Hoy están de acuerdo nuestros asesores, nuestro gabinete de prensa, los sondeos, nuestro jefe de protocolo, nuestros relaciones públicas, nuestros analistas de mercado, Alejandro Fernández, nuestro bufete de abogados, el millón de monos, el tordo y los adivinos de nuestra corte: La Inercia tiene que recomendar ítalo-dance.

La elección de Raúl

PREZIOSO – VOGLIO VEDERTI DANZARE

No vendría mal una estatua de Franco Battiato presidiendo, cual mártir, los vestigios de esas ruinas romanas que se llaman puerto deportivo de Tarragona. Nulo respeto le tenían al bueno de Battiato sus compatriotas (desde Eiffel 65 hasta el propio Prezioso) para sodomizar sus canciones en pos de incendiar la pista de baile. El flujo de dance transalpino hacia estos lares nunca se detuvo. Siempre hubo oleadas y remesas. A mí este tardo-italo-dance me pilló (nunca fui a la Level, nunca fui a Pacha los domingos por la tarde) entre trapicheos de mp3 en el instituto y noches sin futuro donde el pack era el siguiente: ‘Pelacanyes’+ ‘Toc’ + ‘Malecón’ + ‘Mamajuana’ + ‘Vertical’, con excursiones esporádicas a la Llar del Pernil y demás garbeos por garitos fugaces. Cierro los ojos y me veo bailando (es un decir) este temazo (es un decir) en el podio de Tótem de Mar (ahora, con los años, me he ido haciendo más de interior).

Son los ingredientes de siempre, mil veces escuchados: Máquina Total 8, sonido muy noventas, que alcanza aquí hasta los dosmiles (la sombra del género es tan alargada que aún dura), melodías imbatibles enfocadas al descarado pelotazo y, todo en perfecta comunión, aderezado con las miradas al suelo del personal y los brazos al cielo porque, no lo he dicho, al ítalo-dance el bailar se le supone. Mal que nos pese, somos hijos musicales de Gigi d’Agostino. Es un decir.

(Lanzo un reto al aire: la pido esta noche en Tótem y a ver qué pasa)

La elección de Withor

GIGI D’AGOSTINO – UN GIORNO CREDI

Una recopilación de ítalo-dance sin Gigi d’Agostino sería un sacrilegio. Él es el rey, el mesías de un género que no hay que sobrevalorar: que la nostalgia no nos haga perder la razón, el ítalo-dance es lo que es. Una mierda, pero con gracia. Como diría aquel: ‘es una mierda, pero es nuestra mierda’. Dicho esto, hay temazos. Desde el gran Gabry Ponte (‘Geordie’) a DJ Lhasa (‘Giulia’) o Prezioso Feat Marvin (para mí siempre fue así). Pero Gigi es el puto Messi: La passión, L’amor toujours, Bla Bla Bla, Carillon (el remix), Another Way… Pero si tengo que elegir una, me quedo con ‘Un giorno credi’, que expone a la perfección los vicios y virtudes de este género, desde hace años en la UCI, por no decir en el tanatorio. A modo de anécdota: en Italia consideran a Gigi y a toda esta tropa como «música para niños» (Irene Guerrieri dixit). Supongo que ellos escuchan música más adulta y sofisticada, como Laura Pausini.

Todo lo que necesita un buen tema de ítalo-dance, lo encontramos en ‘Un giorno credi’. Lo más importante, el ritmo machacón, que se extiende por toda la canción. Segundo: los subidones, siempre necesarios para subir el brazo un poco más y elevar un  par de centímetros el salto bailongo, poniendo más dificultad en la difícil tarea de evitar que se derrame el cubata. Y lo más importante: le melodía. El ítalo-dance no se conoce por los títulos de las canciones. Se conoce por ‘na-na-nas’. Pregunte por el título de una canción, y nadie la conocerá. Prueben a tatarearla. Todas tienen una melodía muy marcada, simplona pero muy efectiva -quizás por repetirse hasta la saciedad durante toda la canción- que hace que en tres segundos de ‘na-na-na’ todo el mundo sepa de que estamos hablando. En ‘Un giorno credi’ está clarísimo: na na na, na na na, nanana nanana, na na na naaa naaa, na na na naaa naaa’.

Y por último, pero no por ello menos trascendental: la letra. Todas siguen una serie de patrones. Son cortas, cortísimas, hasta la exageración, en muchas ocasiones no superan las dos frases. Eso sí, se van repitiendo, por lo cual es fácil memorizarlas. Segundo punto: además de cortas, las letras suelen ser estúpidas. ‘Cómo mola bailar’, ‘Qué buena está esa tía’, suelen ser temas cíclicos. En algunos casos, cuando son versiones (otra cosa muy habitual), la letra es algo más compleja.

En el caso que nos ocupa, la letra me llama mucho la atención. Es la siguiente: ‘Un día creí que era justo y que era un gran hombre. Y al otro me desperté, empezando de cero’. Corta, eso lo cumple. Pero la letra, pese a su simpleza, es de las más profundas que recuerdo en el ítalo-dance. Posiblemente no signifique nada, pero lo aparenta. Es la más proustiana de las canciones de ítalo-dance. Y tuvo que ser Gigi el que lo consiguiera, demostrando su valía. Una vez más, brindemos con nuestras cervezas y gritémoslo al unísono: ¡Larga vida al Rey!

La elección de V the Wanderer

EIFFEL 65 – MY CONSOLE

Podríamos llamarlo ítalodance tardío o posterior o crepuscular, y a Gabry Ponte el Último Romántico o el Último Emperador. Éste es el ítalo que nos pilló a nosotros, Alejandro, qué le vamos a hacer. Empezaba la cosa de la cultura popular y geek a estar de moda, mucho antes de Scott Pilgrim, y se cascaron aquí el trío de colegas un temazo a base de listar juegos: Tekken 3, Metal Gear Solid, Resident Evil, bla, bla, bla.

Lo descubrí antes de que lo petara en las pistas de baile (más tarde lo celebraría cada sábado noche en un antro de peligrosa reputación, Planet Port diría que se llamaba). Había copiado el cedé religiosamente (me curré el nombre del grupo con una bonita tipografía hecha a mano) y aluciné con que alguien nombrara las aventuras de Solid Snake o Chris Redfield fuera de los circuitos subculturales en los que no me movía. Por aquella época también compré el álbum de Lou Bega: cosas del eclicticismo.

Está tan en los márgenes del género que casi ni entra, y después de él Gabry Ponte se embarcó en sus cosas raras y finiquitó el movimiento. Eran otros tiempos y ya no había sitio para los viejos héroes. Sonaba ya por ahí el germen de lo que sería el reggaeton y la salsoplaga; repartir cartas y llevar el pelo a lo cenicero dejaron de marcar estatus y se convirtieron en divertidas obsolescencias. Así se cerraba la dinastía ítalodance; tal es el sino de los tiempos.