Tres canciones, 265. La elección de Withor:

DANIEL DARC – ‘INUTILE ET HORS D’USAGE’

No parecen ser demasiados los lazos que unen a Daniel Darc y Elliott Smith, y sin embargo a mí me ha dado por jugar a relacionarlos, a aunarlos bajo el mismo titular, convencido como estoy de que sus vidas tuvieron algo en común más allá de la anécdota, que su nacimiento y su muerte no fueron fortuitos, que fueron algo así como las dos caras de una misma moneda que nunca se llegaron a juntar. Desconozco si Darc y Smith llegaron a conocerse algún día, si intercambiaron un tímido saludo en algún backstage, si se escucharon mutuamente o al menos eran conscientes de la existencia del otro. Sea como fuere, sean ciertas o no, ninguna de estas premisas cambia la conclusión, que no es otra que estos dos cantantes estaban conectados de alguna forma, aunque fuera simbólica o más ilusoria que lúcida.

Daniel Darc y Elliott Smith, como tantos otros músicos y artistas, se dejaron guiar por el camino del exceso e hicieron de las drogas, el alcohol, los problemas mentales y los escándalos sus compañeros de viaje. Serían, en este sentido, aburridos estereotipos del star system musical, otros ladrillos en el muro, más biografías monotemáticas para la estantería. Pero hay algo que los aleja de esa liga que juegan y lideran Amy Winehoyuse, Jim Morrison, Sid Vicious o Hendrix. Es la tristeza. Daniel Darc y Elliott Smith nacieron tristes, vivieron tristes y murieron tristes. Hicieron de la amargura y el desconsuelo su bandera. Y su música, como sus existencias, jamás pudieron desprenderse de ese regusto amargo, de esa sensación de fracaso, de una desdicha tan dolorosa como infinita.

DANIEL DARC

Daniel Darc

Daniel Darc murió un 28 de febrero de hace dos años y a mí, que no sabía nada de él, que en aquel momento no había escuchado ni un acorde de sus canciones, no me sorprendió. Nuestra relación se reducía a una reseña en la revista Rockdelux (en la que hablaban de su disco ‘Crèvecœur’ como uno de los mejores de la década), y más concretamente a la fotografía que acompañaba el artículo. Demacrado, con muchos quilómetros encima. Recio. Duro. Triste. Un rostro digno de un personaje maldito, de un loco que llegó a cortarse las venas encima de un escenario mientras teloneaba a los Talking Heads. Un artista cuyo tormento era su rasgo más distintivo. Un físico apropiado para sus hazañas. Una cara llena de heridas que en ningún momento hacía presagiar una de las mayores cualidades de su música: es francamente hermosa.

elliottsmith2

Elliott Smith

Algunas personas habrán descubierto recientemente a Elliot Smith porque aparece en una lista de Spotify creada para celebrar el día de San Valentín, lo cual no deja tener su punto cómico. Y es que el romanticismo del cantautor americano no puede estar más alejado del consumismo amoroso que venden los grandes almacenes. En realidad, la forma más coherente de descubrir a Smith es viendo la película ‘The Royal Tenenbaums’, ya que aparece una de sus canciones en una escena en la que se produce un suicidio. Eso ya te previene, te prepara para luchar contra el gigante.

La ironía de su vida es que a diferencia de tantos otros, Smith sí que supo plantar cara y ganar la batalla a las drogas y al alcohol. En cambio, no pudo hacer nada contra la depresión o su obsesión por estar siempre solo. Y por encima de todo, como en el caso de Darc, una amargura innata. Porque si Smith tuvo un enemigo poderoso, ese fue su destino, que le obligaba a morir triste. Quizás consciente de su ingrato futuro, después de haber conseguido superar sus adicciones y retomar una relación sentimental, Smith cogió un cuchillo de cocina y se apuñaló dos veces en el pecho sin titubear. Y así, murió como nació: abrazado a la tristeza.

@adriwithor