El Tres canciones de La Inercia reflexiona sobre el papel del hombre emasculado en el nuevo corpus creativo post-11S. Semanalmente, La Inercia hibridiza la crisis de la masculinidad moderna a través del uso de giros lingüísticos significantes y subyuga las actitudes coloniales mediante la mise-en-scene. Así, el Tres canciones semanal ofrece un uso subversivo de la semiótica para reducir el estado canónico de la mirada pasiva.

La elección de V the Wanderer

THE VELVET UNDERGROUND – VENUS IN FURS

Me tomarán por loco o convencido new age, pero hay días en que creo que sí, que el universo conspira para manipularme y que la casualidad no es más que la acumulación de señales que pretenden guiarme por aquí o allá. Que los gurús y alquimistas tenían, después de todo, mucha razón. El problema es que esta patada al libre albedrío y al existencialismo no persigue grandes fines, como mostrarme la felicidad o impedir que un presidente megalómano destruya el mundo, sino dictarme la canción que les recomendaré el siguiente viernes.

Si no, no me explico que me enchufe ‘Lords of Salem’ y suene, con toda su contundencia, el temazo sadomusiquista que hoy les traigo (por cierto, intenten escuchar la Velvet tras ver la película de Rob Zombie sin que les haga pensar en rituales satánicos: imposible). Que por su culpa me lleve toda la semana dándole otra vez a esa locura de disco y pensando que tal vez vaya siendo hora de que les haga un hueco en esta sección, dudando sólo porque Raúl ya los trajo hace un tiempo y tenemos esa cosa tonta de la variedad como norma más o menos firme. Que, enfrascado en ese debate interno, salga a pasear y me encuentre con una feria del libro en la antigua Rambla dels Ducs de Palma (ahora sólo Rambla) y que en ella, maldito y taimado azar, me tope con ‘Deséame como si me odiaras’, tomo de Erika Lust y Venus O’Hara que ya ojeé en el último Salón Erótico de Barcelona; que decida abrirlo y lo primero que vea sea el póster de una de las múltiples adaptaciones a cine de la novela de Sacher-Masoch en la que se basa la canción de los de Nico. Ahí, en grande, ‘Venus in Furs’, como diciendo: «Navarro, coño, que la recomiendes».

Pues nada, maldito universo, ha funcionado tu conspiración. Tú ganas. Pero no se lo digas a Coelho.

La elección de Raúl

PAUL MCCARTNEY – HOPE OF DELIVERANCE

En el tango ‘El día que me quieras’, a Joan Manel Serrat siempre le pareció escuchar «un rayo misterioso arácnido en tu pelo», cuando en realidad Carlos Gardel cantaba, en plan mucho más bucólico, «un rayo misterioso hará nido en tu pelo». La anécdota me vuelve a veces tontamente, pero ilustra a la perfección la confusión con las letras, todo un deporte. O aquella canción de Niños Mutantes, ‘No quiero bailar’, que la semana que viene sonará en la radio, y que cuando decía «que hace reacción», una subordinada de transición normalera, nos parecía (y queríamos) oír «café reacción», una etiqueta sonora y conceptualmente imbatible; apetecible de decir, de pedir en un bar.

Con la canción que traigo hoy no llegué a tanto, ni siquiera a batallita. Tenía yo diez años y el tema, allá por 1993, radioformuleó como era de rigor. A mí se me quedó el ritmillo soleado, la instrumentación liviana y ese estribillo idiomáticamente complejo que, con una década de vida, no aciertas ni a imaginar las palabras que Paul repite dos millones de veces y acaban por titular la canción. Así que, durante muchos años, la tonada, cuyo título nunca alcancé a ver escrito, sonó en mi cabeza: estaba creada, plenamente recordada, hasta con sus arreglos y sus coros, con toda su ligereza primaveral, pero no tenía nombre. Era sólo un track. Un éxito noventero de McCartney.

Sólo el paso de los años (y no tanto los progresos con el inglés) me permitieron rebautizar el tema, buscarle un DNI, restituirle un origen como a un niñito huérfano. No recuerdo cómo cerré el círculo. Sé que busqué en discografías emepetreseadas de Beatles en solitario, pista por pista, y supongo que al final internet contribuiría en la burda y poco voluntariosa investigación, hasta acabar asociando esas tres palabras (‘Hope of deliverance’, algo así como esperanza en el rescate) con la cancioncilla de marras, que a la postre no es tampoco muy allá. Y ahora, sabiendo lo que dice McCartney en el estribillo, la veo distinta, la reconozco raramente, como artificial. Me pasa igual con algunos diálogos de películas de la infancia que entonces (a veces por lo sexual o por lo demasiado elevado) eran ininteligibles para un chiquillo. Dos décadas después ahí andamos intentándoles encontrar el sentido.

La elección de Withor

DAFT PUNK  – TOUCH

Si hay un grupo que me desconcierta en lo que a repercusión social se refiere ese es Daft Punk. Ahora sacan disco y los medios (ojo, no sólo los especializados, también los generalistas) hablan de ello como si del segundo advenimiento se tratase. Se les pone la etiqueta de última esperanza para salvar la industria. Hablan de su capacidad mesiánica para movilizar a las masas. Los ponen al nivel –incluso algunos por encima- de U2, los Rolling o Madonna.

Y aquí estoy, escuchando en repeat ese temazo que es Touch (canción psicodélica muy emgiemtiniana que Gonzo ya avanzó que me encantaría) y mis dos compañeras de despacho reconocen que es la primera vez que escuchan el nombre Daft Punk. ¡Cojón de gato!

Aunque tampoco debería extrañarme. Porque me cuesta pensar en personas conocidas que sean capaces de decirme el título de más de 7 o 8 canciones de los franceses. Es curioso. Tampoco recuerdo a nadie con camisetas de Daft Punk en el armario al lado de las interiores. Ni ir en un coche con el grupo sonando a todo trapo, más allá del one more time celebration tonight. Ni mil cosas más que pasan con los supergrupos. La más fiable: que nuestras madres, aunque sea remotísimamente, hayan escuchado ese nombre en alguna ocasión.

Mi conclusión es que primero están los super-supergrupos y acto seguido hay otro escalón en el que quizás Daft Punk es de los mejores. Y aunque no deje de ser una segunda división, tampoco están tan mal ser cabeza (o casco) de ratón.