Pues ya está, ya estiró el pernal la Winehouse. Hierven los mentideros y las casas de apuestas y se repite la pamplina esa del Club de los 27 o el «vive rápido, muere joven» (me da que el fiambre de la del moño habrá sido bastante feo). Cae un mito o nace un mito y nos quedamos sin objeto de burla o sin ganas de hacerla, pero las risas ya están echadas y a nuestra salud. Si hubo risión en vida no sé por qué no ha de haberla en muerte, más viendo el hábito de los finados de no quejarse de nada. Amy Winehouse, que se drogaba a dos manos y valía 50 puntos en el Top R.I.P., ya no coge el móvil. Y al final qué, el muerto al hoyo y el vivo al bollo.
El Top R.I.P. Ya les ha hablado Raúl del macabro concurso: cada participante presenta una lista con los famosos que cree que pasarán a peor vida durante el año y dependiendo de los aciertos y las edades gana más o menos puntos. De mal gusto y cruel, sí, pero no se me espanten, que la idea ya dio para una película de Harry el Sucio y hasta algún capítulo de C.S.I., y además nace de la anestesia natural que acaba generando uno en el periodismo.
Yo mismo participé hace un par de añitos, debo decir que con mediano acierto, pero lo dejé porque no me veía con fuerzas de sumar diez puntos el día en que muriese Saramago. Me retiré el año posterior al finiquito de Patrick Swayze, quien me caía majote y no constaba en mi lista por una mezcla de apoyo y tristeza. Al final me quedé con mal sabor de boca, algo de arrepentimiento y sin los puntos. Ganó Xavi Fúmbol, que sí puso al de ‘Ghost’ y a nosequé portero de hockey súper joven. Pero vamos, que el juego sigue y va por su quinta o sexta edición, y aún hoy acompaño las esquelas con una calculadora.
En la foto: futuro mito musical atormentado e incomprendido
Creo que la Winehouse ha estado en la lista de todos, año sí, año también. Habrá que llamar a la Organización, el oscuro ente que gestiona el concurso (es Raúl Cosano en sus ratos muertos), para ver cómo afecta a la clasificación general. Pero a lo que vamos, baste ya de Top R.I.P.: la inglesa vivía en una cuenta atrás seguida por todos, estaba en todos los chistes. Creo que hasta sus seguidores tenían el malsano deseo de verla diñar. Todos nos amontonábamos (en persona o ante las pantallas) a ver si esta vez sí, ya la palma en directo y micro en mano. No hubo muerte anunciada con crónica más seguida.
Nada más enterarme de su óbito (lo dijo Paco Clavel en Radio 3) corrí a Twitter, ese reducto de guionistas de humor, chistosos frustrados y hasta gente graciosa de verdad, a ver qué bromas se hacían a su costa. El amigo Juanjo López (@melontajaenmano) abre la veda: «Cortar rayas sobre un disco de Amy Winehouse a modo de homenaje» o «Sus vecinos dirán que no se lo esperaban, que era una chica sana, divertida y amiga de sus amigos. Todo eso aguantándose la risa, imagino.» El tremendérrimo Manuel Bartual (@fluzo) se muestra más realista: «A mí me sabe mal por el ejecutivo de Universal al que le va a tocar volver de sus vacaciones para preparar un «Best of #AmyWinehouse«.
Pedro J. Ramírez se pone rockero (ya se creció con una crónica de los putos Killers) y suelta la suya: «Yo pondría en su tumba aquellas palabras que James Dean llevó a la práctica: Murió joven para que su cadáver fuera hermoso.» Luego, el ácido y lúcido Iñigo Ugarte (@guerraeterna) responde con tino, «Lo mismo su familia tiene otros planes para la tumba.» Twitter arde con condolencias pero más con chascarrillos, buenos y (lo mejor) malos.
En la foto: chanza mala, fácil y de mal gusto que alguien tenía que hacer.
Más tarde, lo de siempre: reportajes clónicos en telediarios, apoyo de famosetes, retrospectivas sobre su carrera. Mitomanía, etcétera. Ya esperaré a ver la película. Se lo tengo dicho: el romanticismo de la autodestrucción y los muñecos rotos no van conmigo. Lloré de veras con las muertes de Juan Antonio Cebrián, Michael Crichton, Saramago o el Caballero del Humor Leslie Nielsen. Me pesa que a este mundo le falten Labordeta, Carl Sagan o el tragón y caminante Cela. Cada uno a su imperfecta manera, enriquecían la vida de los demás y amaban la suya propia. La de arriba, no.
La Winehouse es una más de tantas figuras de cera, señalada por la tragedia de la adicción y el hambre de los consumidores de celebridades. Un cuento cautelar o unas cuantas paladas de schadenfreude para sobrellevar la crisis. Apelo a su buen juicio y su mesura para que reconozcan su decadencia en su justa medida, ni mayor ni menor, para que no se dejen llevar por la corrección ni tampoco el mal gusto pero sigan haciendo chistes a su costa, o sumando puntos o ganando porras: para eso sirvió en vida, ése será su homenaje en muerte. Otro más para la hoguera.
V the Wanderer