Imagino que todos conocerán La cena de los idiotas, obra de Francis Veber popularizada por su adaptación cinematográfica, dirigida por el propio autor. La versión que aquí nos ocupa está llevada al teatro de la mano de Juan José Afonso, que dirige, y Josema Yuste, que protagoniza y adapta.
El planteamiento es sencillo: Yuste acude cada martes a una cena con amigos, en la que cada uno ha de llevar a la persona más imbécil que pueda encontrar. Su mujer, harta de su actitud y de que se ría de los pobres necios (que bastante tienen ya con lo suyo), lo abandona en pleno ataque de lumbago, por lo que este se ve en la única compañía de Piñón (David Fernández), el imbécil que había reclutado para pasar la velada.
El reparto, liderado por Josema Yuste, David Fernández y Félix «Felisuco» Álvarez, y rematado por Esperanza Lemos, José Luis Mosquera y Natalia Ruiz, es bastante acertado. Algunos brillan más que otros, claro, como Fernández, que canaliza a su Gilipollas de los tiempos de Una altra cosa para brindarnos a Francisco Piñón, un idiota cargante, estúpido hasta la vergüenza ajena y con ciertos toques de cuñaísmo, aunque no exento de cierta ternura. Félix Álvarez hace doblete como el curandero magufo (valga la redundancia) de Yuste y el inspector de Hacienda de Piñón, pero cuenta con la desventaja de que no se le entiende demasiado, ya sea por el acento brasileño impostado del primer papel o por el gangoseo del segundo.
En cuanto a Yuste, que interpreta al rico esnob y pedante protagonista de la obra, hay que reconocer que hace una actuación bastante notable… que se ve empañada por los marteytrececismos metidos con calzador a lo largo de toda la obra. Que si payasadas por aquí, que si sus característicos gestos con las manos, que si «mira tú», «por si acaaaaaaso»… Manierismos que no pegan con el personaje y que sacan constantemente de la obra al espectador recordándole que eh, efectivamente, es Josema Yuste, y no el personaje. Por si fuera poco, estas afectaciones hacen que a veces su personaje parezca más idiota que el propio idiota, lo que resulta bastante desconcertante.
Con todo, la obra es bastante notable con un buen ratio de risas/minuto, y es que los diálogos son rápidos, las situaciones son hilarantes y las dotes para la comedia de Yuste y Fernández, que tienen muy buena química entre ellos, son innegables. Si acaso, podría criticarse una cierta falta de ritmo en algunas ocasiones y un ligero exceso de minutos, algo que también pasaba con Una pareja de risa, curiosamente también dirigida por Afonso, y sobre todo ese cambio de tercio del acto final, ese giro hacia el sentimentalismo facilón y barato que rompe bastante con el tono de la obra hasta el momento.
La cena de los idiotas es, pese a sus (perdonables) defectillos, una obra que merece la pena ver en teatro para disfrutar de algo más de hora y media de risas, idioteces, una puesta en escena tan sencilla como brillante, buenas interpretaciones y, en fin, evitar que la moralina final empañe todo lo anterior. Si se les presenta la ocasión, no duden en asistir a compartir la noche con estos idiotas.