Dúos cómicos los ha habido siempre y siempre los habrá: Tip y Coll, Laurel y Hardy, Martes y 13, Faemino y Cansado… y Paco y Clemente (humor… ¡naturalmente!), los protagonistas de Una pareja de risa, obra que adapta The Sunshine Boys, del genial Neil Simon.
El tema de las rupturas de dúos cómicos siempre me ha fascinado. Cojamos por ejemplo el caso de Cruz y Raya, en el que José Mota ha seguido haciendo algo muy parecido a lo que hacía antes (amén de alguna que otra cosilla en cine) mientras que Juan Muñoz se dedica actualmente a recorrerse bares haciendo monólogos. O a Martes y 13, donde Josema Yuste se ha dedicado principalmente al teatro, con obras como La cena de los idiotas (alternándolo con apariciones televisivas) y Millán Salcedo ha mantenido un perfil más bajo haciendo funciones aquí y allá con resultados discretos.
Así las cosas, no dudé ni por un momento en ir a ver Una pareja de risa, obra dirigida por Juan José Afonso y adaptada por Miguel Hermoso Arnao, que se inspira, como hemos dicho, en The Sunshine Boys, del guionista Neil Simon (escriba de la mejor parodia de todos los tiempos, Un cadáver a los postres y de la mítica La extraña pareja) y que tuvo un par de adaptaciones cinematográficas, con dúos protagonistas de lujo, como George Burns y Walter Matthau o Peter Falk y Woody Allen, y que en este montaje cuenta con Javier Gurruchaga y Guillermo Montesinos.
La obra cuenta la historia de Paco (Gurruchaga) y Clemente (Montesinos), dos viejas glorias de la comedia que triunfaron hace cuarenta años bajo el lema «Humor… ¡naturalmente!». Sin embargo, un día, Clemente se retiró, lo que tuvo como efecto colateral que Paco se viese retirado contra su voluntad. Durante las últimas cuatro décadas, Paco ha ido subsistiendo como ha podido con trabajitos aquí y allá. El conflicto se desata cuando el representante de Paco, su sobrino Ricky (Alfonso Flores) recibe una oferta de televisión para que Paco y Clemente vuelvan a la televisión para grabar su clásico sketch, El médico tiene visita.
Una pareja de risa es una obra correcta, pero que desgraciadamente no termina de arrancar. El ritmo se resiente en ocasiones debido a una excesiva duración, que probablemente saldría ganando si fuese de hora y media en lugar de casi dos, algo que podría lograrse recortando ligeramente aquí y allá algunas situaciones demasiado alargadas (el ensayo en casa de Paco o el rodaje). Da la sensación de que está a medio gas, de que no llega a alcanzar su máximo potencial, y eso es algo que da mucha rabia. Una gran idea llevada de forma tan solo correcta es más frustrante para el espectador que una mala idea llevada de forma pésima.
En el reparto brilla un Javier Gurruchaga que, sin dejar de interpretarse prácticamente a sí mismo (hay muchas coletillas y manierismos que incorpora a su personaje), consigue robar el protagonismo absoluto de la función, haciendo que incluso en momentos en los que está en segundo plano las miradas del público se dirijan hacia él. Silvia María tiene un papel breve, pero que interpreta con bastante soltura, y Alfonso Flores hace un Ricky decente. Quizá el eslabón más débil es, mal que me pese decirlo, Guillermo Montesinos, a quien se veía algo perdido en el escenario. Se despistó en varias ocasiones con las frases, y hacía pausas muy raras que (y ojalá me equivoque) parecían deberse a olvidos del guion. Por supuesto, en teatro esto no es infrecuente, pero es imprescindible saber improvisar para salir del paso, cosa que a Montesinos no parece dársele demasiado bien.
Es una pena, decía, que Montesinos sea el intérprete que peor parado sale, ya que está al lado de un animal escénico como Gurruchaga, que se lo come en cada interacción. Desgraciadamente, hay una falta de química que, en ocasiones, rompe un poco la ilusión de que realmente fueran una pareja de gran éxito.
La obra tiene algún defectillo, como ese cambio de tono brutal que hay en el epílogo, mucho más conciliador que el resto de la función, pero que ya estaba presente en el original. Y es que, según dicen los responsables, han sido bastante fieles a la fuente y solo han hecho tres o cuatro cambios para adaptar un poco el The Sunshine Boys original a esta Pareja de risa.
Lo cierto es que es un buen trabajo de adaptación: el brugueriano nombre Paco y Clemente: humor… ¡naturalmente! suena totalmente auténtico, y el sketch El doctor tiene visita parece sacado directamente de hace unas décadas. Sin embargo, y aunque entiendo que es un guiño al original, chirría bastante que se refieran al dúo como The Sunshine Boys en varias ocasiones… y más aún si no se aclaran con la pronunciación y Ricky los llama «sanshán» y Gurruchaga dice (correctamente) «sánshain».
Con todo, no vayan a creer que Una pareja de risa es un fracaso teatral: no lo es. Los que vayan a ver a Gurruchaga y Montesinos encontrarán una función con momentos muy divertidos y momentos muy acertados. Por desgracia, y aunque tiene partes más que notables, el conjunto general no consigue arrancar del todo. Sin embargo, es un entretenimiento fresco y con la calidad suficiente como para hacer pasar dos buenas horas al público. Quizá cuando cojan algo más de rodaje, y si consiguen arreglar esos problemas de ritmo, la obra consiga pegar ese acelerón que necesita para acabar de despegar.
(Una pareja de risa está en el teatro Olympia de Valencia hasta el 2 de febrero.)