Confesamos que no sabemos de todo. No tenemos opinión formada sobre la mayoría de temas y en la mayoría de los que sí la tenemos estamos dispuestos a escuchar una nueva y cambiarla si nos convencen. Tampoco tenemos frases que puedan ustedes poner en un tweet o estampar con el Paint en fotos de bebés para compartir en Facebook. No encontrarán aquí más sabiduría de la que se nos haya colado por casualidad. Les recomendamos, eso sí, tres bonitos temas que no hacen daño a nadie salvo si los graba en un USB y se lo come. Ésa es nuestra realista oferta.

La elección de V the Wanderer

GORDON LIGHTFOOT – IF YOU COULD READ MY MIND

La descubrí de adolescente en una película olvidable pero con gracejo paramusical, ’54’. En ella, los días de gloria de esa icónica discoteca se adornaban con una selección musical que era pura carne de radiofórmula. Allí hizo nido este tema, por aquel entonces vestido de tontorrón himno disco (la interpretaban Stars on 54, supergrupo formado por Ultra Naté, Amber y una tal Jocelyn Enriquez: búscalas ahora). Pese a ello no ocultaba algo de tristeza, como una fiesta de despedida o un último baile. Se intuía más, y lo había.

Me la redescubrió Carlos, amigo y escuchante fiel, sorprendido por la transformación o, mejor dicho, la destransformación: en los huesos de aquella horterada bailable estaba una tonada folk, suave, evocadora, algo melosa pero delicatessen para esas tardes bobas en que uno está clásico. Y el tipo que la interpretaba tenía además un nombre de enmarcar: Gordon Lightfoot. De villano de Bond, personaje de cómic o pistolero de western.

Es una de las leyendas del folk canadiense (sigue vivo, el canalla) y tiene una sonoridad que cautiva, con timbre abaritonado y siempre acompañado de guitarra de doce cuerdas. La canción es la secuela de un divorcio y suma otra entrada a la lista de méritos del desamor como motor musical. Redondeen el pastel con innumerables versiones (Petula Clark, Johnny Cash, Don McLean) y entenderán por qué lleva unas semanas sonando de fondo en el cuartel general de esta santa casa.

La elección de Withor

KATY PERRY – HOT AND COLD

A veces tengo la sensación de estar viviendo en otro mundo, a millones y millones de años luz del resto de los mortales.

Esta semana vi un anuncio (o reportaje o quizás noticia) en que se hablaba de un tal Pablo Alborán como el mayor fenómeno pop surgido en España en el último lustro. Y a mí Pablo Alborán es un nombre que me suena, sí. Pero no le pongo voz. Ni siquiera cara. De hecho, de buenas a primeras lo sitúo como jugador de fútbol del Celta o del Getafe. O alguien con quien trabajé pero no llegué a intimar. Pero, ni mucho menos, me gritan en la oreja ¡Pablo Alborán! y pienso que me están haciendo mención a todo un fenómeno pop.

Hace tiempo que me pasa. Nombres que supuestamente todo el mundo conoce (Katy Perry y cosas así) y para mí forman parte de la masa. Cantantes y actores jóvenes que lo están petando, que aparecen en todas las listas de ‘lo que + mola’, y yo que tengo que poner esa sonrisa falsa y reír diciendo ‘sí sí’ cuando se les menciona, cuando en realidad ni zorra idea padre.

Es el castigo que Dios me ha impuesto. Sinceramente, podría haber sido mucho peor.

La elección de Raúl

LA GRANJA – ETO’O (SU JUGADOR FAVORITO)

Me vienen mis compadres con el discurso de la negritud, que dicen que son negros de alma, actitud y ademanes: el funk que nos hace bailar con espasmos, con la pulsión disco de la noche, ya se sabe. Parodiamos lo del ritmo en las venas (el groove que nos gobierna) pero convenimos en que, como decía Pla (Albert, no Josep), el negro es mejor que tú: canta mejor, salta más alto, corre más, folla más rato.

Me acuerdo yo entonces de uno de ellos, Samuel Eto’o, y de una canción de pop muy muy blanco y cristalino: un tema actual de los ochenteros La Granja confeccionado para que coree la grada o para que suene de fondo en resúmenes de tele que recopilen los 25 ó 30 goles de la temporada que marcaba el camerunés. Sé que Adri es muy fan de plantar un negro grandote en el centro del campo, casi de manera preventiva, por imponer al rival, y desde ahí disponer alrededor el resto del once. Eto’o, antes de acomodarse en Rusia y ser el futbolista mejor pagado del mundo, era en la punta más nervio que corpulencia, una gacela elástica que tampoco en el cuerpo a cuerpo solía salir perdiendo.

Esa negritud (pureza curtida, más allá de la exuberancia física) de la que hablaba al principio la resumen bien muchos jugadores: las maneras de toro del mejor Essien, el tórax furioso de Drogba o la casta (los cojones) del fibrado y arrogante Eto’o, que además tenía consciencia, orgullo de raza y argumentaciones, o si no vean aquello que dijo de correr como un negro para vivir como un blanco o lo de “vivo en Europa pero duermo en África”. La Granja no llegan a tanta trascendencia ni carga ideológica pero ahí queda el homenaje. No somos negros de filosofía aún, amigos, pero vamos en el buen camino. Algún día.