La inercia dispone presentar ante la Audiencia Provincial de la Antártida cuestión de inconstitucionalidad respecto al art 171. 4 y 6 CP y al Tres Canciones número 199.  Remítase al Tribunal Constitucional testimonio de todo lo actuado y de esta resolución. Notifíquese la presente al Ministerio Fiscal y partes comparecidas, con indicación de que contra la misma ni contra estas tres recomendaciones no cabe ningún recurso. Lo anteriormente expuesto, y tal.

La elección de Withor

ANTÒNIA FONT – MILERS D’HABITANTS

Antònia Font anuncian que se separan y los recuerdos empiezan a caer en forma de cascada. Como la primera vez que leí cómo se llamaban y pensé que un grupo tan molón no podía haber elegido un nombre con tan poca chicha. Me recuerdo a mí mismo conduciendo por las curvas de Deià, con ‘Extraterrestres’ a tope y la ventana bajada, con la brisa topando con mi cara, pensando que la música de Antònia Font nunca ha sonado mejor que en Ses Illes.

La memoria que viene ahora es el de mi primer concierto, en los que ellos se acompañaban de orquesta y yo de Raúl. Recuerdo los fascinantes primeros minutos, con ruidos metálicos que iban in crescendo hasta acabar convirtiéndose en el inicio de ‘Mecanismes’. Y no creo que mi querido inercio haya olvidado mi indignación porque se saltaron la parte festiva de ‘Milers d’habitants’ desaprovechando el acompañamiento de vientos. Aunque la versión que hicieron, a modo de nana, no les quedó nada mal…

Hace un tiempo recomendé aquí una canción de Antònia Font. Y dije de ellos “…tienen esa cosa especial a la que es tan difícil buscar un sustantivo. Ni siquiera un adjetivo. No es originalidad, aunque también. No es falta de pretensión, aunque en parte sí. Es ese algo místico, esa cualidad que hace que una persona atribuya a lo que podríamos definir como ‘normal’ un status especial”. Han pasado tres años desde que escribí aquellas líneas y nada ha cambiado. Ellos han dicho adiós, pero mis recuerdos no se borrarán.

La elección de V the Wanderer

MORRIS ALBERT – FEELINGS

No se me ocurre canción más blanda, cosa más estándar, tema que se asemeje más a una plantilla vacía a partir de la cual componer dos o tres centenas de olvidables acompañamientos de ascensor. Suena melosa y modesta, como si estuviera hecha para ser oída y no escuchada, como si sólo pudiera existir en un segundo plano. La letra habla de sentimientos, de amor y de tot plegat y parece escrita por un extraterrestre o un robot queriendo colar como humano. «Mirad, yo también siento, como vosotros, compañeros humanos. Tengo sentimientos de amor».

Y aún así, pues no está mal. Me la encuentro de pasada a las siete de la mañana en uno de esos conciertos que pueblan la tele antes de que empiece la programación de verdad (versión instrumental con banda de crucero), vuelvo a dar con ella caminando por una calle principal de Palma (solo de saxo), llego a casa y el azar de Spotify elige la potente versión que armaron The Offspring cambiando «love» por «hate». El roce hace el cariño y la casualidad hace esta sección, así que no me resisto y me pongo a las teclas.

De las decenas de versiones que se han grabado, y además del notable ejercicio destroyer de los de Dexter Holland, tal vez me quede con la que Michelle Pfeiffer susurraba en ‘Los fabulosos Baker Boys’, acaso porque la película consigue cargarla de verdadero sentimiento. De todos modos, y para que ustedes juzguen, les dejo aquí la original que popularizó el brasileño Morris Albert.

La elección de Raúl

NANDO CABALLERO – L’ARTISTA QUE NO TENIA ART

En febrero un infarto envió a Nando Caballero al quirófano. El gran susto se pasó con una operación de miocardio y un aviso para navegantes a su pluriempleo polifacético: locutor de radio, capo del sello La Produktiva, guitarrista y cantante. Esta semana me ha llegado ‘Plantes d’interior’, su tercer álbum en tres años, y es otra vez pequeño, estupendo, rico, lleno de joyas, una última remesa de esa incontinencia de ideas o necesidad comunicativa en la que parece que anda. No sé, igual es porque le intuyo verdad, pero me fío de alguien que saca su primer disco a los 42 años.

Después toca pelear a la contra: el picar piedra de la promoción y el pateo de mil y un garitos muy complicados de llenar, pero me da la sensación de que las canciones de Nando, un poco ajenas a eso, tienen mucho de desfogue, de organizarse etapas de la vida, de echar basura fuera y ahorrarse, de paso, el diván. Esta canción es eso: la frustración episódica del compositor negado, una bofetada de una realidad cruda, en la que los malos momentos golean a veces (casi siempre) a los destellos de esperanza.

Nando, parafraseándole, ‘un sapastre, un ignorant, un poruc’, hace algo tan viejo como empaquetar sus miserias en diez o doce canciones, que pueden versar sobre neveras, moleskines, fiambreras o gatos, aunque en el fondo estén hablando de un hundimiento personal o de sobrevivir al ahogo en el mar de dudas. Esta canción, muy meta, es también todo eso, además del acabado de pop preciosista y el auge de la banda, demostración sólo en parte de que Nando no está solo. Se rodea de la Orquestra del Llanero Solitari en un apreciable oxímoron: acompañado tanto en directo como en el estudio pero bastante autosuficiente en el alumbramiento de todo ese mundo interior.