La leyenda dice que el mismo día en que se fundaron Los Rodríguez, el 28 de septiembre de 1990 (20 años se han cumplido ahora), la banda hispano-argentina-bastante-madrileña se subió a un escenario, sólo unas horas después de que Calamaro llegara a Barajas con una maleta y su teclado DX7 y allí fuera recibido por Julián Infante y Ariel Rot. Dice más cosas la leyenda.

Que en el aeropuerto les paró la Guardia Civil por su aspecto lamentable. Que Julián terminó por no cumplir la cláusula que se impuso en el grupo para prohibir la heroína. Que (mal)vivían y componían en un céntrico piso madrileño (abierto las 24 horas) que había sido la peluquería de ¡Ruper!. Que el malogrado bajista Dani Zamora empezó con ellos, les dejó tirados por irse de gira con Alejandro Sanz y, cuando le echaron, regresó y estuvo hasta el final, sufriendo el castigo de no salir en las fotos… quedando algo así, en la leyenda castiza y rockera, como el quinto Rodríguez.

Que el grupo inicialmente se llamaba Los Locos, pero hubo que cambiar la denominación porque en Asturias ya había una banda con ese nombre. Y que a Calamaro le hizo gracia ese concepto ‘muy Forges’ que define al hombre que se queda en verano a cuidar de la casa, mientras empaqueta a mujer e hijos de vacaciones a la Costa del Sol. Dice más cosas la leyenda.

Que la banda era una SL y que Calamaro intentó renegociar los porcentajes a su favor para no tener que disolver la banda porque claro, su carrera en solitario lucía muy apetitosa y no le salía a cuentas seguir como frontman. Que le pasó la patata caliente a Ariel en plena entrevista de radio en los 40. “Cuenta que vas a grabar un disco”, le dijo ‘on air’. Que luego hubo demandas y juicios por el medio.

Que si le das la vuelta al disco ‘Palabras más, palabras menos’, los humanos con cabezas de limón en la portada forman la palabra ‘coca’. Que hubo (cómo no) más de una habitación destrozada, una pierna vendada por un arrebato de ira, alguna noche en algún calabozo por ir sin documentos y, al menos, un botiquín asaltado en alguna casa de socorro de alguna España profunda.

Que Joaquín Sabina hizo la letra de ‘Todavía una canción de amor’ en diez minutos, escribiendo en una servilleta de un restaurante mexicano. Explica más cosas la leyenda. Que ensayaban ‘Princesa’ de Sabina en locales, bregando desde bien abajo: uno los descubre advenedizos y talentosos en el documental ‘Buena suerte’, tocando para cuatro en garitos mugrientos de mala vida, como quien ve a los Beatles en The Cavern. De esa precariedad primeriza al play off de Radio 3, el ascenso a los 40 Principales, las ferias de pueblo, los festivales y el resto es historia. O leyenda.

Que el cadáver fue exquisito: seis años de subidón, rápida decadencia y tres discos de estudio imponentes, académicos, históricos, que se deberían estudiar en la universidad. Que Los Rodríguez, ya sin Calamaro, se convirtieron en The Rota, efímera banda de jam sessions y homenajes encubiertos a Django Reinhardt sin ninguna pretensión, sólo para mantener el músculo instrumental.

Que Los Rodríguez eran un ‘supergrupo’, donde todos los miembros tenían antecedentes: muchos tiros pegados con Tequila o Los Abuelos de la nada y una urgencia por triunfar cuando uno ha alcanzado los 30 años (no son unos amiguetes adolescentes que se juntan en un garaje) y quiere intentarlo otra vez más. Que no fue fácil, pues primero hubo que buscar discográfica y luego reponerse a su disolución. Y todo ello, apostando por el rock en castellano, cuando España entera se levanta perezosa de la resaca ochentera y el rebufo del indi patrio en inglés es poderoso. Así que ahí va un poco de la mezcla: sonido de base ‘stone’, mezclado con milonga, reggae, blues, boogie, Raimundo Amador, Sinatra o Antonio Flores.

Que Julián Infante era un poco reacio a esa parte latina. Calamaro le ponía sobre el ampli un buen fajo de billetes y le decía: ‘Vas a ganar toda esta pasta con esta canción’. Que era una banda bastarda, equilibradísima entre la lírica y la música robusta, con el rock como patrón mezclado con esa cosa terrenal de estrellas de andar por casa. Que el sida (esto no es leyenda) mató a Julián Infante. Dani Zamora se suicidó hace algunos años. Esto no es Hollywood ni ellos eran los Rolling. “Nunca toqué con Keith Richards pero sí con Julián Infante. Nunca se lo dije, porque se lo habría creído”, Calamaro dixit.

raúl