Con el ánimo de pontificar desde la atalaya y el orgullo de estar sentando cátedra, imitamos a cualquier suplemento cultural (del montón) de fin de semana. Ninguna revista ni magazine tiene la razón. La Verdad (la buena, la absoluta, la impúdica, la que se escribe con mayúscula) reside únicamente aquí, donde se han rechazado suculentas ofertas de grupos editoriales para mantener nuestra independencia con garbo y convicción. Ahora en serio: les entregamos unas cancioncillas para que hagan con ellas lo que quieran: escucharlas, obviarlas, soñarlas, odiarlas o romperlas. Y todo gratis.
La elección de V the Wanderer
PATTI SMITH – FREE MONEY
Un viernes más arremeto contra lo convencional, lo tradicional, la rutina y la vida plana. Qué coñazo de tío, ya, pero qué sano es curarse en salud. No dejen de soñar y de ser rebeldes, amigos, a través de los tópicos que prefieran.
La Smith, además, tiene ese puntito de rebeldía inocente, de adolescencia eterna, de aspiraciones infantiles, que captura hasta al ejecutivo más gris. Y en «Free Money» lo tiene, tal vez, más que nunca. De hilo, un sueño modestamente ambicioso: dinero gratis, todo el del mundo, para que se vayan nuestros problemas, baby, y comprarte un avión y volar lejos, hasta la estratosfera.
No sé si soy yo, pero sobre esa Patti joven y enérgica parece existir otra que canta al tiempo; una suerte de guardiana, de rockera descreída, resignada, que ha sobrevivido a sus sueños. Y esta otra Patti mira a la primera con condescendencia, puede ser, pero también con ternura y añoranza, y hasta se permite el lujo de volver a fantasear con lo que haría con todo ese dinero gratis.
La elección de Raúl
LOS CORONAS – LIBERTWANGO
Dicen que hace poco el guitarrista de Bruce Springsteen les tentó para ficharles con un contrato leonino pero ellos prefirieron pasar del embolao multinacional y seguir a lo suyo. Este instrumental, como todo su último disco, ‘El baile final’, va de Sergio Leone al tanguito gardeliano electrificado, pasando por el surf (una de las pocas bandas españolas que cultivan tal estilo) con la profundidad que le da una trompeta que suena como una letanía, y el ritmo trotón marcado por la guitarra.
Se trata de una versión de ‘Libertango’, canción del tanguero vanguardista Astor Piazzolla, de 1974 (¡también existe un remix dance de Grace Jones!). Aquí no hay bandoneones: vigoroso músculo instrumental con las guitarras como patrones, el aire vaquero y el ambiente vaporoso de los vientos. También cierta épica poderosa al final, a cargo de los capos del asunto, Fernando Pardo y David Krahe.
Este tema enlaza en cuatro minutos Buenos Aires y el western mediante los riffs. El deje melancólico de todo tango portuario no está, porque casi se transforma en un rock algo festivo. Los Coronas, jóvenes y madrileños, son excelentes músicos y tipos versátiles, que lo mismo manosean a Kraftwerk (‘Jinetes radiactivos’) que construyen la canción ‘Alamerde’ con Fernando Fernán Gómez y su popular invitación al rincón escatológico.
La elección de Withor
JOAQUÍN SABINA – A MIS CUARENTA Y DIEZ
Un buen día, Joaquín Sabina se levantó, supongo que con resaca, y pensó que estaría bien escribir una canción en plan serio, sobre la vida, sobre su vida. Y el bueno de Sabina escribió su mejor canción, con diferencia.
Siete minutos de reposo, de echar la vista atrás, de comprender los errores en su biografía, de no arrepentirse por ellos. Aquí no hay chascarrillos, ni minifaldas ni lagartas, ni borracheras y gritos a la policia. Aquí tenemos a un hombre reflexionando sobre su vida, sobre sus excesos y sobre la necesidad -parece que a todos nos llega la hora- de sentar la cabeza. Y cuando has sido muy macarra, decidir sentar la cabeza, no debe ser fácil. Sabina abre su corazón como nunca había hecho: comprendemos lo que hay detrás de la figura que se ha cultivado durante tanto tiempo. La de un tipo, que como tú y como yo, tiene dudas, y sabe que la vida, al fin y al cabo, es un cúmulo de decisiones, sean acertadas o no.
Pero ‘A mis cuarenta y diez’, además de un cúmulo de impecables metáforas (ojito al estribillo, aunque no sea comercial), es también un pequeño canto a las ganas de vivir, al no querer tirar la toalla aunque te hayan diagnosticado un cáncer, a aceptar que la vida también puede ser maravillosa aunque no fumes tres paquetes de ducados al día y te bebas seis cubatas. El cura que dirá adiós para siempre a Sabina quizás ya sea monaguillo, y es posible que el árbol con el que se forje su ataúd ya haya echado raíces.
Pero ahí sigue, el cabrón. Y eso que ya va por los cincuenta y diez.