Beatriz García Guirado es de la casa; ya hemos puesto esa carta sobre la mesa. Era regular de nuestro programa radiofónico, participó en nuestra colección de relatos El Comecuentos y edita la revista Láudano, con la que estamos alegremente hermanados. Si te recomiendo su primera novela, El silencio de las sirenas (Salto de Página), estás más que disculpado si me acusas de parcialidad, aunque también puedes darle la vuelta: si la queremos tener cerca es porque es una tipa con un talento y una inquietud de los que dan vida. Y su libro es buena muestra de ellos.

El silencio de las sirenas es una lectura ágil que sin embargo tarda en digerirse, un mazazo desconcertante que se pliega sobre sí mismo y reproduce como un rizoma desmadrado, sin perder nunca un sentido de la tristeza y la fragilidad muy humano. Hija de Jodorowsky, de Lem o de Lynch, esta novela fantástica (o no) es tanto un misterio matemático como un enigma inconsciente. Aprovechando que Bea no se nos puede escapar, y saltándonos todas las preguntas previas de quien se tiene que presentar, le tiendo una emboscada para hacerle una entrevista post-lectura (que también te puedes leer antes de enfrentarte al libro: aquí no hay spoilers), sin prisas ni frenos.

¿Por qué un teleoperador sueco como protagonista?

Quería representar a un hombre aparentemente anodino, con un empleo del que uno no suele presumir y que en muchos casos es temporal, o lo era cuando las cosas iban mejor. Nadie imagina que un teleoperador pueda convertirse en héroe. Por otro lado, siempre me han llamado los países nórdicos, en especial Suecia, porque percibo a sus gentes como muy misteriosas, introvertidas, con un mundo interior que en pocas ocasiones exteriorizan. El hecho, por ejemplo, de que vivan a oscuras la mitad del año afecta a su carácter. Por eso que fuese sueco acentúa el volcán interior de Oless Svalbard, que sólo puede erupcionar de una forma silenciosa para el resto, pero terrible para él.

El viaje del protagonista es un cruce entre relato detectivesco y novela de aventuras heroica, sin comprometerse con ninguno de los dos.

Y tanto, porque en ambos géneros hay un componente de búsqueda y la búsqueda es nuestro destino. Nos pasamos la vida intentando completar un puzle, sólo que erróneamente, porque tomamos el camino largo que es emprender el viaje físico, cuando el misterio está dentro de nosotros mismos. El viaje de Oless, su aventura, se produce de forma inversa, no hacia el exterior sino hacia el interior de uno mismo, porque esa realidad que percibimos por los sentidos no es otra cosa que una proyección de nuestra propia realidad interna.

El sentido de lo real del relato es frágil y poroso. ¿Es una novela fantástica?

¿Qué es lo real? Por ejemplo, algunas tribus aborígenes creen que el sueño es una prolongación de nuestra vida en vigilia, no hacen distinción. Hubo un jefe de tribu que soñó que visitaba Europa, al día siguiente convocó a su gente vestido a la europea y el resto le felicitó por volver sano y salvo del viaje; en otras ocasiones, alguien sueña que su patrón le hace cargar sacos muy pesados por una colina y al amanecer no le dirige la palabra. Nosotros solemos distinguir el sueño de la vigilia porque hemos creado una presa, analogía que utilizo en la novela, para separarlas. ¿Qué ocurre si la presa se resquebrajase y no supiéramos, como los hombres del Tiempo del Sueño, nadar en ese mar?

Esa ruptura resquebraja la identidad de Oless.

Nuestra propia identidad es una construcción en base a experiencias y también a lo que otros nos han dicho que somos, pero los mitos y su traslación onírica viven en nosotros desde tiempos primordiales, algo que Jung llamó ‘inconsciente colectivo’ y afecta a nuestras vidas a veces incluso más que los sucesos ordinarios, porque los segundos los podemos racionalizar y los primeros escapan a nuestro control. Entonces, respondiendo a tu pregunta sobre la construcción del sentido de realidad, simplemente me limito a mostrarla tal cual ocurre a un nivel profundo, como si viéramos nuestra vida psíquica en una pantalla de cine.

¿Es una novela psicológica?

Lo que más. De hecho, si bien es fantástica porque aparecen elementos de ello y también es una novela de aventuras y detectivesca, lo esencial es el viaje psicológico que posibilita todos los demás.

¿No te da miedo que el lector la tome como un reto para cartografiarte a ti?

Yo siempre me expongo en todo lo que hago y creo que es la forma de que lo que escribas sea auténtico y puedas remover algo en los demás. Cualquier obra que nace de las entrañas parte de esa sinceridad. Me molestan bastante aquellos autores que dicen que no hay nada de ellos en sus personajes, porque es una falacia; sólo es posible crear a partir de lo que uno es y tiene dentro. Y puesto que es una novela psicoanalítica, pueden analizarme lo que quieran y lo que encontrarán haciéndolo es, probablemente, algo que ellos tengan dentro.

¿Freud o Jung?

Jung, por supuesto. Porque la psicología analítica no reduce el problema al sexo y es mucho más positiva y globalizadora, a la vez que lo que busca en el paciente es que llegue a un equilibrio, no simplemente entender qué le ocurrió, también trascenderlo.

El sentido del relato parece esconderse en las elipsis, en lo que falta entre capítulo y capítulo.

La novela está escrita en tres capas y tres momentos: primero quise contar una aventura marítima que tenía a un teleoperador sueco como protagonista y con una trama de sirenas y científicos; en un segundo momento me di cuenta de que el personaje era un cliché, igual que todos los que le rodeaban, y utilizando la escritura automática ahondé en su vida psíquica y de ahí nació Oless como personaje real a merced de sus fantasmas y sus recuerdos; finalmente, entendí que cada imagen de la novela, desde las sirenas y su opuesto, las ballenas, hasta el propio océano eran símbolos que había que realzar hasta el punto de convertirlos en personajes.

Volviendo a tus imágenes, es como una inmersión.

Sí, se plantean paralelismos curiosos entre la mente y el océano, porque no conocemos el 90% de nuestros océanos, donde reina la oscuridad, e igualmente ocurre con nuestra mente, donde el 90% de los pensamientos que tenemos diariamente son inconscientes.

Y por eso las referencias a Panthalassa.

Panthalassa fue el primer océano que rodeó el supercontinente Pangea. La vuelta de Panthalassa es la vuelta al origen, lo primordial, donde no existía la fragmentación.

El mar aparece como un lugar primigenio y mitológico. 

El mar es el lugar donde empezó la vida y durante siglos intentamos dominarlo sin conseguirlo, es una fuerza de la naturaleza tan creadora como destructora y hay grandes misterios ahí abajo que quedan por resolver, pero que, al parecer, ya no nos preocupan. Cada cual establece su propia relación con el mar y eso es lo mágico. Cuando empecé a escribir el libro, me asesoró sobre conceptos de buceo uno de esos hombres que cambiaría la vida en la superficie por vivir en las profundidades, un Nemo que no percibe el océano de igual forma que la esposa de un pescador que salió a faenar y no volvió.

También hay una relación personal.

Yo nací cerca del mar y siempre me ha parecido atractivo, a la par que misterioso. Es símbolo de vida y también de algo que se esconde bajo el agua, el yugen japonés, ese algo inquietante e inexplicable. Más allá de eso, como te comentaba, el agua es símbolo de lo materno y las emociones, pero también del inconsciente, y de ello habla Jung.

¿Algún otro referente acuático?

Estoy particularmente interesada en la obra del videoartista Bill Viola y en cómo relaciona los elementos, sobre todo el agua, con el ser y su dualidad; el agua es fuente de vida y también de destrucción y muerte. Es otro artista que se expone, porque su obsesión con el agua viene de antiguo: cuando tenía seis años estuvo apunto de morir ahogado y esa experiencia le marcó profundamente, le ayudó en cierta manera a descubrir algo del misterio que guardan los fondos marinos.

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Volvamos a Jung y la fragmentación psicológica…

La novela juega con la idea de fragmentación que camina hacia la unidad. Por ello propongo al lector que vaya armando los pedazos junto al mismo Oless, o que se deje llevar sin más, y como ocurre cuando uno intenta armar el puzle de sus días, se pierden imágenes, se realzan otras que aparentemente no tenían esa importancia y algunas están ocultas, reprimidas. Esas últimas son las más importantes porque inciden en la conciencia de la misma forma que la elipsis afecta al relato.

Al final es un relato de ausencias.

Si demostrar que lo que vio, una sirena, es el motor de la historia, las ausencias explican el comportamiento de Oless Svalbard; por ejemplo, la ausencia de Johanna, su esposa, la de su padre… Lo que mueve al protagonista es la carencia en un universo aparentemente repleto.

El último capítulo resuelve y ordena, hasta cierto punto, el misterio. ¿Te planteaste dejarlo abierto?

Fíjate que el final está motivado en parte por una inseguridad mía; temía que no se entendiera lo que quería decir y, aunque la historia iba a acabar en el capítulo anterior, decidí añadirle este último. Luego es cierto que hay lectores que han criticado este final aclaratorio y otros que lo consideran necesario. Pero más allá de esa aclaración, ese capítulo abre otras incógnitas que pocos han acertado a ver o no le han dado importancia, así que creo que las preguntas siguen siendo muchas.

Es una respuesta que plantea un par de nuevos interrogantes. ¿Dónde dejas al protagonista en ese cierre? ¿Dónde intentas dejar al lector?

Pues en un suspenso, sólo aclaro una parte del misterio infinito… acompañado de una gran incógnita que marca al protagonista y que está presente y ausente del relato. Y con eso añado un segundo matiz a la importancia de los silencios y las ausencias; de alguna forma, al lector se le está ofreciendo Ítaca, la resolución del enigma, y tal vez a Oless también.

Un tema recurrente en este enigma es el de los doppelgänger, los dobles y los encuentros siniestros.

Me interesa mucho la identidad como construcción en proceso. Que nosotros podamos conectar con otros personajes y otras vidas lo explica el hecho de que en nuestro interior tengamos integrados estos mismos personajes en potencia, dormidos. ¿No te ha ocurrido nunca sorprenderte con una determinada faceta de ti mismo inexplorada hasta que algo la hace emerger? Ese juego de posibilidades del yo con identidades mutables es una de las claves de ese misterio del que hablaba antes y que dejo intuir en el capítulo que cierra el libro.

Es una idea de la identidad muy oriental, muy taoísta o zen.

Si hablamos de que es una novela psicoanalítica y jungiana, el propio Jung se interesó mucho por el pensamiento oriental y hay conceptos como el Tao que podrían entenderse a su vez como la unión de opuestos jungiano, la transmutación de un aspecto sombrío de tu personalidad en su contrario y esa búsqueda del equilibrio y la armonía. Para mí la cuestión sería qué es la identidad: la persona que creo ser, quien los demás dicen que soy o, y esto es lo fundamental, mi yo en estado puro, mi esencia, que muchas veces es totalmente opuesta a lo que yo creo que soy, y de ahí deriva en parte la pérdida. Porque la identidad en la novela es un flujo, aparecen infinitas posibilidades de uno mismo, y también es la lucha por encontrar unidad dentro de esa fragmentación y ese ruido, por volver a la armonía.

Todos los personajes femeninos parecen rodeados de misterio y mística. ¿Es una decisión consciente? ¿Qué papel tiene el género en este relato?

Hubiese sido una novela diferente si el protagonista hubiera sido «ella» y no «él». Primero porque al hombre el poder femenino le asusta, lo que representa la mujer y, especialmente, si es percibida como una madre castrante y poco maternal. A partir de la madre de Oless nacen el resto de personajes femeninos, que es lo mismo que ocurre en la vida. Claro que fue una decisión consciente, porque el gran problema de Oless son las mujeres de su vida, a las que no entiende y que percibe como diosas y monstruos.

¿Y la masculinidad?

La masculinidad es un principio activo y agresivo que tenemos integrado tanto hombres como mujeres, de la misma forma que también hemos incorporado ese otra parte femenina, históricamente vinculada a lo pasivo, creativo y emocional. Y nuestra imagen de los atributos de hombre/masculino y mujer/femenino vienen dados por nuestra cultura, pero también por aquello que nosotros percibimos en nuestros padres y la relación que mantuvimos con el progenitor del sexo opuesto en nuestra infancia. Mi idea de los hombres, por ejemplo, está muy determinada por la imagen de mi propio padre, y aunque entienda que hay otras masculinidades posibles, ninguna de ellas me perturbará.

A Oless le cuesta relacionarse con las mujeres.

Oless, igual que muchos hombres (no todos), percibe a su madre como una diosa, inalcanzable y omnipotente, y a la vez como una tirana, un ser monstruoso, y es indiferente si lo era o no en la vida real, porque su percepción es la que cuenta. De forma que él asocia todo lo femenino a ese componente de misterio seductor pero terrible, desnaturalizado.

O las idealiza o las teme.

Si lo pensamos bien es algo que se refleja en las religiones y los mitos: la santa y la puta, la madre protectora que tiene esa dualidad destructiva; Kali. El hombre tiene miedo de lo que significa la mujer, su poder, y por eso históricamente la ha cosificado y representado como un ser vulnerable y maternal, cuando la mujer puede ser tan o más destructiva y sanguinaria que ellos. ¿Por qué el patriarcado se ha empeñado tanto en encadenarnos y callarnos si no es por miedo?

Uno de los personajes es fetichista del neopreno. ¿Qué papel tiene el fetichismo en el relato?

Las pulsiones y los deseos ocultos tienen mucho que ver con nuestra psique. Nos pasamos la vida censurando aquello que nos erotiza porque también nos provoca terror. Entonces, volviendo a ese océano de lo que soy y niego, todas nuestras fantasías y las imágenes se entrelazan y flotan a la deriva, y como nos atemorizan, las volcamos en el otro.

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La red de intertextualidades y referencias culturales está muy trabajada. ¿Es parte imprescindible de la interpretación? ¿Esconde claves para el misterio?

No son imprescindibles para entender la historia, pero las usé como guiños al lector que amplifican la información que se tiene sobre Oless y adónde le conduce su aventura si dominas estos referentes. Hay diferentes niveles de lectura.

¿Qué esconden tantas referencias musicales?

Por un lado, cuando estoy trabajando un texto me ayudo de música para crear una atmósfera y hay canciones que toman tanto protagonismo se vuelven parte del relato. Y luego está ese juego entre el silencio y el sonido, y los recuerdos que rescatan estos sonidos. Pero estas canciones existieron primero como algo externo al relato hasta que tomaron su lugar.

Destacan Sonic Youth.

Empecé inspirándome en una nana sueca de Evert Taube que es bastante weird (como todas las nanas), pero luego apareció Sonic Youth porque buscaba un tipo de melodía que identificase al profesor Cooper, el sirenólogo. Para mí lo más interesante de la banda es su experimentación y ese rollo mutante que marca su trayectoria; escuchar, por ejemplo, Diamond Sea, que a partir de cierto momento es puro ruido y distorsión, es experimentar la locura; o Teenage Riot, que es un arrebato de agresividad. Es muy visceral y onírica… Y curiosamente, uno de los comentarios que me hicieron es que no imaginaban a Oless, el protagonista, como fan de Sonic Youth, cuando para mí representa muy bien esa búsqueda imposible e inconsciente.

Tejamos redes: ¿qué libros recomendarías leer antes y después del tuyo? 

No sé si antes o después, pero creo que cualquier obra de Pavic, autor muy aficionado a la novela como juego, es una maravilla, sobre todo Pieza maestra. También leer a Alan Watts me parece interesante, porque gracias a él descubrí un concepto japonés que me tiene fascinada y que orbita en la novela y es el yugen, que es algo así como la sensación de belleza, misterio y profunda tristeza que se siente, pero sólo puede ser percibida y no explicada con palabras. Robbe-Grillet y los múltiples planos de realidad y personajes obsesivos que proponen sus novelas también es bastante recomendable y una inspiración; y, por supuesto, un primer acercamiento a la obra de Jung, a través de El hombre y sus símbolos.

¿Y qué películas?

En cuanto a películas, casi todo Lynch, sobre todo Terciopelo azul y Mulholland Drive; también Black Swan, Shutter Island, y hay una peli de Hitchcock que me encanta, Recuerda; y luego, las primeras películas de Woody Allen. Y podría seguir hasta el infinito…

Además de la música, insistes en el silencio.

Hay un momento al principio de la historia donde Oless recrimina a su difunta esposa que no le permitiese pensar en voz alta y cómo el sumergirse en el océano era una forma de cumplir su deseo póstumo. El silencio es disolución y, al mismo tiempo, es lo que más aterroriza al protagonista, sobre todo el silencio de los otros, porque solo estás tú con tu soledad.

Otro recurso es usar libros dentro del libro, en concreto una enciclopedia sobre sirenología.

En el caso de la novela, el introducir fragmentos de ensayos con un lenguaje científico acentúa esa sensación de realidad del «sujeto de estudio fantástico». También es un mecanismo que me gusta utilizar a modo de anclaje o pequeñas pistas… Libros que hablan de otros libros que no existen, y que son algo así como una puerta para el protagonista o bien un laberinto.

«Laberinto» es una idea que parece estar de fondo en toda la historia.

Yo estoy fascinada con los laberintos; de hecho, mi propia forma de pensar es retorcida, nada lineal. Curiosamente, desde tiempos muy antiguos se han utilizado los laberintos para conectar con Dios o para llegar al centro de uno mismo; los laberintos de las catedrales, por ejemplo. Y si lo pensamos bien, estructuras tan complejas como el teseracto, ese hípercubo de la física que utilizan para explicar la cuarta dimensión, es también un laberinto, y los mandalas.

La novela misma es laberíntica.

Me gusta la literatura que juega a empujarnos dentro de esa tela de araña, que tiene muchos principios y finales, porque es la mejor forma de expresar ideas como la Historia, que no es en absoluto lineal aunque lo parezca, o la propia psicología humana. Es la literatura de Borges, sin ir más lejos, o del propio Cortázar perdiéndose y encontrándose continuamente en las calles de París. Todo en esta vida es laberíntico y más en la literatura postmoderna; el propio Internet es un laberinto y es innegable no vivimos más en él que fuera de él.

Por último, ¿has logrado releer el libro como lectora?

No  soy muy amante de releer lo que escribo porque siempre encuentro fallos y cosas que se podían haber hecho mejor. Pero sí que he releído la novela, sobre todo de cara a preparar las presentaciones, y siempre encuentro nuevos matices de mí misma. Es deformación profesional, no puedo evitar psicoanalizarme y a veces me sorprendo y pienso “¿esto lo he escrito yo?”, porque tengo la intuición de que en algunos momentos había algo de trance, como si lo hubiese escrito un aspecto de mí misma que todavía desconozco, que sólo emerge a latigazos. Un poco Oless Svalbard, ¿no?