Cumplimos tres años en la red, que en años de humano deben de ser unos veintinueve. Ya sabemos dar la pata, dividir decimales y hasta cosernos los botones nosotros solitos. También hemos aprendido a que nos dejen de gustar las cosas antes que a nadie y a trollear en los comentarios de la competencia. Por eso, este consolidadísimo e influyente medio les trae no tres sino cuatro canciones (hemos sacado del foso a Cano el Cuarto) para que ustedes brinden con nosotros. Por tres años más, y ustedes que los lean.

El regalo de Gonzalo Esteban

Nuestro asesor en cosas de bits y pinchamientos, Gonzalo Esteban de Neonized.net, nos hizo este tremendo retrato en respuesta al que nosotros le elaboramos. Para darle un aire más importante a la cosa, lo reproducimos aquí como si fuera un regalo de aniversario. Obra de arte es poco, pavos.

La elección de V the Wanderer

SHANG SHANG TYPHOON – いつでも誰かが (ITSUDEMO DAREKA GA)

Chicos festivales se montan los mapaches en ‘Pompoko’, esa cosa rara de Ghibli que cada vez encuentro más inexplicable y más cautivadora. Cualquier excusa es buena para jincharse a sake, marcarse unos bailes y cantar esta alegrísima tonada a coro. Eso es la vida, amigos, o debería serlo: despreocupación, disfrute de la naturaleza, de los placeres sencillos (una buena cogorza, una buena jarana), colegueo en comunidad aunque luego cada uno sea de su padre y de su madre. Me la enchufo de vez en cuando y me da una felicidad tontísima. No creo que haya manera mejor de convertir en canción las ganas de celebrar la vida. Yo firmo para mapache pero ya.

La fiesta mapachil también tiene su punto de melancolía, de consuelo pírrico: ‘Pompoko’ es, ojo spoiler, la crónica de una derrota histórica, el relato del fin de un mundo. El cierre de un modo de vida vago, disoluto y festivo; pero un cierre que no impide reunirse una vez más y correrse una última juerga. Canturrear y festejar que se tienen (nos tenemos) los unos a los otros. Por eso adoro a estos mapaches: la vida merece ser aplaudida por muchas batallas que se pierdan. Quién necesita estafadores como Coelho o Bucay teniendo a estas bestias animadas.

La elección de CanoGarfunkel

QUEEN – DON’T STOP ME NOW

Me criticarán por recomendar algo tan típico, pero es que el ritmo de este temazo no para de repetirse en mi cabeza. La respuesta está en ese vídeo cachondo editado por Adidas, presentado por el omnipresente David Beckham y protagonizado por grandes deportistas británicos que han ganado medalla en los Juegos Olímpicos de Londres: la decatleta Jessica Ennis, los ciclistas sir Chris Hoy y Victoria Pendleton, los hermanos triatletas Brownlee o el gimnasta Louis Smith. ‘Don’t stop me now’ es desde entonces mi himno personal para recordar todos los grandes momentos vividos durante dos semanas intensas y emocionantes, donde, por fin, el futbol pierde protagonismo ante deportes espectaculares como el piragüismo en aguas bravas, el ciclismo BMX, el taekwondo o la esgrima.

La cancioncita, con un ritmo endiablado y a la vez pachanga, es también el compendio de lo que los británicos quisieron transmitir al mundo durante las ceremonias de apertura y clausura. Danny Boyle se lució con su salto de la campiña inglesa a la revolución industrial, pero también se equivocó introduciendo excesivas cursiladas juveniles con móviles de por medio. Y, como no, la magnífica tradición musical inglesa fue la principal protagonista, desde David Bowie a las renacidas Spice Girls (curioso que después de quince años sigan teniendo la misma cara). ¿Se han preguntado alguna vez por qué los iconos de la cultura británica caen bien y los de la norteamericana se aborrecen? En eso, los británicos han sido unos maestros; vendiéndonos canciones amables, cariñosas, alegres, oscuras, cañeras, rockeras, electrónicas, flipadas, etc. Todas ellas comerciales, pero con un toque de calidad.

La elección de Raúl

RODRIGO Y GABRIELA – DIABLO ROJO

Dirán que eso es tocar la guitarra y hacer rock acústico. A mí me parece atizarle a la madera y a las seis cuerdas ostiones como panes, palmeos que en verdad son señores guantazos, para luego reconciliarse y ponerse virtuosos con una filigrana de delicia y vértigo. Rodrigo y Gabriela, me los descubre Víctor Díez un día en su casa, son algo escandaloso, instrumentalmente un portento y visualmente una exhibición atlética, como si Usain Bolt agarrara el mástil, un tour de force que, pese a la saña, nunca renuncia a la melodía y al punteo. Son dos guitarras (una perfila, la otra percute) pero parecen 200, y a veces se jugaría uno el cuello a que por ahí suenan también bajos, cajón y percusiones.

No sé, este ‘Diablo rojo’ se convierte en un festival de resonancia, velocidad y solos con un puntito de épica y donde una guitarra es una banda entera, y si no, por ahí hay vídeos (es bueno escucharles pero casi mejor verles) para presenciar rifirrafes frenéticos y atropellados, duelos al sol en los que ver qué manos van a sangrar más o qué dedos caracolean con mejor maña por los trastes. Sin un vatio de electricidad, versionan a Metallica y Led Zeppelin, y dicen beber de Megadeth y Slayer.

En general suenan a un flamenco enloquecido, furioso, visceral, pero se transparenta el pasado: Rodrigo y Gabriela tocaban en una banda de trash metal en Ciudad de México antes de conquistar a dúo Irlanda, Francia, Estados Unidos o Japón. Cuando se han dado cuenta, han publicado ocho discos y han llenado en festivales a golpe de técnica exquisita pero también de aporreo bestia, de delirio heavy, de prenderse fuego encima, por mucho que entre manos tengan una guitarra española.

La elección de Withor

SOULWAX – E-TALKING

Esto de celebrar el aniversario es una putada. Y no lo digo por la inmensa tontería que supone ‘hacerse mayor’ (¡con lo bien que me sentarán las canas!), sino por la pérdida del libre albedrío. Llámenme raro, pero a mí me gusta tener mi libre albedrío controladito, a mi vera, siempre atento por si sus servicios son requeridos. Pero el día del aniversario es ineficaz, porque sólo hay una opción: ser feliz, porque es un día maravilloso. Aunque a ti no te apetezca.

Con la música (oh, ¡sorpresa!) ocurre algo parecido. El día del aniversario debe ser alegre, pachanga, si pones un poco de electrónica casi que mejor. En caso contrario, algunos te dirán: ¡Qué estamos de celebración, no de entierro!  Y eso me da rabia, porque algunas canciones tristes pueden equivaler a un festival para mí. Lo que duerme a unos, a mí me puede parecer una canción bailable. Lo que a otros hace llorar, a mí me puede hacer reír.

Dicho esto. PÓNGANSE ESTA PELOTAZO A TODA HOSTIA QUE EN LA INERCIA ESTAMOS DE ANIVERSARIOOOOOOOOO.