De todos los arquetipos posibles que una mujer puede elegir al meterse a música, me intriga particularmente uno: ese personaje dulce, tierno, entre suave y almibarado, tan cálido como inofensivo. Todo lo contrario (y por eso me intriga) del peligroso rock, del imprevisible punk, del hipersexuado zorreo de, no sé, Beyoncé. Chicas buenas, majas, que hacen que el mundo parezca un sitio mejor. La clase de novia formal que se le puede presentar a una abuela sin temor.

Insisto: cuando uno piensa en música suele pensar en peligro, pasión, rebeldía, diferencia. Teles que vuelan por las ventanas, mucho sexo y esa mierda. Pero ahí están esas muchachas dando abrazos sonoros, sofá y manta en una tarde de invierno. Anodinas, sí, pero reconfortantes. Péguenle un vistazo al MySpace de Annie B Sweet: la primera canción que sale se titula «La La La». Imposible ofender a nadie.

Un toque aniñado, de princesita terrenal y campechana, tampoco le sienta mal al personaje. No tan princesita como Russian Red, claro, que el asunto no va de dar rabia; más bien, amiga cariñosa. Suelen tirar por el rollo íntimo, de cantarle flojito a su guitarra y quererla mucho, de singer-songwriter y toquecillos de folk prudente. Alondra Bentley, por ejemplo, redondea el conjunto con nombre de pajarillo. (¡Yo que sé si se llama así de verdad!)

Como ya van viendo, este perfil se ha asentado poderosamente en las aguas indies, tal vez donde más funciona el yo soy una chica normal y voy a mi aire. A Emmy the Great no la veo vestida con las marcianadas de Lady GaGa (aunque sí que tiene algo de la fiereza e independencia de, por decir, Joan Baez. En otra época hubiera quemado sujetadores).

Hay que andarse con ojo: una cosa es ir de supernormal y la otra es serlo. Tal vez sea ése el problema de Jasmine Rodgers (a saber: hija de Paul, hermana de Steve y vocalista de Bôa), talentosa de cojones, pero tan down-to-earth, tan mejor amiga,que se aplana.

¿Maneras de evitarlo? La mezcla, amigos, como hace la noruega Jenny Hval (esto es, Rockettothesky): suena como la hermana cuerda y dulzona de Björk y declara «I’m not a dirty hoe» en uno de sus temas, pero lo compensa pareciendo la versión rústica de la replicante sexual de Blade Runner. Búsquen fotos, ya verán.

Estas chicas normales y delicadas tienen su mundo propio, por lo general compuesto de recortes y manualidades, como un nivel cualquiera del Little Big Planet. Pegan cartón, hacen formas, bordan y cosen botones. Porque, recordémoslo, son la novia formal ideal. Para muestra, y con esto llego al epítome del arquetipo (y la razón de ser de este artículo), ahí tienen a Lisa Hannigan.

La otrora acompañante de Damien Rice ahora se independiza y desata su lado más manso. Antes era el contrapunto perfecto a las heridas que abría el llorica de Rice  con sus gritos, sus lamentos y su voz rota. Antes sonaba algo triste y resignada, pero aliviaba y devolvía el calor. Ahora está descontrolada, su maternal y afectuoso reino no tiene límites. Canta cosas bonitas y borda botones a mano para la portada de su disco (¿pensaban que lo decía por decir?).

Aún así, y si saben aparcar sus pulsiones más primitivas por un momento, esto es una lista de recomendaciones. Ya están repasando esos nombres y pegándoles una escucha, eso sí, con un té calentico entre las manos y el frío al otro lado de la ventana. Dosifiquen las raciones y, cuando se empalaguen, compensen la falta de energía sexual con la inteligente mordacidad de la Rosenvinge, con las guarradas desatadas de Peaches o el gusto por el sado de Jess de Athamay. No se me vayan a ablandar.

V the Wanderer