Gaspar colocó bajo el árbol de Navidad un tocadiscos la mar de vintage. Melchor nos trajo una conexión Premium a Spotify. Baltasar nos dejó algunos discos piratas del top manta (es triste copiar, pero peor sería comprar). Nosotros, los tres Reyes Magos de la evangelización músico-cultural (la cuarta gran mentira del rock’n’roll), les traemos estos bienes preciadísimos, que llegan de Oriente, Occidente y un tercer continente a elegir. En este 2011 sigan, muchachos, la luz de nuestra estrella fugaz.

La elección de V the Wanderer

CHRISTINA ROSENVINGE – IMPERMEABLE AZUL

Me he dado cuenta de que descubrí a Christina Rosenvinge con Bom Bom Chip. Lo he desenterrado así, como quien no quiere la cosa, de una memoria que se resistía a destapar tamaña atrocidad. Creo entender ahora (no, rectifico: entiendo) por qué tardé tanto en acercarme a la cautivadora sirena de las nieves. No fuera que aquellos niñatos noventeros hicieran chás y aparecieran a mi lado.

Prefiero acercarme a ella ahora desde otro aspecto, por si acaso. Viajamos a esa New York City que la modeló y enriqueció, rozando peligrosamente sus tópicos, entregándose a su ineludible atracción, a su soledad macrourbanita. No es anécdota esa ubicación. Viajamos a una historia de rencores, de hermanos traidores, de mujeres ambiguas. Una carta desde una distancia en la que ya nada importa.

Es ‘Famous Blue Raincoat’, tal vez mi canción favorita de Leonard Cohen y a la que Rosenvinge da un toque maravilloso de tristeza, frialdad y desprecio. Ayudan mucho los arreglos (esos violines) y la sonoridad de un homenaje en vivo, ‘Acordes con Leonard Cohen’, en el que también pillamos a Auserón o a Constantino Romero recitando al de Montreal con una firmeza que pasma. (‘Cualquier sistema’ de por sí hace que el disco valga la pena, pero esa, como diría el cronista, es otra historia.)

La elección de Raúl

SIMON AND GARFUNKEL – WE’VE GOT A GROOVY THING GOIN’

Reparto de tareas en pos de la igualdad. Ricitos de oro Garfunkel se diluía en la farándula y se llevaba, el muy galán, a las mujeres. De vez en cuando, entre rodaje y rodaje en su incipiente interés por el cine, se pasaba por el estudio y allí estaba Simon evolucionando, progresando, pringando, buceando en el blues, currándoselo, en fin. Y, claro, Paul estaba cada vez más hasta el nabo de la garrapata de Artur y de que ‘pelos locos Punset’ siguiera estancado en lo mismo de siempre: imponer a todas horas esas armonías vocales y el toque coral que, dicho sea de paso, se convirtieron en bandera del grupo.

La diversidad de pareceres acabó mal: tensiones, idas y venidas, amagos de ruptura, disolución y reconciliación a medias. Fue Paul Simon quien mantuvo la dignidad del dúo hasta el último momento, hasta que aquel gélido apretón de manos en un abarrotado Central Park sirviera para bajar el telón.

Él es el valedor del armatoste musical del grupo, más aún en un tema como éste, veloz, eléctrico y rockero, que se desmarca del patrón y se despacha con insólita energía en menos de dos minutos de breve torbellino desbocado, como unos Ramones menos yonquis y más pardillos. Era 1966 y ellos estaban en su apogeo. Me los imagino exhaustos después de grabar esta canción que está casi escondida en las pistas finales del disco ‘Sounds of silence’. Un contrapunto rabioso, con letra cínica llena de reproches, a la tristeza intimista y el aire folky del dúo. Y una pequeña victoria para Paul Simon.

La elección de Withor

THE HORRORS – SEA WITHIN A SEA

Algunos grupos tardan siglos en cambiar de estilo. En hacer las cosas de otra manera, quitarse de un tirón la etiqueta de ‘hacer lo mismo de siempre’ (¿alguien dijo Fito?). Otros no lo hacen nunca. Otros lo hacen con cada disco. Para The Horrors, en cambio, ninguna de las opciones es válida. Ellos sacaron el primero, un disco punk, algo diferente, pero punk (lo de siempre, vamos, canciones apañadas en dos minutos, estribillos marcados, mucho ruido y demás clichés innegociables) y en el segundo, en cambio, ya habían -insertar redoble de tambores- ¡EVOLUCIONADO!

Pues eso, que a estos jóvenes con pinta de haberse llevado muchas collejas en su vida la filosofía de no quedarse estancados se les inmiscuyó de manera repentina, y en su segundo disco ya presumían de ‘no hacer lo mismo de siempre’. Tiene mérito: aún no habían llegado a repetirse. El paradigma más claro, poner como single una canción de 8 minutacos -que no minutos-, sin estribillo, y sin ninguno de los clichés innegociables anteriormente mencionados.

‘Sea within a sea’ es un torrente desbordado de imaginación, una patada en los huevos al cadáver putrefacto de todos los ramones -menos el vivo- y una lección moderna de darwinismo como pocas se han visto. La interminable parte final, con ese ‘ti ti ti’ -no se me ocurre una manera mejor de definirlo- martilleante, que te repiquea el cerebro hasta hacer un agujero cual taladro, es la cima de un género, de un grupo que nunca hará nada mejor. Absorbente, aunque a veces desquiciante, no son pocas las veces que he penetrado entre sus notas, me he sumergido en ellas y les he dado las gracias a los paletos por su temeraria rapidez en quitarse la etiqueta. The Horrors, se os acabó el chollo, nunca os repetiréis. No seréis capaces de hacerlo.