Pequeños placeres de la vida: que pasen los años y sigan asomando la cabeza canciones antiguas que para mí nunca existieron, que haya obras maestras esperando agazapadas el momento adecuado para ser descubiertas. Me reconforta saber que mis canciones favoritas de 2018 no aparecen por aquí; lo harán en las listas que aún están por escribir. Mientras tanto, lo mejor de mi año musical se resume así:

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Sufjan Stevens – Wallowa Lake Monster (2017)

Las caras b, rarezas, colaboraciones y descartes de Sufjan Stevens componen una discografía con una idiosincrasia propia que resulta tan interesante como la principal. Aquí aparece ‘Wallowa Lake Monster’, pero podrían ocupar su lugar y no pasaría nada ‘Mercury‘, ‘Mistery of love‘ o muchas otras joyas de este genio americano de nuestro tiempo.

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Timber Timbre – Run for me (2014)

La descubrí gracias a la maravillosa serie documental ‘Wild wild country’ y desde entonces, al igual que Ma Anand Shīla, no ha dejado de acompañarme. ‘Run from me’ es para mí un western hecho canción, con final lisérgico incluido.


C. Tangana y Niño de Elche – Un veneno (2018)

C. Tangana da mucha rabia, pero tan tonto no será si decide arrimarse al Niño de Elche y a Refree para ver qué sale de ahí. El resultado es un bolerazo que nos ha cogido a todos por sorpresa y que a mí, quizás por desconocimiento, me gusta imaginar como la cúspide del género.

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Castanets – You are the blood (2004)

Los dos minutos finales se hacen muy pesados, por no decir que sobran, pero a ‘You are the blood’ se lo perdono todo porque no se me ocurre una canción más apropiada para poner el broche de oro a esa locura hecha videojuego -con la que tantas horas disfruté- llamada ‘Hotline Miami 2’.

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Broncho – Try me out sometime (2013)

Hay días en los que lo único que le pido a la vida es un poco de rock and roll simple y directo que me levante el ánimo, pero el género está tan agotado que todas las canciones parecen la misma. Por ello reivindico joyitas como ‘Try me out sometime’. Me temo que son las últimas alegrías de un género al que le sentaría muy bien un descanso de un par de décadas en una cámara hiperbárica.

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Bunbury – Todo (2013)

A veces, muchas veces, casi todas las veces, me da pereza Bunbury. Pero es justo reconocer que su carrera en solitario es más que digna, y es loable, por poco convencional, su valentía para hacer siempre lo que le da la gana. Toparme con temazos como este ‘Todo’ me reconcilia con su figura y me hace pensar que la distancia entre nosotros se irá acortando con el tiempo.

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The Velvet Underground – Heroin (1967)

El temazo siempre ha estado ahí, pero este año, vaya usted a saber por qué, y sin drogas mediante, hemos creado un vínculo especial. Que no haya una explicación lógica para ello lo hace aún más satisfactorio.

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Rosalía – I see a darkness (2017)

Yo también me subo al carro de Rosalía (¡tra tra!) y, pese a las dudas (prejuicios) iniciales, aplaudo con fuerza ‘El mal querer’, aunque para mí su mejor canción es del primer disco. Es una versión casi desnuda (con la producción del omnipresente Refree) de ‘I see a darkness‘ de Boonie ‘Prince’ Billy. La adaptación de Rosalía me emociona aún más que la de nuestro venerado Johnny Cash (el plural viene al caso por Víctor), y eso es algo que no está al alcance de cualquiera.

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Let’s eat grandma – Donnie Darko (2018)

Lo confieso: pienso a menudo que lo mejor que nos podría pasar es que cayese un buen meteorito –me refiero a un señor meteorito, un pedrusco como dios manda- en nuestro planeta y hasta aquí hemos llegado. Pero luego descubro que estas dos crías inglesas hacen una canción de once minutos que es una auténtica locura psicodélica y eso me alegra, me emociona y me enamora, recupero un poco la fe y se me pasa.

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Niño de Elche – Informe para Costa Rica (2015)

Este año me he obsesionado con el Niño de Elche, no tanto por su música (que también) sino por lo que representa. Un revolucionario incendiario que dispara con bala (apuntando a la cabeza) y que desprecia a los supuestos guardianes del flamenco. Una figura necesaria para que este género, como todas las artes, evolucione y prosiga su camino natural. ‘Informe para Costa Rica’ bien podría ser una respuesta a todos los fundamentalistas que se echan las manos a la cabeza cuando escuchan las chaladuras (las musicales y las verbales) del cantaor ilicitano.

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Yo La Tengo – I’ll be around (2013)

Aparece en la lista porque escucharla me transmite una especie de paz interior tan placentera como extraña de experimentar con una simple canción.

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Cheikh Lo- Il n’est jamais trop tard (2010)

El amigo Víctor D. siempre aparece de una manera u otra en el listado. Este año su aportación es Cheikh Lo, un senegalés que suena a África de manera intensa, aunque también a reggae. ‘Il n’est jamais trop tard’ es una máquina perfecta de generar simpatía y cordialidad. En estos tiempos de agresividad y falta de empatía en los estamos inmersos, quiero poner en valor el buenrollismo de esta canción, que no todo va a ser enfadarse, oye, que también habrá que quitar el polvo a la biblioteca, que diría aquel.

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Harrison Ford Fiesta- Les gardiens (2018)

Atención, anécdota. Conocí a la madre de uno de los Harrison Ford Fiesta y me reconoció que la música de su hijo no le acababa de gustar. “Es demasiado extraña para mí”, fue su sentencia. No le falta razón a la señora. El camino que han tomado estos tarraconenses no es apto para todos los públicos y cada vez se alejan más de su muy chansoniana maqueta. Eso sí, el talento sigue ahí, y pese a que su música cada vez es más experimental y difícil de escuchar, el epílogo de su segundo disco, ‘Les gardiens’, me recuerda los grandes momentos que hemos pasado juntos.

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Os Resentidos – Galicia Canibal (fai un sol de carallo) (1986)

Gracias ‘Fariña’ por recordarme la existencia de este temón. Es una auténtica ida de olla del grandísimo Anton Reixa en la que combina conceptos sin aparente relación como el hecho de llevar gafas de sol en las discotecas, la matanza del cerdo y las hambrunas en África, y todo ello a ritmo de gaita, un poco porque sí. ¿Pero cómo no enamorarse de esto? Si el mundo fuese un lugar más justo, ‘Galicia Canibal’ sería desde hace décadas el himno oficial de la comunidad y la pondrían todas las mañanas en los colegios, carallo.