En el bar. Con cafeses y magdalenas de por medio. Desayunándonos el viernes. Se acerca un tipo ocioso a los dos periódicos que hay sobre la mesa y nos pregunta: ‘A ver, ¿cuál de ellos dice menos mentiras?’. Tragamos saliva. Que pase una bola de ésas del desierto. Le cogemos por el cuello y le decimos, le gritamos: ‘¡Lea La inercia, caballero, lea La inercia!’. Bien. Esto último no sucedió. Pero que aquí ni una sola, ni una solita mentira encontrarán, también es cierto. Se muera Papandreu, si no.

La elección de Raúl

M-CLAN – SOPA FRÍA

Son los que siempre están ahí. Los que siempre han estado. Los que siempre van a estar. Los que no hacen nada, o lo hacen todo, según se mire; algo tan complejo como dignificar el rock comercial, el rock clásico en España. Un momento… ¿pero eso qué es lo que es? Son los que se han regenerado. Los que han sonado sólidos. Los que se van a ganar la etiqueta fácil de incombustibles. Los que han sobrevivido, aunque no hayan inventado nada. Se fue el pilar guitarrero Santi Campillo pero en su lugar vino ese heavy reciclado (Alsedo dixit) que es Carlos Raya y endureció, para bien, la propuesta.

Hace poco murió el bajista que toca esto, aunque por entonces los murcianos eran ya sólo un reducto a dúo: Ricardo Ruipérez y Carlos Tarque. La cosa es que no hay mucha gente que cante como canta Tarque, con su voz enfática, ya familiar, ya histórica. La cosa es que no hay en el ‘mainstream’ patrio muchos grupos con un concepto tan de banda. Tengo la impresión de que M-Clan se han pasado sus ya dos décadas de vida algo solos, un poco fuera de lugar.

Sigo escuchando sus discos; vuelvo a ellos de higos a brevas, sabiendo que es sólo rock y nada más pero, ojo: nada menos. Sabiendo que daban lustre a la radiofórmula con letras, simplemente, que no fueran gilipolleces. Sabiendo que la convencionalidad podía no estar reñida con la calidad. Sabiendo que, a la producción habitual sin florituras, se puede añadir, como en este caso, un acordeón o un piano, que vertebre este single homónimo del disco, esta historia rocambolesca y divertida de una huida a Moscú, un relato de un perdedor entre el vodka, el clamoxyl, el caviar y el mucho humor.

 La elección de V the Wanderer

STRUNG OUT – BRING OUT YOUR DEAD

La peste negra asola Europa y va dejando el continente plagado de cadáveres. Los carros salen al anochecer y sus portadores vocean con apatía su llamada: «¡sacad vuestros muertos!», «bring out your dead!», mientras cargan su funesta mercancía y se dirigen, monótonos, a los osarios. Me parece una de las imágenes históricas más crudas, más nihilistas, una de las derrotas más dolorosas de nuestra especie. Ni siquiera hay la maldad desatada de los campos de concentración, la crueldad de los genocidios o la macabra frialdad de la pobreza heredada. Es un apocalipsis traído por la enfermedad y la desinteresada biología. Y toda esa derrota, esa partida perdida a la muerte, está contenida en un rutinario grito. Bring out your dead.

Lo vimos en un magnífico sketch de los Monty Python (en ‘And The Holy Grail’), en aquel corto burtoniano llamado ‘The Periwig Maker’ o como directa metáfora de una de las mejores y más infravaloradas películas de Scorsese, ‘Bringing Out The Dead’. Strung Out, punk-rock melódico californiano de manual pese al toque duro, heavy, lo utilizan como una manera de repasar los camaradas caídos. Una suerte de lado oscuro del ‘People Who Died’ de Jim Carroll. La rabia adolescente, por suerte, está moderada y encima viene hilado por un riff de guitarra adictivísimo. Por él, y por su enorme título, vuelvo otra vez a aquella música para vídeos de skate. Cada cual airea sus fantasmas, o sus muertos.

La elección de Withor

JOE COCKER – WITH A LITTLE HELP FROM MY FRIENDS

Debe de ser una cuestión generacional, porque a mí ninguno de los sucios compinches de mi quinta ha venido a decirme que Joe Cocker mola. Diría que en todos estos años, no ha tenido ni el leve honor de aparecer en alguna conversación, ni siquiera cuando todo está hablado y el silencio empieza a asomar la cabeza, desde su rincón, agazapado.

Yo me lo imagino, partiendo de la base del total desconocimiento, como un ‘crooner’ de Segunda B, el típico famosete que tuvo la suerte de tener alguna canción que triunfó y ha vivido de las rentas sin necesidad, y eso le honra, de pasar el plato por la SGAE o derivados. La sorpresa, pues, fue legendaria cuando los cuarentones de mi trabajo me hablaron de él como una especie de SemiDios. Mito, leyenda, gloria.

De acuerdo, el tipo estuvo en Woodstock, y también en su fallida reedición del 94. Tiene números 1, y alguna canción que ha pasado a la historia, cierto es que  es una versión -beatleniana, ni más ni menos-. Siendo hippie, no podían faltar sus problemas con las drogas, y siendo un buen tipo como parece, no podía faltar la consecuente rehabilitación. Su biografía no escatima en otros tópicos como la vuelta triunfal después de la terapia. Vamos, que el tipo lo tiene todo para entrar a formar parte del club de las leyendas. La cuestión es… ¿realmente lo merece? De acuerdo, el ‘With a little help from my friend’ es un temazo, pero… ¿es suficiente? Yo y mis camaradas no estamos por la labor, pero no se lo discutan a los cuarentones. Lo dicho: debe ser una cuestión generacional.