Ejercicio: intente recordar el último bichejo que bendijo un evento deportivo. ¿Ni zorra? ¿Nada? Normal, como el 98% de la población cabal. A estas alturas, con Curro defenestrado y Naranjito convertido en símbolo hipster en tanto que icono ochentero de uso irónico, arrojamos la conclusión: cuando aparece una mascota sólo hay dos opciones, el olvido o la mofa. Ya no hay remota posibilidad de que nos mole y seduzca, de gustarnos, de elogiar lo bien hecha que está. Diseñar una mascota es también condenarla a penar por artículos como éste en busca de una redención que nunca llega.

Los cadáveres de mascotas en el ostracismo llenan las cunetas de las citas del deporte. Ni Izzy (Atlanta 96), ni Goleo (Alemania 2006), ni Zakumi (Sudáfrica 2010), por poner tres ejemplos recientes, se colaron en ningún imaginario. Por fracasar, naufragaron incluso durante la celebración del campeonato, que eso ya es mucho sucumbir. En cualquier caso, puestos a arremangarnos y descender a los bajos fondos de la fauna mascotil, les proponemos un ranking por el ocaso de estos seres que uno imagina atormentados, vagando en páginas ocultas de la historia entre la indiferencia y el choteo. Ríanse o apiádense de estas 14 mascotas que son la mierda, la puta basura, y que son también deporte, pese a todo.

 

1. GARDELITO (Copa América de Fútbol, Argentina 1997)

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Los argentinos, a su manera, también cambiaron el mundo. Gracias a ellos, y más concretamente a Gardelito, la RAE introdujo la palabra persona en su definición de mascota (“persona, animal o cosa que sirve de talismán, que trae buena suerte”). Me gustaría saber qué habían fumado los porteños que decidieron que su mascota fuese una representación de Carlos Gardel. Porque la línea entre homenajear a un mito y faltarle al respeto es finísima.

El problema, más allá del concepto, radica en la ejecución. Y es que Gardelito no se parece al rey del tango, ni tiene excesiva gracia. Por lo visto los argentinos decían que le faltaba el alma, quizás por la ausencia de blanco en los ojos. Gardelito es ambiguo, uno no sabe muy bien si ríe o está triste, si nació para ser querido u odiado. Curiosamente, en su tango ‘Volvió una noche’, Gardel canta: “Volvió esa noche, nunca la olvido, con la mirada triste y sin luz. Y tuve miedo de aquel  espectro, que fue locura en mi juventud”.  Unos cuantos años después, el espectro se hizo real. Se llamaba Gardelito.

2. CHOCLITO (Copa América de Fútbol, Ecuador 1993)

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El intento por mostrar el lado amable de la agricultura latinoamericana se fue de las manos. Dos décadas después, no es difícil ver la perversidad del asunto: tendrá sus consecuencias darle un balón a entes inanimados (y luego nos quejamos de que una naranja jugaba a fútbol). En este caso, recibe el esférico una risueña mazorca de maíz. Es Choclito: una puta mazorca, una panocha sin brazos (o casi, pues habrá que admitir que las hojas verdes son el sustitutivo) y casi sin piernas pero, eso sí, con un flequillo corto y recio que parece engominado y la bandera de Ecuador plasmada en su ¿torso?. A este colmo de la plasticidad entre Blas y Mochilo dan ganas de golpearle bien fuerte para despejarlo como a un balón de rugby. Aun así, a Choclito nadie le borrará esa sonrisa.

3. KARETTA (Juegos Mediterráneos, Mersin 2013)

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Seremos breves. No tiene ningún sentido, pero ningún sentido, que una tortuga con problemas de anorexia, una tortuga que ya ha sufrido tres cánceres y ahora le acaban de detectar el cuarto, una tortuga escuálida y deforme, una puta tortuga asquerosa como ésta, sea la elección ideal para representar un evento deportivo. Ni en nuestro mundo, ni en los del más allá. Ni siquiera en Turquía.

4. SIN NOMBRE CONOCIDO (Campeonato Sub-20 de hockey sobre hielo, Rusia 2000)

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Ahora nos echamos las manos a la cabeza, pero todos sabíamos que llegaría el día en que una mascota, por no tener, no tendría ni nombre. Ni nombre, ni definición de género y especie clara, todo un reto para la nomenclatura zoológica. ¿Es un búho? ¿Es un oso? ¿Un ratón callejero y despeluchado? No. Es un bicho indeterminado aunque poco invernal vestido de portero (o eso parece, por su inmovilismo) de hockey sobre hielo, con cejas de cabrón, pupilas dilatadas y una mirada que quiere ser desafiante pese a su pinta espantosa. No está a gusto. Poco más sabemos de este bastardo ruso de trazo infantil y pasado lleno de lagunas inquietantes. Sólo rezo para que ahora el animal sea un juguete roto por la fama y que una mañana lo encuentren alcoholizado, vagabundo y muerto de frío junto al Lago Baikal, agarrado con fuerza a una botella de vodka Yurinka.

5. CAFETICO (Juegos Deportivos Nacionales, Costa Rica 2012)

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Si hacemos un esfuerzo por olvidar el grano de café que luchaba al sumo en Humor Amarillo, hay que reconocer que el diseño de Cafetico es aceptable y el muñeco simpático y agradable. El problema es que el café es adictivo y no deja de ser una droga, así que topamos de bruces con el muro de la ética. Esto me hace pensar en Cigarrín, la mascota formada por cinco cigarros ideada por Patty y Selma que sucumbió ante el gran Muellín. Dejo volar mi imaginación e imagino un dúo mascotil formado por Cafetico y Cigarrín. No representarían los valores del deporte, pero la competición tendría el mejor eslogan de la historia: Café, cigarro y muñeco de barro. Insuperable.

6. SANTIAGUITO (Juegos Panamericanos, Venezuela 1983)

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1983 fue el año de Naranjito y del nacimiento de todos los miembros de La inercia. Pero hubo más desastres, como el alumbramiento de Santiaguito, un león a pelo, sin rastro de utensilios deportivos y de color rosa. Como un dibujo de Pilarín Bayés, el félido se nos muestra sonriente y descargado por completo de los valores que se le presuponen a un león (valentía, arrojo, poder, pelazo abundante) y a un acontecimiento deportivo (sufrimiento, límite, fuerza). En resumen, bien como serie de dibujos animados (¿acaso inspirado en la Pantera Rosa?), pero deplorable en tanto que mascota o sucedáneo. Me imagino a un atleta de maratón llegando a la salida de su prueba, viendo eso e incurriendo en una antológica bajona. ¿No le darán ganas de dejarlo todo y regresar lánguido a su habitación para dormir toda la mañana? Menos mal que el nombre, Santiaguito, impone y dispara la heroica, claro.

7. WAKIE WAKIE (Juegos Africanos, Sudáfrica 1999)

WakieWakie-JuegosAfricanosSudAfrica1999Ahí ven a este gallo normalísimo e ingenuamente emocionado, corriendo con ilusión de dominguero hacia un lugar que no le toca, por mucho que vaya con ese uniforme deportivo. Menos épica y competitividad, destila de todo, especialmente bajonazo y bonhomía. Wakie Wakie es buena gente y le pone voluntad a la cosa pero con eso no basta: esos colores pochos, ese patosismo en los movimienos y la clamorosa falta de carisma tendrían que haber llevado a los responsables del casting de mascotas de los Juegos Africanos de 1999 a decirle que él no valía para esto. No lo hicieron por aquello de no hundirle en una miseria merecida, y luego, claro, vinieron los llantos.

8. SIN NOMBRE CONOCIDO (Europeos de Atletismo, Helsinki 1994)

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Fermín Cacho, Abel Antón y Martin Fiz hicieron historia al colgarse el oro en Helsinki 1994. No se puede decir lo mismo de la mascota del campeonato. Pareciere que los finlandeses han querido borrar todo rastro de su existencia, empezando por su nombre. Y no es de extrañar. El mito finés, con tantas ayudas sociales, tanta calidad de vida y tanto bienestar, destrozado por unos pocos trazos mal dados. Abrimos la porra: ¿qué creéis que es? A) Una nube, B) Una nube de humo, C) Un bocadillo de cómic, D) Una mierda de la Arale. Seguramente nunca lo sabremos, pero sinceramente, no nos importa demasiado vivir con la duda hasta el fin de nuestros días.

9. TATÚ (Copa América de Fútbol, Bolivia 1997)

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Darle la gloria a la fauna autóctona está bien, pero sólo cuando el bicho lo valga (no sé: un toro, un búfalo, un monazo, algo molón que intimide). En Bolivia alguien tuvo las sagradas gónadas de otorgarle a un sucio armadillo rango de emblema. El tatú carreta, que así se llama la especie, es un mamífero grandote, pesado y arisco. Como el Cormac McCarthy de los animales. Aquí la criatura se infantiliza, se vuelve campechana y ahí pierde todo el respeto: delgadez de enfermo, piel insalubre y verde, y cuerpo de tirillas, como de lagartija con problemas de crecimiento. Ni impone ni se hace querer. En fin, una bestia anémica a la altura de la competición y merecedora de su destino: está en peligro de extinción.

10. MEXI-LLÓN (Vuelta Ciclista a España 2013)

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Dicen que hasta baila en público ante los críos y se da sus primeros baños de multitudes, pero lo cierto es que medio país está odiando ya al horroroso Mexi-Llón, la mascota de la Vuelta a España de este año. Por primera vez en su historia, la ronda española presenta un animal oficial, en una demostración de que la reivindicación del producto alimentario patrio no es ruina sólo para Sudamérica. No hay mucho que explicar: un mejillón de las Rías Baixas, sonriente (¿irá puesto como las Grecas?) y subido en bicicleta. Las dos conchas ejercen de caricatura de casco y toda esa maraña de intento de brazos y cuadro de la bici tiene un aire feo a molusco tetrapléjico. Un manjar, en fin, a la altura de los últimos ganadores de la Vuelta y que nos recuerda a la versión amable de Tenacitas, la langosta de Homer Simpson.

11. MASKI (Universiada de Invierno, Jaca 1995)

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El deporte es sacrificio, entrega, lucha, compañerismo. Hacer deporte es esforzarse al máximo para lograr un objetivo, celebrar una victoria. Ante esto, cabe preguntarse… ¿a quién se le ocurrió que un perro en pijama podía representar estos valores? Es más, dejando de lado al gran Maski, ¿existe algún otro precedente en la historia de una mascota de un evento deportivo que aparezca apalancado con una mano en el bolsillo? Algún día, quizás, lo investigaremos.

12. CIAO (Mundial de Fútbol, Italia 1990)

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En 1990 Italia quiso tirar de original: ni animal ni vegetal. Pero eso no fue una buena noticia, porque este engendro geométrico lleno de extrañeza y frialdad no se ganó la confianza de nadie. Se supone que una mascota debe ser entrañable y no un amasijo antropomórfico de hierros, un Meccano presuntamente futurista pero en el fondo descoordinado, que más que jugar a fútbol parece luchar para mantenerse en pie, como el Pato Sosa. Como el hombre palito pero más complejo y rollo computerizado, Ciao, que tiene los colores de la bandera de Italia y un balón por cabeza, es un ente rancio, un esqueleto metálico sin personalidad que ni siquiera da risa ni ná.

13. RABBIT (Eurocopa de Fútbol, Suecia 1992)

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Rabbit es una mascota estándar, ni buena ni mala, y no pinta nada en esta lista de atrocidades deformes, habrán pensado ustedes al verla. Y estarían en lo cierto, de no ser por la existencia de Berni, el bichejo que le presentamos a continuación.

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Nos encontramos con el primer caso de pereza extrema a la hora de diseñar uno de estos muñecajos. La única diferencia entre Berni, la mascota de la Eurocopa de Alemania de 1988, y la de Suecia de 1992 es el traje. Los suecos ni se molestaron en cambiar el diseño del animal. ¡Es que hasta las posturas son idénticas! Y por si fuera poco, aún tienen el morro de bautizar a su mascota como Rabbit. ¿Cuántos brainstormings hicieron falta para encontrar el nombre perfecto?

En definitiva, a nadie en la historia de la humanidad se la ha sudado tanto su propia mascota como a los suecos. Y por ello, debemos respetarlos.

14. EL GARA (Juegos Nacionales Absolutos, Ecuador 2013)

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Es escuchar ‘El Gara’ y ya se me ponen los pelos de punta. El Gara tiene nombre de mafioso, y lo que es aún peor, parece un mafioso. No ayuda mucho el hecho de que sea -o aparente ser- un topo, un animal que vive en la oscuridad, que jamás se deja ver, que es incapaz de relacionarse con otras especies. Los creadores pensaron que podrían hacerlo simpático, humanizarlo, que a los niños les llegaría a gustar un topo como mascota, pero no. Ni es simpático, ni afable, ni infantil, ni parece trigo limpio. Si un día voy caminando por la calle y me encuentro al Gara de frente, me cambio de acera. Estas no son las mascotas que queremos para nuestros hijos.

Withor y raúl