La escena indie tiene enorme facilidad para parir títulos con gracia, entre el costumbrismo estúpido y el surrealismo. Curiosos en esa faceta son ‘El niño gusano’, de quienes no se podía esperar menos, con ese nombre, que alumbrar discos con bautizos tan risibles como ‘El escarabajo más grande de Europa’, campeón del mundo de títulos estrambóticos. Últimamente he recuperado la canción ‘La música, las drogas, el láser, las minifaldas’, de La Costa Brava, de título imposible y con una escucha muy recomendable, porque es bailable, arrítmica y desordenada. Me parecen varias canciones en una (en concreto, a La Costa Brava a veces les odio y a veces me gustan).

La incomprensibilidad se me antoja por momentos intrigante. Pero la maestría en estas artes de la titulación la luce sobre todo Señor Chinarro, y en especial su primera etapa, la desastrosa época en la que Antonio Luque actuaba borracho, improvisaba las letras y su carrera era un esperpento. Pues bien, es en esos años turbulentos, cuando Luque regala perlas difíciles de igualar.

Echemos un vistazo a los nombres de algunos elepés. Especial predilección siento por ‘Noséqué-nosécuántos’ (1998) (licencia: como lo veo bastante inigualable en la categoría títulos, plagio a Luque para encabezar esta columna) o por ‘Despídete del lago’, un disco de rarezas publicado en 2001 y que recupera una frase de Chiquito de la Calzada en Condemor. Habla Luque: “La frase la dice Chiquito cuando se tiene que comer una rana viva para demostrar que él es el verdadero Conde Brácula. Coge la rana y le dice: ‘Despídete del lago’. Me pareció fantástico”. No le va a la zaga ‘El porqué de mis peinados’ (1997), más luminoso, pero igualmente inútil a la hora de tomarse en serio a Señor Chinarro, que desde que dejó su empleo en Panrico para profesionalizar sus neuras musicales fabrica mejores discos pero con títulos más normalitos.

‘La primera ópera envasada al vacío’ (2001) entronca con la tradición más paranoica en la línea de Los Planetas o Chucho aunque después volvemos a la esencia ‘chinarra’ con ‘El ventrílocuo de sí mismo’ (2003), etiqueta magníficamente vacía y tonta. Como sumergirse en las letras sería labor oscura e interminable, mejor repasar títulos al azar. Desde la rugosidad de sus epés: ‘25 w de una idea’, ‘Cero en gimnasia’, ‘Hay vida en el foie-gras’, ‘Cuando felipe’ y, quizás mi favorito, ‘Aleluya, pero cierra el maletero’. Y de época más tardía, tres últimos títulos, salvando la licenciatura de Luque en ingeniería agrónoma: ‘Tostadora on’, ‘La piña conseguida’ y ‘Me hipotecaré a -20ºC’.

raúl