Si el cine tiene los cortos y la literatura los relatos breves, ¿por qué todos los videojuegos deberían durar decenas de horas? En Shortplay defendemos y recomendamos obras interactivas breves, de entre unos pocos minutos y algunas horas, que se pueden abordar de una sola pieza, sin prisas pero sin esclavizarnos durante semanas. Si no juegas, ya no será porque no tengas tiempo.

Octodad: Dadliest Catch (Kevin Zuhn, 2014)

PC, Mac,  PlayStation 4, PS Vita, Wii U, Xbox one, Android, iOs

2-4 horas

De un tiempo a esta parte, en un viraje a la madurez mal entendido, se ha puesto de moda representar la paternidad en los videojuegos. Ser padre es cosa de gente adulta y responsable, pensarán muchos diseñadores, por lo que es lógico elegir ese tropo como método para superar la eterna adolescencia del medio. Y muchos de los que llevamos unos cuantos años jugando a videojuegos ya tenemos (en teoría) edad de ser padres, hipoteca, trabajo estable y la mitad de nuestra vida solucionada, por lo que no es extraño el uso de la paternidad como método de empatizar con el jugador medio.

Joel y Ellie lo pusieron de moda en The Last of Us, colocando al jugador en la piel de un padre ante la decisión más complicada (SPOILER): salvar al mundo o a nuestra hija. Y aunque el juego no permite decidir –no va de eso- muchos lo teníamos bien claro: que le den al mundo. En Telltale Games hicieron lo propio en otro entorno de apocalipsis zombie, con Lee y Clementine en la primera temporada de The Walking Dead. En su lacrimógeno final (SPOILER), un moribundo Lee sacrificaba lo poco que tenía en pos de salvar a su hija adoptiva. Y en unos meses el macho por excelencia, Kratos, dejará la mala vida para hacer de padre en el próximo God of War. Y esto está bien. El medio necesita avanzar y madurar, pero esta tampoco es la manera. Principalmente porque no deja de ser una excusa narrativa para que sigamos acabando con enemigos. Que God of War tenga campañas de márquetin tan “maduras” como la del día del padre («mi papá le puede al tuyo») me da un poco la razón. Y además, ninguno de estos juegos es capaz de captar la dificultad que conlleva ser padre.

Octodad: Dadliest Catch sí que alcanza a transmitir la complejidad de la vida del padre de familia tradicional. Y lo hace mediante el humor absurdo. Pero no se queda ahí; Octodad reflexiona, mediante el complicadísimo sistema de control y de las físicas erráticas, sobre la dificultad del ser: de lo complicado que es levantarse cada mañana y prepararse el café sin destrozar la cocina, de pasar una tarde en familia en el aquarium o ir al supermercado y pasar desapercibido ante las insidiosas miradas de los vecinos, expectantes a cualquier error que cometa este pobre padre y se muestre tal y como es en realidad: un pulpo amarillo con traje y corbata.

Puede que Octodad: Dadliest Catch sea poco más que la versión videolúdica de los vídeos de gente dándose trompazos. Un juego hilarante y frustrante a partes iguales que da para un rato divertido dependiendo de lo diestro que se sea al mando. Pero también, desde lo absurdo de su planteamiento jugable y narrativo, muestra lo complicado que puede ser llevar a tu hijo a un parque infantil y no acabar por los suelos o hacer el ridículo delante de un montón de párvulos. Seguro que ya es más de lo que Kratos nos puede enseñar sobre la paternidad.