Tres canciones, 261. La elección de Withor:
YO LA TENGO – ‘BIG DAY COMING’
Se supone que aquí debería escribir cosas que despertasen tu atención (sí, por una vez te voy a interpelar directamente, querido lector). Y sin embargo, te adelanto que es posible que este post no te interese lo más mínimo, ya que voy a escribir sobre el Supermanager, un juego online que desconocerás a menos que te apasione el baloncesto. Dicho esto, y si has llegado hasta aquí, te animo a que continúes leyendo hasta el final, ya que contaré una historia que a un servidor le emocionó y que más allá de la simpatía que uno tenga por el Supermanager o por el basket merece la pena conocer. Pero antes, un poco de contexto.
El Supermanager es un juego online en el que hay que elegir a once jugadores cada semana, siguiendo unos parámetros específicos (mínimo cuatro jugadores nacionales, máximo dos no comunitarios…). A raíz de la valoración que hagan los jugadores en sus partidos semanales (es un dato numérico que tiene en cuenta todas las variables -puntos, tiros fallados, rebotes, asistencias, faltas, etc.-) estos obtienen una puntuación. Quien haga más puntos con sus once guerreros, gana la jornada. Quien tenga más puntos al final de la liga, gana la temporada. El aliciente que tiene el juego es que los jugadores tienen un valor monetario, y éste sube o baja dependiendo de sus actuaciones en la cancha. Es lo especial del Supermanager: no hay que tener en cuenta sólo el rendimiento de los baloncestistas, sino también si van a subir o no de precio y cuánto van a hacerlo, ya que cuanto más dinero obtengamos, más posibilidades tendremos de fichar a los mejores (que, por cuestiones matemáticas, son los más caros, aunque no siempre sean los más apropiados). En definitiva, va mucho más allá de hacer una simple selección, sino que hay que tener muchas variables en cuenta. Es un juego sencillo si se quiere pasar un buen rato; si se quiere ganar, la complejidad es extrema.
Hace doce años que el Supermanager empezó a funcionar, y yo (saco pecho) he participado en todas sus ediciones excepto en la primera. En líneas generales, siempre he sido un jugador de la clase media, algo así como un Segunda División que lucha por ascender. Mi mayor logro es haber quedado entre los 50 primeros durante una jornada, y entre los mil primeros al final de una temporada (ten en cuenta que aquel año participaban más de 250.000 equipos). Mi actitud respecto al juego ha evolucionado con los años. Hubo un tiempo en el que reconozco que me obsesionaba, hasta el punto de tener siempre en la cabeza un run-run sobre qué cambios serían los apropiados para esa semana. Las cosas han cambiado. Desde hace dos o tres años, no dedico más de diez minutos al tema a la semana. En una especie de ritual autoimpuesto, el viernes hago los cambios, y ya no pienso en ello hasta el domingo por la noche. Reconozco que de no ser por el cariño que le tengo al juego (al fin y al cabo llevamos una década juntos) probablemente ya lo hubiese abandonado.
Quizás sin esta relación afectiva la siguiente historia, que tuvo lugar hace unas semanas, no me hubiese impactado tanto. Su protagonista es Mario Tejada, un salmantino de 33 años que, como miles de personas, confeccionó con la ilusión que siempre se tiene al principio de la temporada su equipo de Supermanager. Poco después, Mario murió. La historia no tendría nada de especial (recuerden al maestro Vegas: ‘gente nace y gente muere cada día, los demás nos limitamos a estorbar’), ni hubiese trascendido de su ámbito personal de no ser por una extrañísima (y permítanme añadir maravillosa) casualidad. Y es que dos meses después de su fallecimiento, el equipo que había elaborado Mario Tejada ganó la décima jornada del Supermanager con 265,4 puntos. Es decir, de entre los más de 200.000 equipos participantes, el suyo fue el mejor. Todas las horas invertidas en pensar los cambios, en elaborar estrategias, en jugar a ser adivinos, no sirvieron de nada ante el equipo que Mario Tejada eligió en su día, cuando la décima jornada ni se divisaba en el horizonte. Cuando la familia se enteró de la noticia, el hermano de Mario aseguró que era el mejor homenaje que se podía haber hecho.
No sé si a ti esta historia te habrá impactado tanto como a mí. Imagino que no, es lo más lógico, porque no llevas diez años de tu vida dedicándole aunque sea unos minutos semanales a este juego. En todo caso, me gustaría que supieras que a mí me ha emocionado, y me ha hecho pensar en la vida y en la muerte, en el azar y en el destino, en lo banal que es nuestra existencia, en la necesidad de aprovechar el tiempo que estemos aquí y en que, como decía el gran Andrés Montes, la vida puede ser maravillosa, y quién sabe, quizás la muerte, a su manera, también.