Las series son el nuevo cine y la nueva literatura y eso quiere decir que por cada Cuentos de Tokyo hay nueve Poli de guardería, y está bien que así sea. En medio de los fenómenos y las mitomanías y las grandes obras que no te puedes perder y además tienes que ver en binge watching, en esta santa casa encontramos consuelo en estas series modestas, reguleras, perfectamente prescindibles pero a la vez nada insultantes, muestras ideales del aburrimiento schopenhaueriano que, al menos, es siempre mucho mejor que el dolor. Aquí van ocho temporadas reguleras que nos han servido para llenar el año:

Cristal Oscuro: la era de la resistencia (The Dark Crystal: Age Of Resistance,
Jeffrey Addiss, Will Matthews)

Que se consiga hacer una serie entera de marionetas en esta cultura del 3DCG me parece milagroso y sólo por ello celebro esta precuela de The Dark Crystal. Nunca se hará suficiente cine de títeres. Lo malo es que haya tenido que pasar por el aro de las modas y el relato sea un sucedáneo evidente de Game of Thrones (una serie destinada a envejecer peor que Dinastía o Falcon Crest), con exceso de personajes, épica, diálogos sentenciosos y falsa complejidad política y moral. Al tercer capítulo tomándose en serio a los sosísimos gelfling, sus tribus, disputas e intrigas, se echa de menos el cuento de hadas simplón y manido de la cinta original. Pero, ey, flipa con las marionetas.

Víctor Navarro Remesal – @vthewanderer

 

True Detective III (Nic Pizzolato)

Nic Pizzolato podría ganar tres Oscars seguidos, descubrir la cura del cáncer y conseguir a través de una enrevesada estrategia geopolítica que Israel y Palestina se conviertan en amigos, pero daría igual, porque pase lo que pase en los próximos doscientos años todo el mundo seguirá recordándole que la cima de su carrera artística, y de su vida en general, fue la primera temporada de True Detective. Consciente de que el fantasma siempre lo va a perseguir, y quizás aupado por el fiasco de la segunda (¿alguien recuerda de qué iba o quién salía?), en la tercera temporada ha querido volver a sus orígenes y autoplagiarse algunos elementos, como las tres líneas temporales, el tono oscuro o la relación amor-odio de la pareja policial. Y sí, Mahershala Ali es genial y sólo por él vale la pena echarle unas horas a la serie, y la historia creo que no estaba mal (no mentiré: hace tiempo que la olvidé), pero para qué necesitamos una True Detective de Hacendado si ya tenemos la de verdad. Lo siento, Nic, pero es que la primera fue demasiado buena.

Adrián Muñoz – @Adriwithor

 

The Rain (Jannik Tai Mosholt)

Netflix está apostando fuerte por el post-apocalipsis para adolescentes. A lo longeva Los 100, le han seguido la más interesante Daybreak o The Rain. Esta última es una serie danesa que nos ofrece un coctel de virus creados en laboratorio, jovencitos con las hormonas revolucionadas y un escenario en el que el agua te mata con solo tocarte. Con un tono serio, de esos de ceño fruncido, en el que se promete al espectador una trama profunda, se pone el destino del mundo en las manos de dos hermanos que han pasado los últimos seis años encerrados en un búnker. Previsiblemente, aquí no hay grandes spoilers, el menor de ellos se mostrará más interesado en explorar su sexualidad que en ayudar a su hermana mayor. En un mundo sin memes, ni cuentas de Instagram, en el que el refrán “aquí el más tonto hace relojes” cobra nuevos tientes de surrealismo, los actores más sosos que haya visto nacer Dinamarca se pasean por el bosque perseguidos por toda suerte de situaciones imbéciles. Al igual que sucedía en Harry Potter, aquí se mezcla en la coctelera un puñado de estereotipos para que dar forma a los salvadores accidentales del mundo: la empollona que siempre hace los deberes, un emo pelirrojo que la caga continuamente pero al que inexplicablemente todos defienden, una princesita pasivo-agresiva o el típico matón repetidor de patio de colegio. Como pasa en todos los relatos para adolescentes, los protagonistas sufren mucho y, aunque son inexpertos, derrotan una y otra vez a una compañía maligna altamente organizada y con presupuesto ilimitado. Espero que estos jóvenes pronto traspasen las fronteras y se den una vuelta por la Casa Blanca.

Laura Montero Plata – @lmonplata

 

The Umbrella Academy (Jeremy Slater)

En 2019 me propuse seleccionar mejor qué series de Netflix ver después de un 2018 en el que muchas de las vistas se confundían en un cúmulo de mediocridad, tramas intercambiables y estiradas y ese tufillo estandarizador que da la imagen digital. Aunque el resultado final del experimento ha sido bastante positivo, no pude evitar algunos balazos como el de The Umbrella Academy. Respaldada por el magnífico cómic de Gerard Way y Gabriel Bá, la serie de Netflix parecía tener mi nombre escrito. Cierto es que adaptar en imagen real el universo creado por Way y Bá era realmente complejo, tanto por su color, imaginación y complejidad, pero algo parecido… iluso de mí. The Umbrella Academy sigue el guión de la adaptación que normaliza lo extraordinario, que suma intensidad y pochez mal entendida, obviando todo lo imaginativo y juguetón del original y, cómo no, alarga de manera artificial una historia que no daba para diez episodios. Y pese a todo, algunas de las buenas ideas del tebeo original están ahí, enterradas bajo la apisonadora Netflix. Y eso eleva, aunque solo a lo mediocre, la serie.

Mateo Terrasa – @MacMathiu

 

Bonding (Rightor Doyle)

Podría haber sido el pariente sadomaso de Master of None o el correctivo en forma de comedia a 50 sombras de Grey (fenómeno pop del que, por cierto, tengo la sensación de que no se acuerda nadie), pero Bonding se queda en serie ligerita con tics irritantes y alguna virtud menor. Todas sus excentricidades sexuales están hechas para sonrojar al público americano (esto no es Tokyo Decadence), el protagonista es bastante estomagante (por favor, ya basta de treintañeros perdidos en su propio ombligo) y, como buen relato americano, aquí también hay trauma fundacional. Al menos está realizada con algo de gracia y Zoe Levin le da oxígeno a un papel planete. Con 7 capítulos de poco más de 10 minutos, Bonding es ideal para llenar hueco hasta que vuelva Ansari.

Víctor Navarro Remesal – @vthewanderer

 

Kengan Ashura (Seiji Kishi)

Me lancé sin conocer nada acerca de la adaptación del manga de Yabako Sandrovich, y vaya fuente de testosterona me encontré, para bien. Kengan Ashura es la Spartacus (serie) del anime dejando de lado todo el folleteo y el intento de trama… es decir, tortas como panes. Y no hay que pedirle más, ni lo necesita. Son constantes las referencias a sagas como Street Fighter o Tekken a través de sus luchadores, y me encanta que, al igual que aquellas, tampoco se tome en serio. Es en ese espacio lúdico en donde se encuentra el disfrute: elegir el luchador con el que más te identificas, sea por su estilo de combate, su personalidad flipada, estúpida o ridícula, o su background cargado de tropos, y animarle como si te encontraras en un estadio. La serie hace un buen trabajo de elenco, con tanta variedad que es realmente difícil que no te guste nadie. La animación cumple sobradamente su cometido, e incluso despunta con un movimiento que refuerza aún más las diferencias entre luchadores y sus estilos. También compro que abrace lo sobrenatural, porque de nuevo subraya que no hay que tomársela en serio. Kengan Ashura no tiene otra cosa buena… pero tampoco mala. Se lo juega todo a una carta y lo borda. La prueba final es su tráiler, probablemente el más sincero del año. El único pero que le pongo es que la mitad de mis luchadores ya están en el otro barrio. Intentaré animarles más alto en la siguiente temporada.

Daniel Besalduch – @dbesalduch

 

Baki (Keisuke Itagaki)

A veces lo que se busca con una serie (o una película, o un libro, cómic o videojuego) es apagar el cerebro y gozar del sentido del espectáculo de las imágenes. Baki es esa serie, aunque la animación no siempre acompañe. Simple como un botijo, este anime plantea un mundo en el que un grupo de asesinos casi inmortales se enfrenta en Tokio a un número similar de artistas marciales de renombre. Las reglas del juego: que no hay reglas (cómo no). Los encuentros son aleatorios y pueden tener lugar en cualquier momento y lugar y se permiten todo tipo de armas y estratagemas. Y ya está. Esta es la serie de señores hipermusculados que se dan hostias más grandes que la vida, con técnicas imposibles y flashbacks que explican los traumas de cada uno, giros inesperados y reencuentros imposibles. Eso es Baki, un disfrute descerebrado del que estoy esperando con ansia la segunda temporada.

Mateo Terrasa – @MacMathiu

 

Marianne (Samuel Bodin)

“Hay una nueva serie que podría gustarte”, decía el correo promocional de Netflix en el que anunciaban Marianne. Y es cierto: Marianne tiene, a priori, todos los elementos necesarios para gustarme: escritora de terror de éxito vuelve a su pueblo natal a reunirse con sus amigos porque está siendo atormentada por una especie de Lola Gaos demoníaca a la que invocaron mediante un ritual hace quince años. Sin embargo, nunca un “podría” en una frase promocional tuvo tanta importancia. El ritmo atropellado de la serie y su tono completamente irregular (en el que algunos momentos risibles hacen que te plantees si estás viendo una serie de terror o un capítulo de Scooby Doo) desinflan rápido la magnífica propuesta inicial. A pesar de no ser para tirar cohetes, Marianne propone algunos momentos de terror con un punto casi gore que resultan francamente brillantes, lo que hace que merezca la pena echarle un vistazo. Por mi parte, propongo cambios en el algoritmo de Netflix para que ahora sugieran que “Hay una nueva serie que podría dejarte frío.”

Alfredo Camba – @udg_studios