La prima de riesgo se ha situado por debajo de los 500 puntos después de la subasta de deuda. El pánico pone la prima de riesgo en 540 puntos. La Bolsa y la prima de riesgo se desbocan a niveles récord. El Eurogrupo estudia aliviar la prima de riesgo. La prima de riesgo, al borde de los 500 puntos. La prima de riesgo, por debajo de los 500 puntos. La prima de riesgo pone fin a cinco días de caídas y supera los 510 puntos.

La elección de V the Wanderer

YETI LANE – LONESOME GEORGE

Para el joven V, las Galápagos eran un sueño. Un lugar de mito y mística, un ideal. El joven V, verán, quería ser biólogo. O veterinario. Fascinado como estaba con la vida, con su violenta e interminable ramificación, no podía considerar otro paraíso que aquellas islas. Sus conocimientos geográficos eran muy básicos; dudamos que las hubiera podido ubicar en un mapa. El joven V, entiendan, era muy, muy joven. Y soñaba con vida aislada, única; con lugares que pertenecían a esa vida. Con quelónidos gigantes.

El joven V es hoy un poco menos joven pero conserva entusiasmo e ideales. Conserva, sobre todo, amor por la vida, aunque al final no acabó siendo ni biólogo ni veterinario. Sigue fascinado por los lugares que se apartaron del resto, donde la vida avanzó con otras miras (parcelas de la evolución indie, se dice medio en serio, contra el manido mainstream continental). Lugares que se pierden, vida que se empobrece: el joven V sabe ya que faltan el lobo marsupial, el japonés y otras docenas de especies. Demasiadas catástrofes biológicas.

El joven V mira con profunda tristeza las fotos del Solitario George, última tortuga de su estirpe. Un quelonio jorobado, de aire abatido y frágil, que arrastraba con resignación su centenar de años y la soledad del que carga con el fin de un mundo. Hace unos días, el Solitario George murió, allá en su rincón de las Galápagos. El joven V, el que es ahora y el que fue hace muchos años, sintió en su garganta el empequeñecimiento de la vida. Adiós, Solitario George, se dijo en una inútil despedida al aire.

(Hoy, encuentra una canción nombrada por el desaparecido ejemplar. Es un ligerísimo tema independiente, de una pegadiza electrónica pop que le parece, ¡serán las circunstancias!, conmovedor y melancólico. Le cae bien y le sirve de excusa para recordar una vez más los milagros de la interminable ramificación.)

La elección de Withor

LOS MANOLOS – EL MUERTO VIVO

Sin llegar al nivel de la literatura, la música también nos ha dejado personajes inolvidables perdidos en discos, notas, canciones. Personajes que han pasado a formar parte de la cultura popular (si miran al cielo verán al Mayor Tom, todavía de camino hacia las estrellas) o de la cultura minoritaria (Joaquín el Necio); personas reales que se hicieron leyenda a través de la canción (Angie); otros creados a partir de la deformación del nombre (Jude); e incluso algunos sin nombre (el hombre que casi conoció a Michi Panero o aquel que lo hace todo en España, por poner sólo dos ejemplos).

Pero señores, ninguna mente pensante ha creado jamás un personaje mejor que aquel que responde al bello pero inquietante nombre de Blanco Herrera. No por su complejidad, ni por vivir un infierno en vida. Ni por su físico, ni por su prosa, ni mucho menos por su ideología. Simplemente, por ser lo más puto amo que existe, el kie más grande del universo. Porque señores, hay que tener los cojones tamaño cabeza de gato para que todo el mundo esté llorando por tu muerte, y tú mientras tanto, jincándote una caña detrás de otra y al hígado, que le jodan.

El gitano no estaba muerto, estaba tomando cañas y todo lo que no fuera su brazo, su boca y el vaso de cerveza, no existía para él. El gran Blanco Herrera no estaba muerto, estaba tomando cañas, pero nadie excepto el camarero lo sabía. Y así estuvo un día tras otro, una semana. El muerto estaba vivo, y por eso, el vivo ya es leyenda.

La elección de Raúl

JAUME SISA – QUALSEVOL NIT POT SORTIR EL SOL

Suena el pianito, luego el descorche de botellas en la noche plácida, que arropa cálida, que nos envuelve el espíritu con unas pocas seguridades. Empiezan a desfilar los personajes de la infancia. Todos caben, por variopintos que sean los orígenes. Sólo faltas tú en esta cumbre nocturna y feliz de dibujos animados y ficciones, en esta letra infantil sólo en apariencia: el clásico de los 70 de Sisa atesora la magia de esos momentos únicos, de la celebración de sentirse vivo, de la emoción cincelada, pulida en su pureza, de la fantasía, del cuento, de los solsticios y de los inicios ilusionantes.

Vuelvo pragmático a la tierra, a la prosa. El otro día me emocioné en una boda, en una de esas ceremonias diferentes, personales, libres, que a uno le hacen ver, de vez en cuando, que maneras de vivir hay muchísimas, y que olé para los que así lo entienden, ni que sea a través de nimias licencias y modestas batallas ganadas, en un detalle siquiera, al convencionalismo. Así que en un paraje bucólico, verdísimo, en la Vall d’Aran que es valle de valles, bajo un sol radiante, en una postal con vacas, caballos, santuarios, excursionistas, gente trajeadísima, riachuelos, reencuentros, un cubano, un chileno, un polaco, un perro protagonista que en realidad no es de nadie y se llama Pánico o un actor que va a hacer las veces de sacerdote, canta Sisa. Entran los novios, que llevan peluches, luego va a sonar Bola de Drac entre guitarras. Vibro. Siento eso tan excepcional que es reírse y conmoverse a un tiempo.