIER – DIVINE

Hace un par de años, veíamos en casa de Withor el festival de Eurovisión, con intrascendente sorna, sin prestar demasiada atención, seguramente haciendo tiempo. Hasta que salió al escenario este francés de traje gris, con greñas entre Jesucristo, Bigott y Remate. Iba subido a un carrito de golf, luciendo la Tricolor gala e inhalando un gran globo de helio para apituflarse la voz.

A sus espaldas, le custodiaban durante la actuación cinco coristas con barbas postizas y gafas de sol, recreando el rostro de Sébastien Tellier, este compositor, cantante y multiinstrumentista que entonces (y ahora) habitaba en lo alternativo y en el círculo electrónico, rollo Air pero más banal, con humor, sin solemnidad. Le producen Daft Punk y le remezclan Midnight Juggernauts.

La canción, con algunas frases en francés, es simple, prácticamente mínima, ligera, alegre y muy coral, con ese divertido bob-dip-bob-bob-dip del fondo, un poco Teneessee, vale. El espectáculo en conjunto tiene un punto de absurdo, de mofarse de la insoportable blancura baladística de Eurovisión pero sin caer en esperpentos ‘chikilicuátricos’. Este circo está quizás algo más emparentado con el intento de la Casa Azul de llevar el indi al festival (o aquella intención fugaz de Morrissey, que tuvo su paralelismo con notable respaldo en la campaña para convencer a Nacho Vegas).

Al final, ni indi ni ostias: 47 points y ‘la France’ en un penoso 18º puesto.

La elección de Withor

BEBO Y CIGALA – CORAZÓN LOCO

Hace ya unos añitos del huracán Bebo y Cigala. El cubano y el gitano, el abuelo que aún mantiene intacto el pulso en las manos con el gitano que soñó con ser Camarón. Ellos pusieron el flamenco de moda, gracias al flirteo que hacían con otros géneros, de la mano, básicamente, del piano de Bebo, siempre certero, contrapunto perfecto a la poderosa y rota voz de su joven compañero de viaje.

Corazón loco siempre fue la canción que más me gustó de un disco que hace años que no escucho. También es la única canción que de tanto en tanto resuena en mis altavoces. Y no sólo por la elegancia del piano, el impecable trabajo del con-trabajo (ojito al juego de palabras que me he currado) y el sentimiento del Cigala, más vivo que nunca en esta canción. Lo que más me gusta es su ambivalencia.

Y es que Corazón loco, como discutí un día con un amigo, se puede ver de dos maneras. ¿Quién es esa mujer que enloquece el corazón del gitano? Su mujer… ¿o una amante? ¿La esposa y madre de sus hijos es la misma que se lleva a la cama? ¿O es otra? ¿Son la misma persona? ¿O no lo son? En definitiva: ¿Corazón loco es la canción más bonita que se puede escribir sobre el amor, o la canción con los argumentos más válidos para justificar una infidelidad? Lo pienso desde hace mucho tiempo, y últimamente me inclino por la segunda opción. Tampoco me importa. Bendita ambivalencia.