Existe un factor que determina para siempre la relación que se mantiene con una película: si se ha visto o no en el cine. Enfrentarse a un film en pantalla grande amplifica la experiencia e incluso delimita el estatus del espectador. Comprendo, acepto e incluso justifico que quienes hayan visto ‘Reservoir Dogs’ o ‘Blade Runner’ en el cine puedan sentirse superiores a mí, en cuanto a lo que representamos respecto a esas obras. Por resumir: no puedo pensar en una felicidad mayor que haber visto tu película favorita en el cine, y poder evocar unos años después la fortuna de estar en el momento y lugar indicados y tomar la decisión correcta.

Y qué pocas veces se atina y qué facilidad -se diría que innata- existe a la hora de acudir al cine y escoger la peor película posible de la cartelera. No informarse debidamente, cabezonería («no puede ser tan mala como me han dicho»), masoquismo… No sirven sin embargo las excusas ante una realidad palpable, casi un axioma, y es que todo el mundo, de tanto en tanto, paga su entrada, se sienta en la butaca y visiona un bodrio de proporciones gigantescas. Aquí va mi lista de la vergüenza, formada por las 10 peores películas que he visto en el cine:

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-‘Super Mario Bros’ (Annabel Jankel y Rocky Morton, 1993)

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Bob Hoskins aseguró antes de morir que era la peor película en la que había trabajado, John Leguizamo reconoció que tanto él como Hoskins rodaron muchas escenas borrachos para «tolerar» al director, la ambientación es oscurísima, prácticamente gótica, y no guarda ninguna relación con los coloridos videojuegos, el guión está basado en la estúpida premisa de que un impacto de meteorito «creó otra dimensión en paralelo en la que los dinosaurios siguieron viviendo y evolucionando como seres inteligentes, malvados y agresivos», aparece una ciudad llamada Dinohattan, y así podríamos continuar hasta aburrir. ‘Super Mario Bros’ es lamentable en muchos sentidos y su inclusión en la lista es irrebatible. No obstante, debo reconocer que le tengo un cariño especial y es junto a ‘Los Goonies’ una de las películas que más me marcó en mi infancia, por mucho que Yoshi en vez de ser un bichejo alegre y tierno apareciese como un mini-tiranosaurio fiero, peligroso y voraz.

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-‘Junior’ (Ivan Reitman, 1994)

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Con once añitos, y con toda la ilusión que puede tener un niño, que no es precisamente escasa, aquella tarde de sábado me aguardaba ‘El rey león’, la única película que podía interesar a una criatura de esa edad. Pero al llegar al cine vimos aquel letrero, obra del mismísimo Satán, con el más cruel de los anuncios: «Entradas agotadas». Imaginen el drama. Ante nosotros, dos escenarios: volver a casa y maldecir nuestra existencia, o confiar en que ‘Junior’, ese film en el que Arnold Schwarzenegger se queda embarazado, pudiese mitigar la ausencia de Musafa, Simba y compañía. Jóvenes e inconscientes, escogimos la segunda opción (¡error!) y así fue como yo, alma cándida de once años, vi a un joven Schwarzenegger quedándose encinto en lugar de repartiendo tortazos… La experiencia fue dolorosa, sí, pero me curtió. Cuando ‘El rey león’ salió en VHS, la compré y la visioné tres veces seguidas en una tarde. Y ‘Junior’ desapareció de mi memoria, hasta hoy. Ahora ya puedo hablar y escribir libremente sobre el barrigón de preñado de Schwarzenegger sin llorar. TRAUMA SUPERADO.

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-‘Godzilla’ (Roland Emmerich, 1998)

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Si ya me pareció una basura con quince años, imagínense qué pensaría si la viese ahora, ya crecidito, siendo una persona curtida y formada y por lo tanto con más criterio. (Nota del autor: en realidad no tengo que llevar a cabo este ejercicio de imaginación, ya que por casualidades de la vida, en un reciente viaje a la Vall de Núria, entramos en un bar y estaban poniendo ‘Godzilla’. No pudimos apartar la vista del televisor durante un buen rato y gracias a nuestra perseverancia pudimos comprobar tres cosas: que el director tuvo las santas narices de poner el mismo plano de un grupo de velociraptores en diferentes escenas, que los efectos especiales eran deficientes y no tienen ni punto de comparación con los de ‘Jurassic Park’, y que, efectivamente, quince años después la película se podía seguir catalogando como una bazofia inmunda).

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-‘2001: Despega como puedas’ (Allan A. Goldstein, 2000)

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Sir Leslie Nielsen es uno de mis actores fetiche, un comediante excelso y un ídolo para la eternidad, pero hay que reconocer que no tenía buen olfato eligiendo sus proyectos cinematográficos, por no decir que aceptaba actuar en cualquier mierda que le ofrecían. Sus últimos años de carrera, de manera especial, estuvieron plagados de películas indignas de su categoría como actor. Un ejemplo es ‘2001: Despega como puedas’, una coproducción (atención) germano-canadiense que no tiene ni un gag memorable, que en su versión doblada pone el nombre de María Teresa Campos en boca de Nielsen, y que más allá de la coletilla ‘como puedas’ no guarda ninguna relación con los films que nos convirtieron en fieles devotos del galán de pelo blanco. Ya podías habértela ahorrado Leslie, aunque te lo perdonamos, porque siempre nos quedará Frank Drebin…

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-‘Woman on top’ (Fina Torres, 2000)

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No sé muy bien por qué, pero Cano el Cuarto y yo fuimos una tarde soleada a ver ‘Woman on Top’ cuando estábamos en la universidad. La sinopsis del film es la siguiente: «Isabella es una gran cocinera brasileña que ha permitido que el restaurante de su marido en Bahía sea un éxito. Para controlar su enfermedad, debe colocarse encima de su marido, Toninho, cuando practican el sexo, lo que conduce a su machista esposo a cometer toda clase de infidelidades. Despechada lo abandona y se dirige a San Francisco junto a su amiga Mónica. Para curar su corazón partido se ofrece a la diosa del mar, Yemanja». La película está a la altura de su argumento, y puede considerarse como uno de los insultos más graves lanzados contra el séptimo arte. Eso sí, Penélope Cruz jamás ha estado tan bella en pantalla como en ‘Woman on Top’ (por lo que, volviendo al principio, no sé muy bien por qué fuimos a verla, pero es probable que nuestro furor hormonal fuese un factor determinante en nuestra decisión).

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-‘El arte de morir’ (Álvaro Fernández Armero, 2000)

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Un slasher español con actores de la talla de Gustavo Salmerón, María Esteve, Adrià Collado, la Pataky y Peris-Mencheta, dirigido por un desconocido que quince años después lo sigue siendo, y con un título como ‘El arte de morir’… El film tenía todos los elementos necesarios para ser una mierda y, efectivamente, es una mierda. Aún no entiendo cómo mi hermana (que tiene un gusto refinado para el cine) y un servidor pudimos acabar pagando para ver esta tontería de la que ya nadie se acuerda. Puede ser, aunque no estoy seguro, que al final se descubre que todos estaban muertos desde el principio, o algo así. Dudo que a estas alturas alguien vaya a molestarse por tal revelación.

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-‘Pluto Nash’ (Ron Underwood, 2002)

plutonashY llegamos al punto álgido de la lista y principal razón de ser de la misma. Sí, yo fui una de las pocas personas en España que vio en el cine ‘Pluto Nash’, uno de los mayores fiascos cinematográficos de la historia, con unas pérdidas aproximadas de 97 millones de dólares. ¿Qué puedo decir? No sé muy bien cómo ocurrió, señor juez, aunque puedo alegar que fue una casualidad y no hubo premeditación. Fue ‘Pluto Nash’ como podría haber sido ‘El pianista’ de Polanski o cualquier otra. De la película en sí no recuerdo demasiado, pero a riesgo de equivocarme diría que no es tan mala ni aburrida como el mito que se ha creado a su alrededor. Eso sí, me dio penilla ver ahí metido a John Cleese con cara de «pero qué coño hago yo aquí» durante todo el metraje. Poco importa ya. ‘Pluto Nash’ es leyenda y yo, de alguna manera, formo parte de ella, y eso me parece una medalla que lucir ante el mundo. Si es cierto que antes de morir la vida entera pasa por delante de los ojos, estoy seguro de que en mi caso, entre recuerdos familiares, cenas románticas y fiestas con los amigos, en algún momento se colará un fotograma del puto Eddie Murphy con el traje de astronauta.

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-‘Matrix Reloaded’ & ‘Matrix Revolutions’ (Hermanos Wachowski, 2003)

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Las pongo juntas porque soy incapaz de diferenciarlas, ya que para mí Matrix no es una trilogía, sino un dúo muy desigual (pienso, no sé por qué, en Bertín Osborne y Arévalo). Está ‘Matrix’, la primera, la buena, la fetén, y luego las otras dos, ‘Reloaded’ y ‘Revolutions’, que son, y lo digo así de claro, las películas con las que más me he aburrido en mi vida. He intentado olvidarlas y casi lo he conseguido, pero aún conservo imágenes: escenas sin acción con diálogos incompresibles, escenas con acción interminables y por ello insufribles y, muy especialmente, puedo rememorar la sensación de que al cabo de media hora ya no me enteraba de nada, ni qué era Matrix ni quién era Neo ni de qué iba todo el embrollo, y estaba deseando que se acabasen. En definitiva, un coñazo histórico que me podría haber ahorrado, y la demostración cinematográfica definitiva de que, como decían en aquel mítico gag de Cruz y Raya, «no pueden ser tan cansinas las personas».

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-‘Torrente 3: El protector’ (Santiago Segura, 2005)

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Reivindico la primera parte de Torrente como una de las mejores comedias españolas. Burda pero inteligente, tan soez como ingeniosa, y con personajes carismáticos per se. La segunda, que tanto entusiasmó al público, me pareció una indigna continuación. El antihéroe Torrente, fuera de ese hábitat particular y de esos compañeros desgraciados de extrarradio madrileño, no tiene razón de ser y eso limita su comicidad. En el cine, viendo ‘Torrente 3’, contemple atónito cómo a mi alrededor la gente se desternillaba mientras aquellas imágenes a mí me producían vergüenza ajena. Aquel día experimenté un extraño sentimiento de soledad, vacío e incomprensión. ¿Mi venganza? Despreciar la cuarta y la quinta entrega de la saga, incluso olvidar que existen, y enchufarme de tanto en tanto la original para volver a disfrutar de un Torrente que con frases tan simples como «un respeto chavales, que llevo pistola» es capaz de provocarme las más sonoras carcajadas.

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-‘La vida privada de Pippa Lee’ (Rebecca Miller, 2009)

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Aquí lo que pasó es que la velada fue una «noche de parejas», con todo lo que ello conlleva, y tratando el concepto desde un punto de vista peyorativo. No había nada interesante en la cartelera y no quería discutir, así que acepté la elección, rehuyendo la confrontación. Lo digo con total sinceridad: ni recuerdo de qué iba, ni si era comedia o drama, ni quién coño era la tal Pippa Lee y qué hacía o a qué dedicaba el tiempo libre. Es más, no descarto que el film no esté mal del todo, siendo injusta su inclusión en este inventario. Su (mi) problema es que nunca en mi vida una película me había causado tanta indiferencia, ni antes de entrar a la sala, ni durante su proyección ni en el comentario posterior. Frialdad absoluta. Cero pasión. La más apática indolencia. Y el cine, si es algo, o apaga y vámonos, es emoción; así que aquí te quedas, Pippa Lee, acompañada de todas estas mediocridades, por no haber sido capaz ni siquiera de cabrearme durante un rato.