Esta entrada se publicó originalmente el 13 de diciembre en el blog del RIRCA -Representación, Ideología y Recepción en la Cultura Audiovisual-. Una vez más, después de mi entrada sobre ‘Six Feet Under‘, los amigos del RIRCA me invitan a dar las cinco razones por las que recomiendo las dos series animadas de Star Wars, ‘The Clone Wars’ y ‘Rebels’. Ahora que la galaxia de Lucas vuelve a estar de moda -ya hemos visto ‘The Force Awakens’ y, oye, qué maja es- es un momento ideal para acercarse a estas dos solidísimas colecciones. Ahí van, pues, mis razones:

El sentido de la aventura. Los discursos que elevan Star Wars a mito moderno suelen hacerlo a costa de olvidar que las películas son, ante todo, muy buen cine de aventuras: historias en las que todo es exótico y excéntrico, donde los paisajes y los paisanajes son pura alteridad y los héroes y los villanos se dibujan con trazos claros. La aventura es, en gran parte, inocencia y diversión pueril, y por eso a estas series les sienta tan bien el halo de Saturday morning cartoons: tanto The Clone Wars como Rebels abrazan ese amor por lo imposible, por los rincones peligrosos de la galaxia y los obstáculos superados por los pelos. Frente a la tiranía de las moralidades grises falsamente complejas (hola, Game of Thrones), las series animadas de Star Wars ofrecen una alternativa ligera pero no intrascendente, festiva pero no naïf. Ése es el secreto del difícil equilibrio tonal de la saga: lograr casar la fascinación infantil con la tragedia adulta.

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Dan volumen a las películas. Uno de los problemas de las ficciones contemporáneas, con su transmedia y sus universos compartidos, es la sobredimensión. El oficio de buen narrador incluye decidir qué no se cuenta y sugerir todo un mundo posible que no se ve. La crónica minuciosa de un mundo ficcional (más dictada por la industria que por los autores) lo agota. The Clone Wars y Rebels salvan este riesgo al no conformarse con rellenar los huecos: no sólo muestran hechos inéditos del backstory de las películas (las Guerras Clon, el nacimiento de la Alianza Rebelde) sino que añaden matices a elementos familiares. Así, encontramos un Anakin verdaderamente heroico, unos clones humanizados, la caza de Jedis supervivientes o debates sobre el papel de estos guerreros protectores de la paz en un conflicto bélico. The Clone Wars y Rebels no son sólo expansiones para el fan completista; atan cabos sueltos (el origen del ejército clon, los fantasmas de la Fuerza), dan unidad y dramatismo al conjunto y, ante todo, cuentan buenas historias centradas en las consecuencias de hechos familiares.

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Los personajes propios. Obi-Wan Kenobi, Yoda o Darth Vader, así como la caída de la República o la guerra rebelde contra el Imperio, son de sobra conocidos. ¿Cómo contar historias nuevas en ese marco sin caer en lo anecdótico o en la explotación? The Clone Wars y Rebels lo hacen poniendo al frente a personajes nuevos con arcos autónomos. Sabemos cómo acaban los conflictos, pero no cómo acaban ellos. Ahsoka Tano, la joven discípulo de Anakin, el clon Rex, Kanan, Jedi que sobrevivió a la purga, la asesina del Lado Oscuro Assaj Ventress, el cazarrecompensas amoral Cad Bane, la piloto y capitana Hera o Ezra, aprendiz de Jedi en la clandestinidad, son tan icónicos como los protagonistas de los filmes, y aún más interesantes por moverse en los márgenes olvidados de la historia.

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La serialidad. Si Star Wars nació como heredera de los seriales cinematográficos clásicos, estas obras animadas suponen la realización de esta ambición. The Clone Wars se compone de estampas individuales, de retazos de campañas bélicas mayores que siempre arrancan con la voz de un narrador sobreentusiasta propio de los 30 y los 40. La serie maneja multitud de frentes que se abren (y a veces, se cierran) in media res, aunque también desarrolla arcos de varios capítulos que pueden verse casi como películas individuales o temporadas dentro de temporadas. Esta continuidad laxa pero meticulosa se compacta en Rebels mediante el enfoque en un único grupo de protagonistas, la tripulación de la nave Ghost. Las aventuras de esta banda de inadaptados y descastados, con capítulos autoconclusivos y grandes arcos en los que se revela su pasado y su futuro, recuerdan a las de otra obra que sacó el máximo provecho al formato televisivo: Firefly, de Joss Whedon (también altamente recomendable y también con hordas de fans cansinos). Por último, la incorporación de varios personajes de The Clone Wars en Rebels tiende un puente entre ambas series y añade un toque trágico y melancólico (el paso del tiempo, el fracaso, la resistencia inútil) al macrorrelato.

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La estética. A Star Wars le favorece la animación. Los diseños de personajes tienden a una estilización cartoon que resulta, en un primer momento, chocante, pero que libera el movimiento y lo hace más expresivo y ágil: la acción es una fiesta, las batallas, un derroche de escala y coreografía y los duelos de espada láser, una celebración del potencial del medio. La hiper-composición de los planos juega con el lenguaje del cómic y del videojuego pero también con el cine de samuráis, el western o la épica bélica. Sin el lastre de las cuestiones prácticas de la imagen real, The Clone Wars y Rebels experimentan con el color, el movimiento y la forma con soltura y seguridad. Las series de Star Wars no son recomendables pese a ser animadas sino que su estética animada es uno de los motivos para disfrutarlas.

@VtheWanderer