Ha caído la cúpula de La Inercia, una peligrosa organización músico-terrorista que se dedicaba a confundir y joder al personal con diatribas paramusicales y recomendaciones de música que no estaba mal. Los seis cabecillas son monos de tamaño medio, aunque aseguran que aún quedan 999.994 simios dispuestos a tomar el relevo. Les ha sido requisado abundante material, entre el que se incluyen estas tres recomendaciones que pretendían hacer públicas este mismo fin de semana:

La elección de V the Wanderer

RAPHAEL – LA NOCHE

Qué poco hemos hablado en La Inercia de Raphael para lo grande que es. Raphael puede llenar cualquier entrevista por larga que sea o calzarse una gala navideña eclipsando a todos los invitados. Raphael puede cantar tres horas sin micro ante un auditorio a reventar (nos lo contó el amigo Juanjo, ese jienense). Raphael me recuerda a ese chiste que me contaba el otro día Enrique: «Oye, llevo toda la tarde hablando yo, perdona, habla tú ahora. Dime, ¿qué opinas de mí?»

No esperen sutilezas de Raphael. Él es la épica, el Mío Cid de la canción española, el Michael Bay de las voces. Y si toca ponerse oscuros, depresivos y explorar aguas turbulentas, lo va a hacer a lo grande, con explosiones sonoras, con chorro de voz, como en esta ‘La noche (La nuit)’. Le toma prestado el tema a Adamo y lo amplifica hasta convertirlo en una bomba musical. A Raphael no le hacen falta llamas para superar la apoteosis escénica de Rammstein. Raphael, el Chuck Norris de los cantantes.

Si le apetece abrir el tema con un arpa de vulgar flashback televisivo o cerrarlo con una desquiciada risa diabólica, se lo puede permitir, porque él es Raphael. Y Raphael tiene un Disco de Uranio. Superad eso.

La elección de Raúl

JEANETTE – PORQUE TE VAS

Dice Juan Carlos Ortega que el castellano le debe mucho a José Luis Perales. Sin ir más lejos, una canción de despedida como ésta, que rebosa fragilidad con sabor a clásico y a seis millones de copias vendidas (¡qué del pleistoceno que suena eso!). La difundió sin mucha suerte en 1974 Jeanette, artista que ahora tiene la bendición de la parroquia indi y que hasta Bunbury ha rescatado hace poco para un cameo en la tristísima y hermosísima ‘Frente a frente’, la piel de gallina. Pues bien: el tema pasó desapercibido en su momento y dos años después Carlos Saura le dio una segunda oportunidad en su película ‘Cría cuervos’.

Me atrapa ese fraseo sensual, como infantil, como de precario castellano oral, que hasta llega a ponerle a uno el nardo caballero, entre tanto susurro de niña buena y tanta tierna melancolía. El amargo adiós victimista, con el topicazo del llanto en la estación y las promesas evaporadas, encuentra contrapunto en la dulzura de la voz y la melodía. ¿Versiones? Tropecientasmil, del francés a Lilith, pasando por La Oreja de Van Gogh o Mano Negra, aunque ahora recuerdo una adaptación rockera que escuchamos en el coche de Oriol y Bego, y nos flipó lo indecible, volviendo de una calçotada periodística con etílico desenlace. Luego vimos que fue lo vi de Batea quien amplificó la calidad, distorsionando.

Busco en wikipedia, confiando en los estragos del tiempo, ese invento sabandija, y esperando que Jeanette haya tenido una vida turbulenta, pero no. Londinense de madre canaria y padre belga, crecida en Estados Unidos y Viena, vive feliz con su familia en Barcelona, y hasta prepara disco nuevo para este año. Ama de casa. Señora que. Ni yonqui, ni arruinada, ni ná. Una decepción.

 

La elección de Withor

THE ANTLERS –  SYLVIA

Si no has escuchado nunca antes canción, cosa ciertamente probable, be careful. Es posible que te enganche por su tenebroso inicio. Te preguntarás por el significado de la letra y caerás rendido, sin ninguna oposición, a algunas de sus frases (‘Sylvia, saca tu cabeza del horno. Vuelve otra vez a gritarme y a maldecir todo’). Cantarás el estribillo. Y adorarás el épico final, trompetas incluídas, que sabes te llevarán a la emoción. Y es posible que, una vez has escuchado esta canción, ya estés enganchado.

La curiosidad te llevará a indagar sobre estos ‘Antlers’. Y descubrirás que su líder, un tal Silverman, estuvo un año y medio con depresión sin salir de casa. Y que en vez de coger la cuchilla y adiós muy buenas, escogió la guitarra. Y que grabó el disco durante todo este tiempo. Y que el disco, llamado ‘Hospice’, es una obra conceptual. Y que todas sus canciones relatan una historia. Trata de un niño que ve morir a un hombre enfermo de cáncer. Y las canciones no plantean soluciones, ni viajes imaginarios, ni fugas ni evasiones. Explican la realidad, el día a día, los tubos dentro de los brazos, la demacración inevitable. Y descubrirás aterrado que una de sus canciones se llama ‘Atrofia’. Y que el disco acaba con la muerte del hombre. Y que ‘Sylvia’ está dedicada a una poetisa que se llamaba Sylvia. Y que se suicidó metiendo la cabeza en el horno.

Y quizás, una vez leido esto, entiendas porque la primera vez que la escuchaste, pese a su estribillo pegadizo, las trompatas finales y ese final con olor a victoria, desde el primer momento tuvistes una extraña sensación, como si aquello no pudiera ser tan bonito como parecía. Tenías razón. No lo era.