Tengo la suerte de que comparto con muchos amigos la adoración por el humor absurdo, por la estupidez, por poner frases en la boca de quien no toca, por elevar la supina tontería al máximo exponente sin pensar en las consecuencias. Nos gusta nadar en aguas turbias y bañarnos en el sinsentido. Es más, lo disfrutamos. Nos sentimos cómodos en el terreno de la absurdidad y nos reímos de lo improbable, siendo cómplices de un juego en el que hacemos pasar por veraces situaciones que sabemos imposibles. Compartir la pasión por lo absurdo es el resultado (pero también uno de los cimientos) de nuestra amistad. Y no podemos evitar la carcajada cuando rememoramos aquella ocasión en la que Víctor soltó «como dijo Nietzsche, voy a cagar. Bueno, alguna vez en su vida lo diría, ¿no?».

Somos muy de Faemino y Cansado y del supervillano apalancado en el sofá gritando «¡Callarse padre callarse!». Queremos a los Monty Python como si fueran nuestros padres, amamos al criminal más buscado de Inglaterra que fue bautizado como Kierkegaard y no nos perderíamos por nada del mundo el partido de fútbol entre filósofos griegos y alemanes. Nuestra existencia por fin cobró sentido cuando descubrimos ‘Eagleheart‘ y el personaje que se transforma en langosta poco antes de morir. Seríamos personas diferentes si no hubiésemos conocido en algún momento de nuestras vidas a Frank Drebin y su lapón, a Lloyd Bridges y su pegamento, a Randy de South Park y los músicales con mensajes sexuales subliminales o a personajes como el Inspector Trofollo o el ‘Hombre asqueroso‘.

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El amigo Nietzsche da mucho juego…

Hay quienes desprecian el humor irracional acusándolo de tontería, cuando en realidad no existe otra vertiente cómica que requiera de tanta inteligencia para ser efectiva (con la excepción, quizás, del humor negro). Porque lo irracional, como demuestran los propios Monty Python, puede llegar a ser extremadamente culto. Hay tanto intelecto en ‘Amanece que no es poco‘ como en las películas sesudas de Kubrick, tanto ingenio en las noticias de ‘El Mundo Today‘ como en las columnas de opinión de los más reputados periodistas. Y afirmo por experiencia propia que se me ocurren pocos ejercicios de actividad mental más difíciles de seguir que los que proponen Faemino y Cansado en sus espectáculos.

Por otra parte, de la misma forma que el humor negro puede ser una herramienta muy útil para enfrentarse a la tragedia, el humor absurdo puede ayudarnos a entender un mundo que a cada día que pasa es más disparatado. Acúsennos de reírnos de sandeces y bobadas en una época en la que aparecen terroristas de la nada disparando con sus Kalashnikovs a turistas en la playa o en la que un presidente del gobierno hace ruedas de prensa a través de una pantalla de plasma.

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Humoristas del mundo, intentad superar esto

Cuando no hay nada más extraño que la realidad, cuando ésta supera a la ficción, el surrealismo (humorístico o no) adquiere todo su significado. Y si hemos de luchar contra la estupidez humana, que sea con sus mismas armas pero con una sonrisa en la cara.

Tres canciones, 281. La elección de Withor

MONTY PYTHON – ‘BRUCE’S PHILOSOPHERS SONG’

@adriwithor