-Están ahí, pero no los ves, de eso se trata, y van a estar siempre.
-¿Chorros?
-No, no. Eso es para la gilada. Son descuidistas, culateros, abanicadores, gallociegos, miromistas, mecheras, garfios, pungas, poqueteros, escruchantes, arrebatadores, mostaceros, lanzas, bagalleros, pequeros, filos.

La elección de Raúl

ALCOHOL JAZZ – QUÉ TRISTE ESTÁ LA PLAYA

Cada vez me gusta más huir de etiquetas como indie o alternativo y abrazar conceptos como superviviente o, pirateando a Mr. Zarppa, eso que podríamos pactar en llamar música subterránea. En ese macro cajón de sastre, en esos cada vez más concurridos flujos de la cultura popular, podrían estar los interesantes e insólitos Alcohol Jazz y sus casi tres décadas en activo. Nacieron en Madrid en 1986 para romper con la estandarización intelectual del jazz y la misión se les fue de las manos: fusión con todo, ritmos discotequeros, negros, o sonido dance electrónico, por no hablar de las versiones de Starsky y Hutch. En la batidora enloquecida entró todo. No nos manejamos habitualmente con estos estilos funkosos, pero el swing, el flow, el feeling, el duende o como cojones quiera llamarse el corazón rítmico, se vuelve aquí una melodía descaradamente bailable: el saxo que comanda, el bajo marcadísimo, una percusión marchosa y que desinhibe y el desprejuiciado uso de la electrónica, si se tercia.

Para ubicar: canción instrumental, vacacional, festivalera y animosa (donde acaso el título ejerce de contraste) para llegar a un hotel cinco estrellas con un fajote de dinero, contemplar la vida entre palmeras al ritmo de la música Calypso o ponerse la pulserita en un resort de Cancún sin alma y jincarse mojitos cubanos recostado en la hamaca, pero sin relajarse en exceso, que al final va a parecer una peli porno. Mejor tener el cuerpo a tono para el pálpito funky, que esta noche el hotel abre la disco y habrá gachís en la pista. La historia, en fin, podrá parecer trasnochada e invendible, claro (rara vez esta música vio la luz fuera del garito) pero mejor abstraerse y dejarse llevar por la sintonía pachanguera. Groove para comenzar el fin de semana, como dirían los desenfadados pinchadiscos de la radiofórmula.

La elección de V the Wanderer

JORGE SEPÚLVEDA – MIRANDO AL MAR

1) Si en Rapture hubiesen hablado español, no duden que habrían sido fans de este inolvidable temazo. Estarían ustedes jugando a ‘Bioshock’ (también vale la segunda entrega) y, al entrar en una estancia cualquiera, un viejo gramófono les repetiría esta tonada. Es añeja, evocadora y marchita y además va de perlas con el tema marítimo.

2) «No se me ocurre mayor satisfacción para un padre que el haber convertido a su hijo en un hombre de bien. En un ciudadano hecho y derecho.» Pues no, no consigo separarla de ‘El Milagro de P. Tinto’, ese monumento de película que es toda una institución en esta casa. Habla el bro Antonio, magnífico experto y profesor de guión, de «dinteles»: puertas de entrada estilísticas y narrativas al universo de la película. Pues ahí tienen un buen ejemplo. Ocaso, despedida, entrañable padre viejuno, Sepúlveda: ya nos han atrapado.

3) Leo en la wikipedia que Jorge Sepúlveda era contable. Veo su foto y no me cuesta nada imaginarlo de oficinista español de la dictadura, con esa caída de ojos triste, ese repeinado y ese bigotón. Un hombre gris que resulta que cantaba sin igual.

4) Sí, otro tema sobre el mar.

5) Anda, ¿esto es un bolero? Pues mira, va a haber alguno que me gusta.

La elección de Withor

(GRUPO DESCONOCIDO) – DESPIERTA

El otro día me comí una tortilla de patatas. Del Mercadona, de esas que ya vienen hechas. Abrir, dos minutos de microondas, y comer. Deliciosa. De acuerdo, quizás no tan buena como la que hace mi madre, o la madre de un amigo, o cualquier mujer bendecida con el don de ser madre y que por casualidad tenga a su disposición una sartén, huevos y patatas. No, no estaba tan buena.

Pero seguía siendo una tortilla fetén. Una señora tortilla, merecedora de nombres y apellidos. Una de esas tortillas que cuando se ha acabado no puedes contenerte y exclamas ‘joder, que buena que estaba la puta tortilla’. Una tortilla muy digna, con la que poder ir a una fiesta y quedar como un señor, o para recibir invitados y que te den la enhorabuena por tu elección. Una tortilla por la que pondrías la mano en el fuego. Una tortilla con la que ir hasta el fin del mundo.

Y es que, por mucho que las madres critiquen, lo cierto es que las cosas prefabricadas también pueden ser buenas: tanto una canción para vender seguros, como una tortilla del Mercadona.