¿Qué relación puede tener una versión respecto a la canción original? El primer capítulo de esta serie (el ya mítico ‘Cuando la versión adquiere identidad propia’) se centraba en la excelencia, llegando a la conclusión de que la versión perfecta es aquella que «respetando al máximo la canción original y tomándola como modelo consigue crear una obra independiente que adquiere identidad propia». En esta segunda entrega nos alejamos de ese ideal platónico para situamos en el polo opuesto. Descendemos del cielo a los infiernos musicales y sustituimos la brillantez por la trivialidad. Contestando a la pregunta inicial, otra posible relación consiste en que la versión sea una vulgar copia de la original, hasta el punto de que sea difícil distinguirlas.
No nos echemos las manos a la cabeza ni la soga al cuello: más del 90% de los covers que se han hecho en la historia de la música encajan como un guante en esta categoría. Piensa en todas las versiones que conoces y en cuántas de ellas son realmente singulares y se diferencian abiertamente de la creación original. La realidad es que la gran mayoría se limitan a acelerar o disminuir el ritmo, añadir algunos efectos, modificar instrumentos y acordes e introducir pequeñas variaciones que si bien resultan novedosas no aportan nada significativo a la obra madre. Algunas son más agraciadas y otras no tanto, pero no dejan de ser el mismo perro con distinto collar.
Más allá de esta lectura crítica centrada en aspectos teóricos, que un cover sea muy parecido a la canción original no es necesariamente negativo. Que existan versiones excepcionales no significa que no podamos gozar de aquellas que no alcanzan este estatus de privilegio, algo que de hecho sucede en cualquiera de las artes (qué buena es ‘Ciudadano Kane’, sí, pero… ¿acaso no es ‘Predator’ igual o incluso más disfrutable?).
Veamos algunos ejemplos, seleccionados casi al azar dada la gran cantidad de materia prima disponible:
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Placebo – ‘Where is my mind?’
Pienso en el final de ‘El club de la lucha’ y dudo sobre si esa guitarra que resuena mientras los edificios se desploman es obra de Placebo (versión) o de Pixies (original). He llegado a la conclusión de que hay grupos a los que les gusta tanto una canción que creen que no puede ser mejorada y simplemente quieren tocarla porque disfrutan haciéndolo. Y hacer una versión simplona es la excusa perfecta para ello. Sólo así se explica que bandas con tanto talento perpetren versiones con tan poca chicha (con la paradoja que ello supone, pues en este caso la similitud con la obra original podría entenderse como un elogio). Por cierto, la guitarra es de los Pixies.
Vamos ahora con tres versiones que se pueden encuadrar dentro de la misma dinámica:
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Smash Mouth – ‘I’m a believer’
No Doubt – ‘It’s my life’
Enrique Iglesias – ‘La chica de ayer’
El patrón que comparten estas tres versiones es que son la modernización de un antiguo éxito. Entre la original de The Monkees y la versión de Smash Mouth transcurrieron más de tres décadas, entre la de Talk Talk y No Doubt quince años, y entre la obra por excelencia de Nacha Pop y la renovación de Enrique Iglesias más de veinte. La premisa es tan sencilla como efectiva: si una canción triunfó en un momento determinado, ¿por qué no puede volver a hacerlo en otra época adaptándola al sonido que esté de moda? La fórmula funciona (lleva haciéndolo toda la vida y nunca morirá) y por eso las versiones renovadas de temas clásicos se han acabado convirtiendo en un género en sí mismo. Poca broma, porque existen grupos que se dedican exclusivamente a ello y la vida no les va mal (¿acaso habíais olvidado a los legendarios ABBA Teens?).
Y por último, pero no por ello menos importante…
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Rocío Jurado – ‘La bien pagá’
Isabel Pantoja – ‘La bien pagá’
Carlos Cano – ‘La bien pagá’
Existen dos géneros en los que las versiones son por norma general semejantes a la canción original, convirtiendo la afinidad en el atributo más sagrado: la copla y la canción melódica. De ‘La bien pagá’, tótem indiscutible, he encontrado sin esfuerzo este sinfín de interpretaciones: Rocío Jurado, Isabel Pantoja, Carlos Cano, Miguel de Molina, Antonio Molina, Parrita, Martirio, Sara Montiel, Manolo Escobar, El Príncipe Gitano, Antonio Amaya, Marifé de Triana, Diego el Cigala, Carmen Amaya… Con otros clásicos (‘La zarzamora’, ‘Pena, penita, pena’) la lista es igual de extensa. ¿Es que para obtener el carnet oficial de cantante de copla es obligatorio grabar una serie de clásicos? Existe una posible explicación: en estos dos estilos el protagonismo siempre es para el intérprete, de manera que es comprensible que a nivel musical -que es un elemento secundario- impere el inmovilismo. Tanto en la copla como en la canción melódica, universos repletos de egos inmensos y gente que habla en tercera persona de sí misma, la versión viene marcada por un solo elemento, la voz de quien la canta, y todo lo demás está supeditado a ello. Y en este ‘todo lo demás’ se incluye la posibilidad de crear una versión con identidad propia. Para eso ya existen otros géneros.