Tres canciones, 269. La elección de Raúl:
BLUEPERRO – RIFF
Me inquieta el intríngulis de la colaboración. Leí un tuit el otro día: «Son las ocho de la mañana e Iván Ferreiro aún no ha participado en ningún disco». Hace años, Nancho Novo y Los castigados sin postre tuvieron que poner en los créditos de su álbum: ‘En este disco NO toca Andrés Calamaro’, aviso en coña porque en la época el argentino aparecía constantemente como artista invitado aquí y allá. La colaboración suele ser el broche de la química entre músicos y la parte visible de ese mapa que les conecta a fuerza de amistades, conciertos y canciones compartidas. A veces la conexión es subterránea, espontánea o interesadísima, en tanto que en ocasiones se apadrina y se bendice, como aquella pegatina de ‘Anunciado en televisión’. También puede ser una farsa, sin empatía ni leches, en la que los músicos ni hayan coincidido en el estudio y todo se confíe a la mágica edición.
A mí, en la tontería, me gusta verlo como una aplicación de la teoría de los Seis Grados de Separación, o de Kevin Bacon, ya saben, que nos interconecta a todos en media docena de saltos, y así avanzar si se puede enlazando duesto o músicos que han tocado con unos y otros. Hagamos dos experimentos: llegaremos de Miley Cirus a Luis Eduardo Aute. Ahí va: Miley Cirus – David Bisbal – Alejandro Sanz – Joaquín Sabina – Luis Eduardo Aute. Ya está, ya hemos llegado, y aún nos están sobrando dos pasos. ¿Otro ejemplo improbable?. De Los Del Río a Jean Michel Jarre. Ahí va: Los Del Río – Montserrat Caballé – Freddie Mercury – Brian May – Jean Michel Jarre (si les ha parecido muy fácil amplíen la secuencia por el principio y pongan a King África, aunque eso obligará a ampliar un paso más). En cualquier caso, también lo hemos logrado en sólo cuatro (o cinco) conexiones, entrelazando uniones musicales siempre oficiales y materializadas que se han dado en directo o en el estudio.
Las mejores colaboraciones son las que se hacen por necesidad y supervivencia, las que nacen en los encuentros callejeros y perviven en supergrupos que tocan en garitos escondidos en la gran capital. Esos seis grados de separación, que en realidad son cinco entre King África y Jarre, se vuelven algunos menos entre los componentes de Blueperro, músicos anónimos que han tocado algunos de los instrumentos que suenan en discos importantes, mainstream, masivos en algún caso. Son perfiles que, por la heterogeneidad de proyectos, pueden alternar estadios y antros. Quizás tanta colaboración esconde un obligado y penoso pluriempleo y esa necesidad de subirse cada día al escenario, donde sea y con quien sea, explotando las agendas anárquicas. Blueperro, que sintetizan un poco eso, hacen un soul mezclado con rock y rythmn and blues, destartalado y orgánico a veces, a lo Nacho Mastretta. Saben a ciudad, a esquina, a pedir en el Retiro, a arte necesario, y este tema, ‘Riff’, a persecución barriobajera y nervio eléctrico. Sea como sea, nunca subestimen al músico que malvive y puede pasar la gorra en la puerta del Simago, que igual está a tres, cuatro colaboraciones de distancia con, no sé, Kanye West y Madonna.