La Inercia es casa de tradiciones, y si diciembre es el mes de repasar LoPutoNormal, enero se debe a nuestras obsesiones musicales del año anterior. Hagamos números: entre lo que más he escuchado este año tan solo hay cuatro novedades, un par de temas más de esta década, dos bandas sonoras en vivo (que se corresponden o no a dos conciertos sinfónicos a los que he asistido), un opening, dos scores cinematográficos, dos canciones que le debo a una película y dos a una serie, una de un videojuego, una de punk y otra de jazz. Parece que no cambia mucho la cosa. Y podría haber sido peor: para evitar repetirme más, han quedado descartados los autores y los temas que ya han aparecido antes por aquí (nada de Nick Cave, Damien Rice o Bowie, nada de ‘Silk’ o ‘Chemicals’). Estos son mis 14 asaltos al bucle de 2017:

Kenji Kawai – ‘Ghost In The Shell’ (1995 / 2004)

Un día que estaba enfermo decidí hacer doblete con Ghost In The Shell Innocence, creyendo que sería capaz de aguantar el combo y que no me quedaría atrapado en su mundo de añoranzas, sobrecrecimiento urbano, languidez, violencia mecánica y susurros en el alma. Me equivocaba, claro, y aún de vez en cuando me pongo los auriculares antes de dormir y me dejo arrastrar por este medley que va del trance más poético al fuego y la percusión. Cantos religiosos japoneses y tambores taiko: ojalá el futuro sonase así de verdad.

Mariya Takeuchi – ‘Plastic Love’ (1984)

El descubrimiento musical del año ha sido el city pop, género de música pop electrónica que dominó Japón durante la burbuja económica de los 80, caracterizado por un aire urbano, despreocupado, incluso frívolo. Había dinero y el mundo era suyo y todo eran razones para el optimismo, pero siendo como es un estilo japonés no consigue quitarse muchas veces esa carga melancólica (una suerte de nostalgia austera con la que podría llegar a llevarme bien) que eleva temas como este fantástico ‘Plastic Love’. Durante todo 2017 he rebuscado canales y playlists de city pop y mi favorito ha sido uno en YouTube, del usuario Van Paugam, que tiene como acompañamiento visual una autopista urbana japonesa, de noche, teñida por un filtro rosa. Nocturnidad y ambiente íntimo y evocador: dos de mis puntos débiles.

Patti Smith – ‘Seneca’ (2012)

Empecé el año leyendo M Train y lo acabé viendo Dream of Life. Entre medio he escuchado mucho el disco ‘Banga’, y sobre todo esta ‘Seneca’ en la que Smith recita y canta como si llorase en silencio, con una de las tristezas y una de las inteligencias más verdaderas de la música americana. Mi aversión a la mitomanía me protege de levantar altares más altos y de imitar a nadie pero si tuviera que mirarme en alguien, no me importaría parecerme a Patti Smith.

Joe Hisaishi – ‘Ashitaka and San’ (1997)

Joe Hisaishi visitó París y estuvimos allí, y ningún otro concierto podrá ser nunca más importante para mí ni ninguna pieza de cierre me sacudirá tanto como ‘Ashitaka and San’. Todo lo demás que pueda escribir son alabanzas repetidas mil veces. ¿Es muy tópico darle las gracias?

Bad Religion – ‘Them and Us’ (1996)

Este año el punk lo han puesto Bad Religion, que vinieron al centro de la isla en verano y me hicieron calentar durante semanas y recordarlos durante unas cuantas semanas más. Envejecen bien: cambios de ritmo, buenas estructuras, melodías reconocibles, la voz y actitud calmada del doctor Greg Graffin y un directo solventísimo. No he podido parar de escuchar ‘Punk Rock Song’, ‘Generator’ o ‘Atomic Garden’, pero la canción que por fuerza define el año es ‘Them and Us’, advertencia contra la polarización entre un «nosotros» y un «ellos» tan odiados como indefinidos. Con los frentes cerrándose, no está de más cantar con Graffin: «and he didn’t know who we were, and he didn’t know who they were, and there wasn’t any reason, or motive, or value to his story…». Puede que el punk no nos salve, pero al menos nos mantendrá cuerdos.

Yoko Takahashi – ‘Zankoku na tenshi no tēze’ (1995)

Algunos años toca revisitar Cowboy Bebop y otros, cuando se ha cogido fuerza, toca volver a ver Neon Genesis Evangelion, y en esos años hay que aceptar que no podrás parar de tararear uno de los mejores opening que se han compuesto jamás (y que suena bien hasta con bocinas de bici o pianos de gato), una tonadilla pop luminosa y viva que nos engaña diciendo que, tranquilos, lo que vamos a ver es un simple shonen movidito que no tiene ninguna intención de destrozar nuestras psiques o de abrirnos agujeros emocionales.

Chromatics – ‘Shadow’ (2017)

Mi dosis de madrugadas eléctricas la ha aportado este tributo al universo sonoro de David Lynch y Julee Cruise que suena a estática y sueños, a invocación frágil y esperanzada. Con él cerraba el contundente estreno de Twin Peaks: The Return y nos decía que, cuidado, aquí nada iba a ir sobre seguro. Uno de los muchos ejercicios de anti-nostalgia de 2018 (junto a Trainspotting 2 The Last Jedi), el regreso de Twin Peaks ha sido en realidad una reescritura, menos interesado en el homenaje que en sintetizar toda la carrera de su autor dándole una libertad cafre. Durante 18 episodios, Lynch ha reventado la tele todavía más que en aquel arranque de Fire Walk With Me y ha probado que la narrativa audiovisual americana se ha puesto límites muy cortos, y que en realidad puede llegar a acercarse al delirio, la complejidad y la valentía de, por ejemplo, el Hideaki Anno que mencionaba ahí arriba.

The Super Mario Players & Kate Higgins – ‘Jump Up, Super Star!’ (2017)

¡Así suena la alegría! Hay algo en la sinceridad de Nintendo, en su convicción a la hora de apostar por cosas que hagan sonreír, que anima a usar signos de exclamación. Super Mario Odyssey es felicidad (táctil, visual, sonora) desde el primer minuto al último, y su catálogo de ideas locas, que lo emparenta con los Mario de GameBoy, bien justificaría que se hubiera llamado Super Mario Oddity. De entre todas las rarezas, una de las mejores es contar con un canción de big band jazz como tema principal, y que encima suena durante un nivel loquísimo que mezcla pasado y presente, 2D y 3D, en una celebración jugable de aplaudir, sonreír, saltar y exclamar. ¡Salta, superestrella!

High Contrast – ‘Shotgun Mouthwash’ (2014)

En su repaso a lo mejor del año, Vicisitud (de Vicisitud y Sordidez) decía esto de Trainspotting 2«Trainspotting fue una peli rodada de cojones que se convirtió en mito, entre otras cosas, por decir a mucha gente justo lo que les apetecía oír. La segunda parte es una peli rodada de cojones que dice a esa misma gente justo lo que no les apetece oír.» Esa es la clave: Trainspotting 2 ha venido para hablar del fracaso, del peso de los mitos, de la ausencia de futuro; para cargar contra la nostalgia y contra los que siguen creyendo que alguien quiere escuchar sus batallitas de juventud. Y carga, desde el primer segundo, con un trallazo como este ‘Shotgun Mouthwash’, irónico catálogo de non sequiturs impresionistas sobre la vida moderna, perfecta síntesis entre la electrónica y el punk que se peleaban por el alma de la primera película. Durante todo 2017, me he gustado escuchando este baño de realidad cada vez que he entrenado en cinta de correr (esperando que no me diese un algo, claro), como un memento mori que te hace tener ganas de estrellarte contra el muro más grueso.

Young Fathers (ft. Leith Congregational Choir) – ‘Only God Knows’ (2017)

Y luego la película cierra demostrando que aún le quedan energías, con un cruce ambiguo entre hip hop e himno espiritual de beat energizante, tan crudo como vitalista, que obra el milagro de usar bien un coro de niños. It’s the end of the youth, dice, y bien podría añadir: and we feel fine.

Ojete Calor – ‘Opino de que’ (2017)

En esta casa se ha escuchado mucho Ojete Calor en 2017: al principio, porque sus chistes y su estética de la bajona hacen risa, luego porque su costumbrismo toca un nervio muy real de nuestro tiempo (aquí han escrito el mantra perfecto contra la todología y la barra libre de la opinión) y al final, a la novena o decena repetición, porque sus melodías, vamos a reconocerlo, lo molan todo. O eso opino yo de que.

Cat Stevens – ‘Father and Son’ (1970)

Hace años viví fugazmente en Frankfurt y recuerdo despertarme en mi primer sábado allí con esta canción, que mi casera había puesto de fondo. Ya la conocía, claro, como se conocen todos los temas que pertenecen al imaginario popular. La escena en Frankfurt no tenía nada de especial ni la experiencia nada de aventurera, pero la ausencia de un contexto familiar me permitió escuchar a Stevens de verdad, sin el lastre de su historia ni la mía, y me descubrí pensando que era uno de los temas más perfectos que había encontrado jamás. Aún lo pienso, y cada dos por tres lo pongo en bucle y me fascino con su arranque, su estructura, sus dos voces, su maravilloso final. Pagaría bastante por oirla interpretada por Glen Hansard o Damien Rice, pero también sé que no lo harían mejor que Stevens.

America – ‘A Horse With No Name’ (1971)

Están las canciones sobre viajes y las canciones-viaje, las que suenan a carretera, a camino, a movimiento. En primavera he paseado en bici junto al mar escuchando ‘To All Of You‘ sabiendo que siempre volvería a casa satisfecho, pero desde el estreno de la cuarta temporada de BoJack Horseman mi música flaneur ha sido ‘A Horse With No Name’, un tema mucho más salvaje, más árido, que no garantiza ningún destino, que solo anuncia desierto y viaje en todas direcciones.

Vince Guaraldi Trio – ‘Christmas Time Is Here’ (1965)

Hay un jazz de refugio, de luces bajas y tristeza acogedora, que solo se puede escuchar en invierno. Aquí nos hemos pasado diciembre entero viendo cine de navidad y escuchando este disco en bucle (lo que ha hecho que en un mes gane posiciones), y nos sigue pareciendo un planazo. Guaraldi es un pianista excepcional y esta banda sonora, uno de los tesoros a reivindicar del audiovisual americano: cálida, amable, libre, ideal para encerrarse y huir del frío, aunque en Palma, ay, casi nunca nieve.

(Menciones especiales: la banda sonora de Blade Runner 2049 compuesta por Hans Zimmer & Benjamin Wallfisch, ‘Silk’ (que me avisa Spotify de que es mi canción más escuchada del año), ‘Palaces of Moctezuma’ de Grinderman (que vale, no es estrictamente Nick Cave en solitario, pero ponerla aquí era repetir), ‘Heroes and Villains’ de los Beach Boys, la banda sonora de San Junipero, compuesta por Clint Mansell, o la de La tortue rouge, de Laurent Pérez del Mar, cualquier cosa de Cowboy Bebop, el ‘Komm, Süsser Tod’ de Evangelion, ‘Just Like Honey’ de The Jesus and Mary Chain un año más y la versión de ‘It’s A Sin’, de Metric.)