En A Short Hike controlamos a Claire, una niña que camina hacia un pico en un parque natural para buscar cobertura y hacer una llamada, y por el camino nos encontramos a gentes de todo tipo, charlamos e interactuamos con ellos sin presión.
El juego pone las cartas sobre la mesa con su título: nos dice que es un paseo (olvídate de grandes retos) y es breve. Toda una declaración de intenciones. En un momento en que la dificultad se usa como factor excluyente, A Short Hike sólo podría ser más claro si se titulara A Walk in the Park. La palabra “short” tampoco es gratuita: en un tiempo en que muchos creadores se sienten obligados a alargar innecesariamente sus juegos para evitar el enfado de unos jugadores que parecen dar valor al peso, este juego hace de la brevedad una virtud. Por ello, este título sencillo para casi una provocación: contra el rechazo al «walking simulator», a favor de la lentitud, a favor de la brevedad.
Quizá por la aceleración y la dependencia del transporte de nuestros tiempos, hace unos años que se está dando una redignificación del caminar. Abundan, por suerte, las novedades editoriales sobre su importancia, desde textos recuperados como Caminar (de Hazlitt y R.L. Sevenson) a nuevas propuestas como Andar. Una filosofía de Frederic Grós o el reciente Filósofos de paseo. Se habla otra vez de flaneurs y flâneuses y de baños de bosque. Se recuperan el cuerpo y el ritmo humano sin necesidad de las torturas del ejercicio extremo, sin arrastrar neumáticos de camión por parques públicos o hacer performances. Huir del tráfico es de una urgencia casi liberadora. El videojuego se ha sumado a este movimiento con juegos tranquilos y de bajo riesgo como este A Short Hike, tan amable como accesible, que hace de su falta de pretensiones e impostura su mejor rasgo. Una excursión corta. Un paseo agradable. ¿Qué mejor se puede ofrecer?