Tres canciones, 244: La elección de Raúl

JORGE ILEGAL Y LOS MAGNÍFICOS – ESTRELLA VENENOSA

No apuesten por esta canción para ambientar la meta de una carrera ni un manual de buenos hábitos. «Odio los deportes a cada instante», dice el zorzal de Jorge Martínez en esta letra, una revuelta elegante contra las ansias de salud y la dictadura de la belleza, un regreso adulto y sereno, ya por la mañana, al bar después de que le desalojaran la noche anterior, que eso sí que es una disciplina atlética. No se engañen tampoco por las apariencias. Ya dije aquí que Jorge Ilegal me da miedo, pese a que ahora vaya de un impoluto trajeado, como un crooner bien arropado por cachorrillos músicos, que él sigue conservando el ímpetu de vómito social de Manolo Kabezabolo o la macarrería de cualquier otro punkarra guarro.

Esos aires folclóricos del grupo Jorge Ilegal y Los Magníficos no enmascaran el ideario, pese a que aquí, en esta canción, dé un giro de tuerca y se atreva con un joropo, un género suadmericano (así, con dejes orquestiles, son los dos discos de la banda publicados hasta el momento). «Mejor es fumar cigarros abandonados, esnifar a la bestia hasta subirme por los tejados», sigue diciendo la letra vehemente. Más texto, en escalada de sinceridad, que si le das a elegir entre un tartán y una barra él lo tiene claro: «Prefiero oscuridad, putas y botellas». Todo bajo control.

Así que Jorge, cascado pataliebre con su tocha desviada y su calvicie, aunque vaya vestido como Los Panchos, no es de esos que hayan sentado la cabeza y se hayan puesto a chutarse salud. Igual ya no berrea como antes, quizás a la legión de rockeros incondicionales meter un contrabajo les parece amariconarse, pero échenle un galgo al tipo a la hora de competir con él en cualquier ingesta de veneno. En fin, que esta canción va de la libertad de encerdarse uno a su manera y ponerse como los mirlos, más como razonado posicionamiento vital que como arrebato; da igual, como si hubiera que argumentar con tanta palabrería que ni la edad ni el estilo son impedimentos para, como diría el poeta, ponerse como Julio Alberto.